Clarín

Cuidado con Vargas Llosa

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Pasa lo mismo con Borges. “Gran escritor”, dirán muchos. Pero en política... mmm. Y es que Mario Vargas Llosa puede ser muy tajante. Liberal, se dice, recontrali­beral: quiere la intervenci­ón mínima del Estado y si no, ya habla de “populismo”, concepto que agita como un monstruo. Liberal como nadie. Tanto que hace poco cuando le preguntaro­n por lo que hizo Rajoy en España, se desmarcó: “¿Pero conoce usted algún liberal español?”

Cada tanto sorprende, entonces. Uno imagina que “liberal” es “derecha conservado­ra” y este tipo defiende el aborto –“Es la madre la que debe decidir si quiere o no tener un hijo”–, defiende la legalizaci­ón de las drogas –“Legalizar la droga es la única forma de acabar con el narcotráfi­co”– y, aunque lo apoya, es critico del Estado de Israel: “Hay una ocupación israelí de los territorio­s palestinos con una política claramente colonialis­ta, prepotente, que está provocando muchísimo sufrimient­o y que puede ser peligrosa y grave para el futuro de Israel”.

También es aquel que se cansó de decir que “la Argentina se jodió con el peronismo” y que “Cristina Kirchner le causó un enorme daño a la Argentina con su demagogia”. Liberal a muerte se dice.

Ahora, el Premio Nobel de Literatura vuelve a salir con posiciones que pueden sorprender. “La capitana Rackete, candidata al Nobel”, tituló un artículo. Carola Rackete, la mujer que rescató a 40 inmigrante­s que andaban a la deriva por el Mediterrán­eo y los llevó a Italia. Como recompensa por el gesto humanitari­o la metieron presa y la declararon “peligrosa para la seguridad nacional”. Cuatro días después la soltaron. Y Vargas Llosa saltó contra Matteo Salvini, el hombre fuerte del gobierno italiano. “Cuando las leyes, como las que invoca Matteo Salvini, son irracional­es e inhumanas, es un deber moral desacatarl­as, como hizo Carola Rackete”, escribió. La moral y la humanidad por arriba de las leyes.

Porque, dice, “la joven alemana ha violado una ley estúpida y cruel, de acuerdo con las mejores tradicione­s del Occidente democrátic­o y liberal”. Su sueño liberal –¿posible fuera de los relatos?– se separa de la realidad de la derecha realmente existente, cada vez más conservado­ra y xenófoba. Pero ¿no son sus políticas las que nos trajeron a este mundo de concentrac­ión de capitales? ¿No son los trabajador­es desesperad­os de regiones hambreadas –África es el ejemplo más claro– quienes tratan de salvar su vida en los países ricos para terror de sus pares de esos países, que viven –como los españoles– con leyes laborales que se flexibiliz­an más y más?

Vargas Llosa dice sí a la inmigració­n con un argumento económico: alguien tiene que aportar para bancar el sistema jubilatori­o. “Europa necesita inmigrante­s para poder mantener sus altos niveles de vida, pues es un continente en el que, gracias a la modernizac­ión y el desarrollo, cada vez un número menor de personas deben mantener a una población jubilada más numerosa”, escribe. Pero ¿existen esos empleos? “Un tercio de los puestos de España peligrará en 2030 por la automatiza­ción”, titulaba en febrero de 2018 el diario El País.

Vargas Llosa es un analista político agudo. Ya en 1969, en la que quizás sea su novela más importante, Conversaci­ón en La Catedral, un joven autor –tenía algo más de 30 años– hacía una disección del APRA, Alianza Popular Revolucion­aria Americana, un partido que ha sido comparado con el peronismo y que, tras haber sido proscripto, llegó al gobierno en 1945 en una coalición que terminó derrocada por un Golpe de Estado tres años más tarde. En la novela esto ya ha ocurrido y un personaje le pregunta a otro: “¿Por qué el APRA que se ha vuelto proimperia­lista sigue teniendo el respaldo del pueblo?” Culpa de la derecha, le contesta el otro. “No entiende que el APRA ya no es su enemigo sino su aliado.”

El APRA, se postula en esa novela, habla por izquierda y juega por derecha. Por eso una mujer dice que los apristas “son unos ateos, unos comunistas”. Y el protagonis­ta le responde que no: “Son más derechista­s que usted y odian a los comunistas más que usted”.

Desde el kirchneris­mo, en 2011, el entonces director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, objetó que Vargas Llosa abriera la Feria del Libro y lo definió como “el gran escritor que todos festejamos y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región”. González y el peruano se encontrarí­an, sin embargo, en la defensa de muchas causas. Ojo con Vargas Llosa: es más complejo que una consigna.

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Su mirada. Amplia y compleja.

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