Clarín

Detalles, anécdotas y revelacion­es de una final que Argentina no logra olvidar

Julián Camino y Claudio Gugnali, laderos de Alejandro Sabella, reviven la intimidad de la Selección. El cambio de Lavezzi, la predicción de Bilardo, la advertenci­a sobre Götze...

- Mariano Verrina mverrina@clarin.com

Bilardo no encuentra algo. Busca en los bolsillos de la campera, insiste en los del pantalón, pero no hay caso. Vuelve a revisar en la habitación y tampoco. Es la previa del primer partido del Mundial y el Doctor está fastidioso. Camina de un lado al otro y menea la cabeza en el lobby del hotel en Río de Janeiro. Las sospechas se encienden en su cabeza, que carbura a toda velocidad.

- Bueno, Carlos si querés vamos y nos quejamos en la recepción-, le sugieren para tranquiliz­arlo.

- No, no, dejá. No hagamos lío que acá vamos a volver para la final.

Bilardo tenía razón. Ahora están otra vez en el mismo hotel en Barra de Tijuca. Ya pasó el extraño debut ante Bosnia, con aquel primer tiempo con línea de 5 y un vestuario con turbulenci­as. Ya pasó la primera ronda en la que el equipo fue llevado de la mano por Messi. También quedó atrás el sufrido triunfo en el alargue de octavos ante Suiza y la bisagra temida de cuartos de final. En la previa al choque ante Bélgica los jugadores y el cuerpo técnico sabían que ahí había una valla que saltar. Esa que no habían podido las seleccione­s de Pekerman y Maradona.

“Te soy sincero, no lo disfrutamo­s. Es tan intenso que ni te das cuenta que estás en la final de un Mundial. Estábamos nerviosos, no dormíamos. Pasaron los penales contra Holanda y enseguida ya estábamos metidos en lo que venía, estás tan compenetra­do que no te das cuenta”, repasa Julián Camino, uno de los laderos de Sabella en la Selección, a 5 años de la final en la que Argentina acarició la gloria frente a Alemania.

“La derrota de Brasil, el famoso 7-1, fue un alivio”, se suma Claudio Gugnali, el otro socio histórico del cuerpo técnico. “¿Sabés lo que hubiese sido una final entre Argentina y Brasil… 500 muertos, creo que todavía estaríamos ahí”.

Agarran una foto, la miran, hacen un gesto y la sueltan. Ven la del tremendo golpe de Neuer a Higuaín y se lamentan de que no había VAR. Pispean la escena de la definición cruzada de Messi y dicen lo mismo que invadió la cabeza de cada argentino: “como esos hizo mil goles en el Barcelona y ahí se le fue apenitas afuera”. Sucede algo parecido con el derechazo mordido de Higuaín en el arranque de la final o el tiro de Palacio que era por abajo y se fue por arriba. Es la historia de lo que pudo haber sido.

El torneo de truco se había terminado. Camino y Gugnali, que se autoprocla­man campeones sudamerica­nos, volvían para la habitación. En el camino, Javier Mascherano se detiene, los espera y les pregunta.

-¿Y ahora qué?

-Ahora tranquilos, ustedes juegan finales en sus clubes todo el tiempo, están acostumbra­dos, ustedes tienen que estar tranquilos.

-Pero no, esto es la Selección.

La previa a la gran final encontró al grupo en su punto ideal. Había una sola duda que dilucidar: si arriesgaba­n o no a Ángel Di María, que arrastraba un desgarro. Lo probaron, lo esperaron. Pero a Sabella no le tembló el pulso. Y en la charla técnica les comunicó a todos que sería Enzo Pérez el que ocuparía el carril izquierdo del mediocampo.

-¿Cómo fue esa charla previa? Camino:- ¿Sabés qué pasa? Algunas veces nosotros les preguntába­mos a ellos cómo jugaba tal o cual jugador. Estos chicos saben todo, si entre clubes se enfrentan todos los días. Venía Alemania, toda la base del Bayern Munich, y nosotros obviamente miramos videos, teníamos todos los detalles, pero ellos, los jugadores, ya los habían enfrentado en sus clubes en finales, semifinale­s… Eso a nosotros nos exigía más. Porque vos no le podés decir una boludes a un jugador. Enseguida dice “este me está mintiendo”. Entonces vos tenés que estar afiladito y tener todos los detalles.

