Malvinas: inquietud kelper por el impacto del Brexit en la pesca
La pesca es ejemplo de cambios estratégicos británicos tras el Brexit. El sector pesquero del Reino Unido, disgustado con las políticas comunitarias de cuotas, ha sido uno de los más entusiastas de la desvinculación. El 92% votó por el Brexit impulsando la campaña Fishing for Leave. Ese respaldo se va materializando en la orientación de políticas pesqueras futuras que ha incluido el retiro británico de la Convención de Pesca de Londres de 1964. El Secretario Michael Gove, acuñando el término Green Brexit, ha señalado que Londres desarrollará una política que asegure sustentabilidad ampliando las áreas marítimas protegidas y reasumiendo la decisión de quiénes pueden acceder a la pesca en aguas jurisdiccionales. También anunció que fletará un escuadrón de control de la pesca.
Ha indicado además que con la salida de la Unión Europea actuarán con la misma libertad de criterio de Noruega o las islas Feroe. La modalidad sería la de negociar país por país la concesión de licencias para operar tanto en Gran Sol como en Malvinas. Esas referencias han despertado inquietud en las Islas Malvinas al interpretar que Londres centralizaría el gerenciamiento de la pesca pudiendo restar autonomía en la venta de unas 230 licencias pesqueras principalmente a barcos españoles, coreanos, chinos y con bandera de Taiwán.
El énfasis del secretario Gove resulta concordante con manifestaciones del ex canciller Boris Johnson al acordar seis contratos de pesca en el Atlántico Sur, con empresas de Chile, Nueva Zelandia y Noruega. Según el Daily Mail el director de South Georgia Fisheries consideró la decisión como de política exterior, al promover vínculos con países fuera de la UE, con miras a un proceso comercial más amplio al concluir el Brexit, incluso en detrimento de empresas isleñas. El Sun informó que Londres había rechazado en los caladeros de Georgias del Sur la solicitud de dos empresas radicadas en Malvinas.
La recuperación de autonomía del Reino Unido en materia de pesca puede ser de interés para los países pesqueros no europeos, en particular aquellos que enfrentan el avance de los asiáticos. Una mayor diversificación podría contribuir a establecer mejores marcos de negociación ante la intensificación de la competencia de la industria pesquera global. Actualmente, cinco países acaparan el 85% de la pesca en alta mar.
En las últimas décadas la demanda por el producto se ha duplicado. De acuerdo con la FAO en la década del 60 el mundo consumía menos de 10 kilos per cápita al año mientras que en 2016 aumento a 23,5 kilos. Es previsible que la demanda se estabilice en los 30 kilos en los próximos años.
Se avecinan tiempos de creciente complejidad y drástica competencia en todas las pesquerías principales. El Atlántico Sur, que ya enfrenta notorias distorsiones, no tiene por qué ser una excepción. ■