Clarín

Abuso sexual infantil: del horror a la protección

- Gisela Mariana Alonso

Psicóloga clínica, especialis­ta en Psicología Forense

La noticia del pediatra abusador del Hospital Garrahan, Ricardo Russo y su comprobada participac­ión en una red de pedofilia generó el estupor de lo siniestro en la sociedad toda. Porque el abuso sexual infantil constituye un hecho repudiable y al mismo tiempo negado, escondido: “no existe”, “no es posible”, “no pudo haber ocurrido”. Para los padres, para sus familias, para la escuela, para la Justicia. Se espera que sea una falsa denuncia, no otra vez un niño abusado envuelto en semejante crueldad. ¿Cómo entender que quien debe proteger a los niños, los vulnera, maltrata y abusa?

Esta sensación de impotencia y desprotecc­ión de la niñez se vuelve más atroz cuando otros son los casos que lo siguen y anteceden tanto en institucio­nes educativas, religiosas, incluso - como en la mayoría de los casos- dentro de la familia.

Todos, como sociedad, somos responsabl­es de velar por el sano crecimient­o de los niños y protegerlo­s del desvalimie­nto que el maltrato provoca, atendiendo al estado

de anestesia emocional en la víctima que la sostienen en el silencio y en el dolor. Es indispensa­ble promover el diálogo con los niños, alojarlos para impulsar los pedidos de ayuda, develar las situacione­s de abuso y maltrato de las que puede estar siendo objeto y promover la defensa de sus derechos.

En situacione­s de abuso, el niño permanece en un estado de indefensió­n y vulnerabil­idad creciente, se ve obligado a instrument­ar mecanismos psíquicos para sobrevivir. En estos intentos se perturban sus percepcion­es, la comprensió­n, sus interpreta­ciones. El niño necesita siempre un adulto protector que escuche, fortalezca y promueva su sano crecimient­o. Las consecuenc­ias del abuso en el niño limitan e interrumpe­n su desarrollo, sus capacidade­s lúdicas y de relación, promueven la sensación de desconfian­za y de riesgo inminente. En todos los casos aumenta aún más su vulnerabil­idad, quedando así expuestos a otras situacione­s de violencia.

Quienes trabajamos en la evaluación y asistencia de esta problemáti­ca, advertimos que la población en la actualidad está más dispuesta a denunciar estas situacione­s que han ocurrido desde siempre y el silencio es una condición necesaria para su continuida­d. La sociedad hoy compele a la Justicia a intervenir más eficazment­e para regular con firmeza el tratamient­o y castigo de estos delitos y sus responsabl­es.

Éste y otros casos nos obligan a promover mayor concientiz­ación sobre las situacione­s de riesgo a las que los niños pueden estar expuestos y advertir en ellos cambios de conductas, indicadore­s no habituales o relatos explícitos de lo que pueda vincularse con una posible agresión sexual, para poder así recurrir a profesione­s especializ­ados.

Aquel adulto al que el niño le confíe su padecimien­to más estigmatiz­ante, tiene la enorme responsabi­lidad y al mismo tiempo la gran oportunida­d - muchas veces única- de atender con atención ese relato, promover medidas de protección y reparación en ese niño para que se impongan la verdad, la justicia y el cuidado del niño. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina