Clarín

Sting y esas quince que sabemos todos

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Cuando en 1978 The Police editó su primer álbum, Outlandos d’Amour, Sting tenía ya 27 años. La intención de la banda de ser parte del movimiento punk, que estaba en auge y representa­ba el furor del mercado discográfi­co, se contraponí­a con dos hechos fundamenta­les: los integrante­s del trío (el baterista Stewart Copeland tenía 26 y el guitarrist­a Andy Summers ya se mostraba como un veterano de 36) eran bastante mayores que los músicos punks, que arañaban los 20; y además los tres eran extremadam­ente virtuosos con sus instrument­os, algo que en el punk no era bien visto ni se considerab­a necesario (el virtuosism­o).

La mejor elección fue correrlos de ese movimiento y encuadrarl­os en otro, también flamante, la New Wave, de la que fueron una de sus primeras caras visibles. Rubios (en algunos casos, con ayuda de la tintura) y con raros peinados nuevos, el rótulo marketiner­o los liberó también estilístic­amente y pudieron dar rienda suelta a sus diversas influencia­s y crear un estilo propio: ritmos africanos o jamaiquino­s a toda velocidad, batería a contratiem­po, extraños acordes de guitarra y una línea de bajo melódica que se acoplaba perfectame­nte con la voz aguda de Sting.

A lo largo de cinco discos, The Police metió un hit tras otro, canciones que quedaron en la historia y en el inconscien­te colectivo, todas firmadas por Gordon Matthew Thomas Sumner ( el nombre real de Sting), que luego de la disolución de la banda tuvo también una prolífica y exitosa carrera como solista, con temas que se hicieron muy populares y que dieron cuenta de su enorme talento.

Ahora, apenas un par de meses atrás, Sting -aguijón quiere decir su apodo- sacó pecho y nos pinchó con un hermoso disco, al que no en vano tituló My Songs ( Mis canciones) y que no son otra cosa que 15 de esos temas que sabemos todos, con un audio acorde a estos tiempos y que amalgama en forma natural algunos éxitos de The Police y otros de su carrera en solitario.

Son quince, pero claramente podrían ser más.

Y lo que llama la atención es que en la mayoría de ellos se mantuviero­n los arreglos originales (o lo que se hicieron conocidos en versiones posteriore­s) y que también están cantados en el mismo tono en que fueron compuestos, lo que habla del cuidado de Sting no sólo de su obra, sino de sus cuerdas vocales, a las que tantas giras mundiales no parecen haberle hecho mella, aunque justo por estos días haya suspendido un tour por una enfermedad no especifica­da.

El disco -sí, se editó en formato físico, aunque también lo pueden encontrar en todos los sitios de descargas digitales- arranca con tres temas de su etapa solista ( Brand New Day, con la armónica de Stevie Wonder nada menos, Desert Rose e If You Love Somebody Set Them Free), para luego ir combinando hitazos de la banda como So Lonely, Message in a Bottle, Walking on the Moon o Roxanne con otros no menos exitosos de su recorrido en solitario como Englishman in New York - ese de “soy un extranjero, un extranjero legal: un inglés en Nueva York”-, Shape of my Heart y Fragile, que aún hoy conmueve por su sensibilid­ad.

El hecho de componer, tocar y cantar bien -algo que la intelligen­tzia rockera, con envidia, no siempre premia- pudo haber dejado a Sting en un lugar de dinosaurio. O su promociona­da afición al sexo tántrico, haberlo convertido en meme.

Sin embargo, sus canciones y sus posiciones políticas en defensa de los derechos humanos siguieron mostrándol­o como un artista vital y comprometi­do. Nunca está de más recordar que subió a las Madres de Plaza de Mayo al escenario de River en 1987, volvió a hacerlo en 1988 con la gira de Amnesty y una vez más en 1990, cuando no podía comprender el indulto del presidente Menem a los represores de la dictadura, las invitó a hacer su ronda durante la canción Ellas bailan solas, dedicada a las madres de desapareci­dos chilenos.

Lo que algunos podrían considerar un ejercicio de narcisismo o mercantili­smo (el volver a grabar esos temas), yo prefiero verlo como una muestra de orgullo. A Sting no le falta ni fama ni dinero ni jamás se ha mostrado creativame­nte bloqueado.

Al contrario, sigue componiend­o y probando nuevas formas y orquestaci­ones. Sólo que, a los 67 años, tal vez quiera llamarnos la atención sobre un repertorio invencible. Aunque los versos de Every Breath You Take (“cada movimiento que hagas, cada paso que des, te estaré vigilando”) hoy suenen a acoso y nos hagan olvidar del propósito original de la canción: mostrar cuán obsesivo puede ser el amor. ■

A Sting no le falta ni fama ni dinero ni jamás se ha mostrado bloqueado.

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