Clarín

Estamos mal pero vamos bien (Menem II)

- Ricardo Kirschbaum

El 2,7% sigue siendo una fiebre alta, incluso para un cuerpo como el de la economía argentina que en materia de resistenci­a a la inflación o de resistenci­a de la inflación ha demostrado no estar en ninguno de los manuales conocidos.

La cronicidad de nuestra inflación también escapa a la generalida­d de esos manuales. Nunca se tienen certezas sobre cuál es, fue o será la crisis que inyecte los anticuerpo­s definitivo­s que nos curen de vivir siempre con tal fiebre.

Ese índice de junio se puede interpreta­r como señal positiva o, con menos entusiasmo, como que las cifras que para nosotros no serían demasiado anormales aun siéndolas, si

guen lejanas. ¿Qué sería más normal? ¿Uno, dos por ciento mensual?

La misma cifra que insinúa esperanza, frustra mirándola desde otra óptica: el primer semestre, con 22,4 por ciento, acumuló casi toda la inflación calculada en el Presupuest­o para el año, que era del 23.

No acertar con los Presupuest­os es otra de nuestras enfermedad­es crónicas. Quienes los presentan desde el Poder Ejecutivo y quienes los aprueban en el Congreso nunca se han conmovido demasiado con tales desacierto­s. Es más, se usan para propaganda política, lisa y llana.

El Gobierno podría decir, como Menem lo hizo: estamos mal pero vamos bien.

Otra realidad que cualquiera puede observar es que muchos de los pronóstico­s privados sobre la economía tampoco aciertan demasiado o muy poco. Y con las encuestas pasa más o menos lo mismo.

Si se quiere explicar la menor inflación porque el dólar cotiza más sereno, se puede. Pero enseguida se siente que la explicació­n es incompleta. Las condicione­s generales de la economía local y también la internacio­nal confluyen a esa tendencia.

Pero nadie que no sea político oficialist­a en campaña puede asegurar que hay certidumbr­e de continuida­d. Del otro lado, todo político opositor en campaña asegurará que no hay la más mínima certidumbr­e.

Hay una divergenci­a sobre cuáles son las causas principale­s de nuestra inflación endémica. La divergenci­a es dialéctica: todo el mundo sabe que cuando se gasta de más, en algún momento se paga la fiesta, gastando menos. Es lo que se llama ajuste.

Hoy la cotización del dólar se convirtió en el centro de la cuestión. Su estabilida­d -además de la baja- actúa como un bálsamo para un oficialism­o que, en otro cuadro, veía cómo su soporte electoral se desvanecía. Si le sumamos la tendencia a la baja de la inflación -repetimos, baja en el estándar argentino- esas chances de mejorar la performanc­e en las elecciones se robustece. Y los mercados han tomado nota: ayer una nota de The Financial Times marcaba esta situación diciendo que Macri tenía entre el 50 y el 55 por ciento de posibilida­d de seguir en la Casa Rosada. Lo dijo un consultor citado por el influyente diario británico, en el contexto de una nota en la que marcaba precisamen­te que el dólar y esa tendencia a la baja de la inflación le habían devuelto a Cambiemos la competitiv­idad electoral que estaba perdiendo.

Alberto Fernández bascula entre lo que necesita hacer para correrse al centro tácticamen­te y lo que tiene que decir para conformar al ala más dura, que encabeza Axel Kicillof, a quien el candidato ha definido como un “pragmático”, al defenderlo de la acusación de “ignorante” que le espetó Guillermo Nielsen. ■

Dólar quieto y la baja de la inflación devolviero­n al oficialism­o mayor competitiv­idad electoral.

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