Un rey de las fugas que deja una sangrienta historia como legado
Recorrido. El Chapo sobornó, mató y ordenó brutales asesinatos. Lograron arrestarlo y se escapó dos veces. Su camino culminó ante la Justicia en Nueva York.
Sobornó con millones de dólares en efectivo a quien fuera necesario, policías de poca monta o presidentes, afirman aunque se niegue. Asesinó con sus propias manos. Ordenó torturar, ejecutar y enterrar con vida. Tuvo amantes a las que a la hora de la verdad las dejaba atrás solas y desnudas, corriendo él primero por su vida. Le encantaba el lujo y lo tuvo todo: aviones privados y hasta un zoológico. Soñó con la película propia. Protagonizó "novelas" con escapes espectaculares de cárceles de máxima seguridad. Pero a Joaquín "El Chapo" Guzmán, a los 62 años, se le acabó el juego en un tribunal de Nueva York.
Bajito, de un 1,60 -por eso lo de “chapo”- y ambicioso incansable, no tuvo límites. Traficó 1.213 toneladas de drogas a EE.UU. a lo largo de 25 años, además de 1,44 toneladas de base de cocaína, 222 kilos de heroína, casi 50 toneladas de marihuana y cantidades imposibles de metanfetaminas.
El Chapo, que manejó a gusto el enorme cartel de Sinaloa, era considerado un “héroe” en su tierra natal. Con un chasquido quitaba y también daba. Hizo obras públicas, envió asistencia tras el paso de huracanes, pero regó suelo mexicano con narcos muertos y tipos acribillados.
El encarcelamiento de por vida de “El Chapo” no significa que el Cartel de Sinaloa desaparezca con él. Aún es el mayor proveedor de drogas a Estados Unidos, el gran consumidor. Pero siempre quedará para el recuerdo la vida de película del capo narco. Un tipo de niñez empobrecida y poco futuro que se convirtió en "amo y señor", en "rey" y Robin Hood.
A los 15 ya cultivaba marihuana y entró en el negocio de drogas en los años 80 de la mano del capo Miguel Ángel Félix Gallardo. Pero su sueño era el negocio propio, la emancipación, cueste lo que cueste.
Para construir su imperio declaró guerras y desató masacres. Son famosas las escaramuzas espeluznantes con el Cartel de Juárez y los hermanos Beltrán Leyva. A fines de los ‘80, fundó el Cartel de Sinaloa, y poco después fue el narco más buscado del planeta. Pero huía como las cucarachas y las ratas entre las rendijas que los soplones le tejían cuando la autoridad rondaba cerca. Entonces fue leyenda e inspiró letras de canciones que narran sus "hazañas".
Cayó preso dos veces. Y dos veces se escapó. Primero en un carrito de lavandería. Y después por un túnel de 1,5 km cuya entrada estaba debajo de la ducha de su celda. Se rió en la cara de todos. Y su mito creció.
Pero los grandes delincuentes caen por esa sensación de dioses que saben cultivar. El pecado de su vanidad es su propia trampa. Tras el sueño de la película propia, convocó a "famosos" hasta su guarida. Desde Sean Penn hasta una actriz con más ambición que luces se acercaron al capo. Y fueron las carnadas para encontrarlo. El 8 de enero de 2016, tropas de infantería de Marina mexicana lo encontraron y arrestaron en Los Mochis, tierra de Sinaloa.
Un año después, marchó extraditado a EE.UU. Acostumbrado a los lujos, la prisión de máxima seguridad de Nueva York le arrancó quejas y lamentos. El tipo que mandó enterrar vivo a sus enemigos ahora sufría porque vomitaba o porque le dolían las muelas. Una mujer, de entre todas sus novias y amantes, lo siguió durante el proceso judicial. Su última esposa de varias, Emma Coronel, toleró estoicamente cada testimonio aterrador en el juicio en Brooklyn. El legado de “El Chapo” es sólo otra sangrienta historia narco. ■