Clarín

Un rey de las fugas que deja una sangrienta historia como legado

Recorrido. El Chapo sobornó, mató y ordenó brutales asesinatos. Lograron arrestarlo y se escapó dos veces. Su camino culminó ante la Justicia en Nueva York.

- Perfil Alejandra Pataro apataro@clarin.com

Sobornó con millones de dólares en efectivo a quien fuera necesario, policías de poca monta o presidente­s, afirman aunque se niegue. Asesinó con sus propias manos. Ordenó torturar, ejecutar y enterrar con vida. Tuvo amantes a las que a la hora de la verdad las dejaba atrás solas y desnudas, corriendo él primero por su vida. Le encantaba el lujo y lo tuvo todo: aviones privados y hasta un zoológico. Soñó con la película propia. Protagoniz­ó "novelas" con escapes espectacul­ares de cárceles de máxima seguridad. Pero a Joaquín "El Chapo" Guzmán, a los 62 años, se le acabó el juego en un tribunal de Nueva York.

Bajito, de un 1,60 -por eso lo de “chapo”- y ambicioso incansable, no tuvo límites. Traficó 1.213 toneladas de drogas a EE.UU. a lo largo de 25 años, además de 1,44 toneladas de base de cocaína, 222 kilos de heroína, casi 50 toneladas de marihuana y cantidades imposibles de metanfetam­inas.

El Chapo, que manejó a gusto el enorme cartel de Sinaloa, era considerad­o un “héroe” en su tierra natal. Con un chasquido quitaba y también daba. Hizo obras públicas, envió asistencia tras el paso de huracanes, pero regó suelo mexicano con narcos muertos y tipos acribillad­os.

El encarcelam­iento de por vida de “El Chapo” no significa que el Cartel de Sinaloa desaparezc­a con él. Aún es el mayor proveedor de drogas a Estados Unidos, el gran consumidor. Pero siempre quedará para el recuerdo la vida de película del capo narco. Un tipo de niñez empobrecid­a y poco futuro que se convirtió en "amo y señor", en "rey" y Robin Hood.

A los 15 ya cultivaba marihuana y entró en el negocio de drogas en los años 80 de la mano del capo Miguel Ángel Félix Gallardo. Pero su sueño era el negocio propio, la emancipaci­ón, cueste lo que cueste.

Para construir su imperio declaró guerras y desató masacres. Son famosas las escaramuza­s espeluznan­tes con el Cartel de Juárez y los hermanos Beltrán Leyva. A fines de los ‘80, fundó el Cartel de Sinaloa, y poco después fue el narco más buscado del planeta. Pero huía como las cucarachas y las ratas entre las rendijas que los soplones le tejían cuando la autoridad rondaba cerca. Entonces fue leyenda e inspiró letras de canciones que narran sus "hazañas".

Cayó preso dos veces. Y dos veces se escapó. Primero en un carrito de lavandería. Y después por un túnel de 1,5 km cuya entrada estaba debajo de la ducha de su celda. Se rió en la cara de todos. Y su mito creció.

Pero los grandes delincuent­es caen por esa sensación de dioses que saben cultivar. El pecado de su vanidad es su propia trampa. Tras el sueño de la película propia, convocó a "famosos" hasta su guarida. Desde Sean Penn hasta una actriz con más ambición que luces se acercaron al capo. Y fueron las carnadas para encontrarl­o. El 8 de enero de 2016, tropas de infantería de Marina mexicana lo encontraro­n y arrestaron en Los Mochis, tierra de Sinaloa.

Un año después, marchó extraditad­o a EE.UU. Acostumbra­do a los lujos, la prisión de máxima seguridad de Nueva York le arrancó quejas y lamentos. El tipo que mandó enterrar vivo a sus enemigos ahora sufría porque vomitaba o porque le dolían las muelas. Una mujer, de entre todas sus novias y amantes, lo siguió durante el proceso judicial. Su última esposa de varias, Emma Coronel, toleró estoicamen­te cada testimonio aterrador en el juicio en Brooklyn. El legado de “El Chapo” es sólo otra sangrienta historia narco. ■

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AFP Adiós. El Chapo saluda a Emma, su mujer, en la Corte. No hubo fotógrafos donde se realizó el juicio.

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