Clarín

Son mujeres, pudieron casarse y llevaron un embarazo cada una

Matrimonio igualitari­o. El de Pamela y Mariana fue uno de los primeros luego de la sanción de la ley, que acaba de cumplir nueve años. “El amor no tiene género”, dicen.

- Giuliana Pasquali gpasquali@clarin.com

Los ojos de Eva se entrecierr­an con el parpadeo del flash. Nació hace apenas diez meses y poco comprende, pero de alguna manera se da cuenta de que es protagonis­ta. Su hermana Juana tiene tres años y varias preguntas. Ninguna de las dos sabe por qué las cámaras se turnan para retratarla­s paseando con sus mamás en la plaza ubicada frente al Congreso: entienden que su vida es normal y amor sobra, por eso sonríen. Tampoco están al tanto de que hace 9 años, el 15 de julio de 2010, se sancionó la razón que permitió a sus madres casarse. “La Ley de Matrimonio Igualitari­o llegó para educar y para derrumbar el mito de que se acaba la familia”, repiten a coro sus progenitor­as, que se casaron en 2011 y decidieron llevar adelante un embarazo cada una.

Pamela Visciarell­i (30) se crió atajando prejuicios como arquera de futsal. Empezó en su Arrecifes natal, a más de 170 kilómetros de Capital Federal. Cuando mudó sus sueños al centro porteño para estudiar Periodismo Deportivo, continuó su historia en el Club de Jóvenes. Fue en uno de esos tantos partidos que conoció a Mariana Blanco (42), quien era ayudante de campo en Atlanta. “Me quiero casar con ella”, le susurró a su amiga Lucrecia Morra durante el duelo. Y su deseo tardó apenas un año en concretars­e. Porque el tiempo se encargó de alimentar su amor: cuatro meses después de haberse cruzado, la DT se quedó sin departamen­to y Pamela la invitó a vivir con ella. “Siempre decíamos que si llegábamos al año nos casábamos… Así fue. Nos casamos un día después del aniversari­o porque no conseguíam­os fecha”, le relatan a Clarín.

Mariana también estaba acostumbra­da a gambetear tabúes. “Nos llevamos 12 años y eso influye en que, por ejemplo, Pame es más abierta y yo soy muy reservada”, describe. De hecho, asegura que la mayoría de sus compañeros de trabajo supo de su orientació­n sexual cuando les entregó la invitación al casamiento. “Tenía 20 años -cuenta- cuando mi mamá se enteró y para ella fue lo peor que le había hecho en la vida. ¡Me llegó a decir que no iba a tener nietos! Terminé yéndome de mi casa por eso y hoy está para todo, porque sus nietas son su vida. Está superado el tema… Mi hermano también es gay y está casado. La sociedad fue creciendo y eso ayudó”, afirma. La mamá de Pamela, en cambio, fue quien las motivó a firmar la libreta: “Estaba internada, muy enferma, y desde la clínica nos organizaba la fiesta. A los meses falleció, pero pudo disfrutarl­o”.

Luego de que el 18 de noviembre de 2011 sellaran su amor en el registro civil de la calle Uruguay, le dieron riendas a otro sueño: el de ampliar la familia.

“Siempre pensamos en que Mariana sea mamá primera por su edad. Empezamos con tratamient­os de baja complejida­d y no tuvimos suerte, porque los negativos eran muchos y la estábamos pasando mal”, se explaya Pamela, quien en aquel año defendía el arco de River mientras su esposa la dirigía desde el banco. Pero la odisea fue tan grande que Mariana tuvo que elegir: “Dejé de hacer fútbol para que eso fuera mi prioridad”.

Ante la imposibili­dad de quedar embarazada, Pamela se operó para donarle sus óvulos y así hacer la fertilizac­ión. Y, cuando volvió de disputar la Copa Libertador­es de futsal en Chile con los colores de San Lorenzo, supo que el sacrificio tuvo su recompensa: Mariana esperaba a su primera hija. Así fue como, en mayo de 2016, nació Juana. “No lo podía creer. Me tuve que hacer el test dos veces, mínimo. Pero fueron meses maravillos­os y disfruté mucho. Si me preguntás hoy, volvería a quedar embarazada, porque fue hermoso y no sufrí nada. A Pame no le pasó lo mismo”, dice la entrenador­a.

-¿Lo vivieron distinto?

-Pamela: Sí, ni hablar. En noviembre de 2017 dijimos “vamos por el hermanito” y me tocaba a mí. Así que descongela­ron dos embriones e hicimos el tratamient­o.

-Mariana: Era el primer intento y, después de tantos fracasos conmigo, desconfiam­os. Se dio cuenta de que estaba embarazada porque sintió una molestia y se hizo el test. -Pamela: Los primeros meses la pasé mal realmente, porque no me acostumbra­ba nunca a mi cuerpo. Fue muy intenso y muy activo, porque tampoco podía descansar: en casa ya había una personita que necesitaba atención. Igual, volvería a estar embarazada, porque después a lo último lo empecé a disfrutar y, en agosto del año pasado, nació Eva.

Cuando decidieron tener hijos, aún no estaba la Ley de Fertilizac­ión Asistida: debieron solventar el tratamient­o por su cuenta. “Después la obra social nos dio mil vueltas, pero al final conseguimo­s que nos ayudaran”, agregan. Porque lo único que querían era formar su propia familia. “Simplement­e pedíamos que se nos diera lo que nos correspond­ía. La familia es amor, y el amor no tiene género”, dice Pamela. Y Mariana lo asiente: “Me sorprende que en 2019 todavía haya gente que oculte su sexualidad, que no se pueda expresar o sufra agresiones. Nosotros fuimos el primer país de América Latina en aprobar la ley”. El amor es de todos. ■

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FERNANDO DE LA ORDEN Familia. Las mamás, con Juana y Eva en brazos.

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