Gugnali:- Dirigir a estos muchachos puede ser lo más fácil del mundo o lo más difícil del mundo. Para nosotros fue muy fácil y creo que ellos hasta disimularo­n nuestras limitacion­es. Y eso habla bien de nosotros. Algo hicimos bien. Porque vos para disimular las deficienci­as de alguien lo tenés que querer. Uno perdona los errores de su madre, de su hijo. Siempre les das una nueva oportunida­d porque los querés. Creo que estos chicos aprendiero­n a que

rernos. Por eso después de 5 años siguen diciendo que su mejor momento en la Selección fue con el cuerpo técnico de Sabella. -¿Tácticamen­te qué plan se diseñó para ganarle a Alemania? Camino: -Mirá, el cambio de Agüero por Lavezzi, que muchos lo criticaron, a nosotros nos favoreció un montón. Si ves el partido, en el arranque del segundo tiempo hubo 20, 25 minutos en los que Alemania se quedó helada. No pasó mitad de cancha. Antes tenían que marcar a Higuaín y a Messi y con 4 los marcaban. Pero cuando pusimos a Agüero pasaron a ser 7 tipos de ellos preocupado­s por los 3 nuestros.

-¿El cambio de Lavezzi estaba planeado desde antes del partido, porque el Pocho hizo un gran primer tiempo?

Gugnali: -Sí, estaba pensado desde antes. Los jugadores no sabían, pero la idea era sorprender a Alemania y lo logramos. Te digo cúal era la idea: de arranque salir con un 4-4-2, por eso fueron Lavezzi y Enzo Pérez por los costados. Como los alemanes venían jugando juntos hacía años y por izquierda el tándem LahmMüller lo hacían todo de memoria, la idea era cortar ese circuito. Poner ahí a Lavezzi, que no sólo iba a correrlos sino también podía lastimarlo­s con la pelota hacia adelante. Esa fue una pulseada excelente. Y a nosotros nos permitió congelar a Alemania. Una vez logrado que ellos nos respetaran como pasó en el primer tiempo, intentamos como primera medida evitar el alargue porque veníamos de jugarlo en semifinale­s contra Holanda. Y por eso salimos a rematarlo en el segundo tiempo con el ingreso de Agüero.

-¿La final fue el mejor partido de los 7 de Argentina? Gugnali: -Sí, sin ninguna duda. Parecía que ellos estaban esperando que llegara el gol argentino para reaccionar. Tuvimos varias chances, eh, pero no se dio.

Camino: -Estábamos en el banco y veíamos que Alemania llegaba hasta tres cuartos y después tenía que volver. Capaz tenían más la pelota, pero no pasaba nada. Tenían miedo. --¿Si pudieran repetir una jugada: la de Higuaín en el arranque, la de Messi que se fue cruzada o la de Palacio por arriba?

-La de Higuaín-, coinciden. Esa, sin dudas, porque si hacíamos ese gol de arranque, después de contra seguro que ampliábamo­s el resultado y chau.

-¿A Götze lo tenían visto? ¿Imaginaban su ingreso? Gugnali: -Te digo algo que no me voy a borrar más. En 2012 jugamos un amistoso en Alemania contra ellos. Y ahí nos juntamos con Pelusa (Rodolfo) Cardoso, el ex jugador de Estudiante­s que se radicó y armó una gran carrera en el Hamburgo. Cardoso me dijo dos cosas: por un lado que en Alemania ya imaginaban que la final del Mundial iba a ser con Argentina. Faltaba más de un año, eh. Y después me dijo “mirá que Götze es culón. Entra y siempre y le queda una”. Cuando veo desde el banco que se viene el cambio, lo miro a Julián y le digo “mirá quién es el enano que entra”. ■

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El mejor partido de la Selección en el Mundial. Avanza Messi , entre Boateng y Lahm. La Selección mereció ganar pero falló en la definición y fue perjudicad­a por el arbitraje.
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MAURICIO NIEVAS Cinco años después. Claudio Gugnali y Julián Camino reviven con Clarín aquella final.

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