“Cómo salirse de la ‘trampa’ tecnocultural”
Al igual que una habitación colmada de objetos nos resulta chica, un período de tiempo abarrotado de actividades y compromisos nos parecerá escaso. Ahora, en una hipotética exageración, les propongo que veamos la relación con el tiempo que entabla un individuo moderno que se debate entre la información, el mercado y la tecnología. Si alguien así posee sesenta mil artefactos electrónicos y pretende usufructuarlos durante catorce horas por día, solo el cambiarle la batería una vez por año -a razón de cinco minutos por cada aparato- le consumiría todo su tiempo. A este esquema lo podríamos denominar “la paradoja de las posesiones”. Aquí, el “feliz poseedor” de tanta tecnología no podría aprovecharla, porque se habría convertido en un esclavo de sus posesiones. Si bien es cierto que todavía no debe existir nadie que posea tanta tecnología, también lo es que nuestros artefactos no viven solo de energía. Veamos el caso de un moderno smartphone: tenemos que invertir tiempo para decidir cuál comprar, aprender a usarlo, traspasar la información del anterior al nuevo, interiorizarnos de las aplicaciones que nos interesan, configurarlas, generar contraseñas, recordarlas o anotarlas...
Pensemos también en las redes sociales y en cómo el incremento exponencial de “amigos” y de sus demandas nos quita otra porción apreciable de tiempo. Con la navegación por Internet, podemos perder horas sin sacar nada en claro.
La condición de posibilidad es lo que pone ansiosa a mucha gente que, al percibir como realizables tantas cosas, se siente presionada a hacer mucho más de lo que haría. Se dispersa, se “marea” e ingresa en un torbellino mental de exigencias.
Para salirse de la trampa tecnocultural hace falta que cada uno de los aquejados se reencuentre consigo mismo y descubra su propia riqueza interna y su verdadero deseo. De ese modo podría prescindir cada vez más de la droga electrónica o cultural a la que se aferraba.