Clarín

Un recordator­io de los círculos cercanos al líder de la Casa Blanca

El caso Acosta. La renuncia del ministro de Trabajo es el último jalón de una larga serie de hechos. El elemento común son delitos sexuales o acusacione­s de mujeres.

- Michelle Goldberg

El lunes, Donald Trump “desinvitó” al entonces embajador británico, Kim Darroch, de una cena oficial con el emir de Qatar porque estaba loco por los cables filtrados en los que Darroch calificó al presidente de “inseguro” e “incompeten­te”. Sin embargo, en la cena había sitio para el amigo de Trump, Robert Kraft, propietari­o de los New England Patriots, quien fue acusado en una causa por prostituci­ón este año. Al parecer, Kraft fue atendido en un salón de masajes que una vez había sido propiedad de Li Yang, conocida como Cindy, un cliente habitual del club Mar-a-Lago de Trump. Yang es ahora el objetivo de un investigac­ión del FBI sobre si canalizó dinero chino a operacione­s políticas de Trump. Un presidente ordinario no querría recordarle al mundo los escándalos de Kraft y Yang en un momento en que el arresto de Jeffrey Epstein ha llevado a las otras asociacion­es turbias de Trump de vuelta a la luz pública.

Epstein, acusado de cargos de abuso y tráfico de niñas menores de edad, era amigo de Trump hasta que los dos tuvieron una pelea, según informes, por un acuerdo comercial fallido. The New York Times informó sobre una fiesta que Trump organizó en Mar-aLago, cuyos únicos invitados eran él, Epstein y cerca de dos docenas de mujeres que “volaron para brindar entretenim­iento”. Epstein, por supuesto, también estaba vinculado a la administra­ción de otra manera.

El ministro de Trabajo del presidente, Alexander Acosta, fue el fiscal que supervisó un acuerdo secreto, obscenamen­te indulgente, que permitió a Epstein escapar de los cargos por delitos sexuales hace una década. Ayer, Acosta renunció.

Sin embargo, Epstein sigue siendo un recordator­io vivo del medio depravado del que surgió el presidente y de la corrupción y la misoginia que continúan girando a su alrededor. Trump sólo ha estado interesado intermiten­temente en distanciar­se de ese medio. Más a menudo ha buscado, sea a través de la estrategia o del instinto, normalizar­lo.

Trump National Doral, uno de los clubes del presidente de Florida, planeaba organizar este fin de semana una recaudació­n de fondos que permita a los golfistas hacer una oferta para que las strippers sirvan de caddies. Aunque el evento se canceló cuando atrajo demasiada atención, no sorprende en absoluto que se haya aprobado en primer lugar.

Sus ojos se pondrían vidriosos si yo intentara enumerar a todos los asociados de Trump implicados en la golpiza o la coerción sexual de las mujeres. Sin embargo, vale la pena revisar algunos puntos débiles, ya que es asombrosa la rapidez con la que desaparece­n de la memoria las faltas más escabrosas, suplantada­s por nuevas degradacio­nes.

Acosta, usted recordará, consiguió su trabajo porque la selección anterior de Trump, Andrew Puzder, se retiró después de la revelación de que su ex esposa había aparecido con pseudónimo en un episodio de Oprah sobre “Mujeres maltratada­s de clase alta”. Ella se retractó de sus acusacione­s. Steve Bannon, el ex estratega jefe de Trump, una vez fue acusado de violencia doméstica, agresión y disuasión de un testigo. El caso se abandonó cuando su ex esposa no compareció ante el tribunal. Después de que Bill Shine, ex co-presidente de Fox News, fue expulsado de su trabajo por su participac­ión en los escándalos de acoso sexual de Fox, Trump lo contrató. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rob Porter, renunció en 2018 luego de que se reveló que dos ex esposas lo habían acusado de abuso (...).

Desde el arresto de Epstein, muchas personas se han preguntado cómo pudo eludir sus presuntos delitos durante tanto tiempo, dado todo lo que se sabe públicamen­te sobre él. Pero también sabemos que el presidente se jacta de agredir sexualment­e a mujeres, que más de una docena lo acusó de conducta sexual inapropiad­a; y una de ellas, de violación. Lo sabemos y sabemos que no podemos hacer nada, por lo que vivimos con eso y nos adormecemo­s. Tal vez algún día llegue la justicia y una nueva generación se preguntará cómo toleramos el comportami­ento que estaba tan a la vista. ■

El reciente arresto del empresario Epstein trae a la luz otra vez las causas contra Trump

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