Clarín

Reflexión sobre actos patrios y el uso de la escarapela

- Antonella R. Mauro antonella_romina@hotmail.com

Recuerdo mis años de primaria en una escuela pública de la localidad de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires. Las maestras nos preparaban para el desfile. Nos enseñaban a desfilar derechos, parejos y a mirar el palco de autoridade­s cuando pasábamos por enfrente. Se nos obligaba a no usar prendas por encima del guardapolv­o blanco el día del desfile, aun cuando hiciera mucho frío. Durante la Semana de Mayo, no había padre, alumno o maestro que no usara la escarapela. Las vidrieras de los locales comerciale­s y los postes de las luminarias públicas solían llenarse de banderas celestes y blancas a modo de decoración. Los desfiles se colmaban de gente, incluso en un pueblo chico como el mío. Era una verdadera fiesta.

Pasaron los años y todo esto continuó con menos fuerza en la secundaria, donde ya no se nos obligaba a usar guardapolv­o ni siquiera para asistir a clase. Se desfilaba como cada uno quería, y la única razón para hacerlo era la supuesta “doble falta” que te ponían si no ibas. El desfile era solo para cumplir.

Hace ya varios años dejé mi pueblo para estudiar en Capital Federal, pero he vuelto y he notado la desidia en la que han caído los actos patrios. Los alumnos de las escuelas desfilan amontonado­s, riéndose a carcajadas, con el celular en la mano, como quien va de parranda a la casa de un amigo a tomar una cerveza. Ya no hay decoración en las calles ni los locales, la gente que asiste a ver los desfiles es mucho menos que la que iba antes, incluso cuando el pueblo ha duplicado sus habitantes. La gente toda, en San Vicente y en Capital, ya no usan la escarapela. Tampoco se usa en las universida­des - ni docentes ni alumnos-. Eso sí, el pañuelo verde, celeste, naranja... no lo olvidamos nunca.

Quizás después de leer esto, el lector piense que quien lo escribe tiene más de 40 años, pero no. Tengo 26. En tan pocos años, ya estoy decepciona­da de la forma en la que se han perdido los valores y el respeto por nuestras fiestas. Lo invito a usted a que haga la prueba. Salga a la calle y observe cuántas personas usan la escarapela en cada fecha patria.

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