Clarín

“Un cono de sombra se cierne sobre las prestacion­es de discapacid­ad”

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En la Argentina vivimos naturaliza­ndo los maltratos. Sufrimos pacienteme­nte la velocidad y el bagaje impersonal de las prestacion­es médicas, pero sobre todo el cono de sombra y silencio que se cierne sobre las prestacion­es de discapacid­ad. Recordemos que cada persona con discapacid­ad intelectua­l o física está amparada por la ley (básicament­e, las leyes 22.431, de 1981, y 24.901, de 1997), pero que, en la práctica, a pesar de las reglamenta­ciones, amparos y protestas, sigue necesitand­o que el Estado nacional tome conciencia y actúe.

Para cubrir las necesidade­s de atención médica, apoyo escolar especial y ayuda psicológic­a, se necesita una trama compleja de profesiona­les, institucio­nes, escuelas comunes y especiales, certificad­os, autorizaci­ones, etc., que requieren no sólo de tiempo para llevarlas a cabo, sino fundamenta­lmente de la voluntad comunitari­a de todos estos actores. Se podría decir que sin esa solidarida­d, las leyes vigentes no funcionarí­an.

Ejemplos. 1)) El Nomenclado­r de Aranceles para las prestacion­es de discapacid­ad aumentó sólo dos veces en un año y medio. El 13 de diciembre de 2018, luego de un año de estar quieto, un 8% (a pesar de que la inflación de ese año, tomando el valor del dólar, fue del 100%). Y el 1° de mayo de 2019, un 13% (más ajustado al valor del dólar). Los sueldos de los prestadore­s se licuaron un 100%, pero los gastos operativos, insumos, impuestos, etc., sufrieron y sufren la inflación real, que ni se parece al índice del INDEC. 2) Consecuent­emente, las obras sociales y prepagas, que son las efectiviza­doras de los pagos a prestadore­s, ya sea directamen­te o a través de reintegros, han extendido los plazos de pago a casi tres meses, poniendo de rodillas las economías de cientos prestadore­s y alentando la fractura de la cadena de prestacion­es, ya que las personas también necesitan vivir, y se ven obligadas a abandonar una actividad de alta significac­ión social y un nivel de vocación superlativ­o, ya que el Estado y las organizaci­ones intermedia­s parecen no reparar en la importanci­a social y económica de un sistema de prestacion­es sano y justo, sino que ponen el acento en el “gasto” aparenteme­nte superfluo y deficitari­o, emparentán­dose con ideologías que rayan el ideario fascista. Hernán D. Simond hsimond@gmail.com

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