El provocador líder de una banda alternativa de los 90
Aldana creó “El Otro Yo” y saltó a la fama. Según las víctimas, aprovechaba su popularidad para someterlas sexualmente.
“Se me violaron todos los derechos”, dijo Cristian Aldana durante el proceso judicial que enfrentó, acusado de abuso sexual y corrupción de menores, delitos por los que fue condenado a 22 años de cárcel. Frase paradójica y poco feliz del cantante del grupo “El Otro Yo”.
Acostumbrado a la provocación y a la violencia, Aldana ni siquiera sintió arrepentimiento durante el relato en el que más de cien testigos detallaron las aberraciones que el ex vocalista cometía contra menores, todas fans de su grupo. Incluso llegó a vestirse de monja y enfrentó a quienes lo repudiaron por su accionar durante una marcha, antes de que lo detuvieran a fines de 2016.
Criado en Temperley, en el sur del Gran Buenos Aires, Humberto Cristian Aldana nació en mayo de 1971. Su padre también era cantante (lo suyo eran boleros y tangos) y, ya desde muy chico, Aldana armó sus propios grupos de rock junto a su hermana María Fernanda, dos años menor. María Fernanda es bajista y también cantante, y ante las denuncias salió a defender a su hermano, alegando que ella nunca vio nada extraño.
A fines de los 80 y con la influencia punk y grunge de bandas como Nirvana, Pixies, The Cure y Sonic Youth formó junto a María Fernanda, Ray Fajardo y Ezequiel Araujo, “El Otro Yo”, banda que se convirtió en referente del rock alternativo. Su primer disco es de 1993, “Los hijos de Alien”.
Aldana pasó parte de su infancia muy apegado a una iglesia debido a la separación de sus padres. Además de la música, el cantante estudió publicidad y cine y se ganó la vida como cadete, entre otras cosas, antes de dedicarse por completo a su banda.
Las denuncias por abuso sexual provienen de chicas que, cuando sufrieron las agresiones por parte de Aldana tenían entre 13 y 16 años. Y fueron cometidas en las mismas oficinas del sello discográfico que tenía la banda, entre 1999 y 2010.
La letra de uno de sus hits, “No me importa morir”, dice: “Cuando no haya aire para respirar, Te estaré asfixiando, Encadenada con mi foto, Condenada a pensar en mí, El pasado desaparece, Y eres mía. Y estás bajo mi control. Solo yo puedo tocarte, Y puedo ahogarte, En el vértigo del sadismo”.
El accionar de Aldana era siempre el mismo: captaba a las adolescentes que eran fanáticas de “El Otro Yo” e indagaba en sus vidas, queriendo saber si habían tenido experiencias sexuales o habían sido abusadas. Y luego las sometía con violencia e incluso frente a otras menores.
“Somos perseguidos, desprestigiados, vulnerados y estigmatizados. Les pido a mis colegas que no tengan miedo. Salgan a hablar. No dejen que nos roben y pisoteen nuestros ideales”. Con un discurso machista y misógino, Aldana salió en defensa de otros colegas del rock, también sospechados o acusados por delitos sexuales.
Durante los primeros tiempos en que estuvo detenido, a fines de 2016, realizó una huelga de hambre para exigir “un juicio justo” porque según él su causa es “un trofeo dentro de una guerra sexista desquiciada, donde todo hombre hoy es sospechoso, arbitrariamente”. ■