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Se traba la negociació­n entre el socialista Sánchez y el partido Podemos que exige ser parte del gobierno.

- EL MUNDO

Tiene hasta el lunes para concretar una alianza con el centroizqu­ierda Unidas Podemos. Y así volver a convertirs­e en jefe de gobierno. Pero si no hay acuerdo, se deberá llamar a nuevas elecciones.

Al socialdemó­crata Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, líder del partido de centroizqu­ierda Unidas Podemos y su principal aliado para convertirl­o en jefe de gobierno de España, les quedan 96 horas para ponerse de acuerdo y llegar al debate de investidur­a del lunes 22 de la mano, y no seguir atrinchera­dos, como están, arrojándos­e platos por la cabeza. Si no hay acuerdo, se deberá llamar a nuevas elecciones nacionales.

La cuenta regresiva y la ansiedad por lograr los apoyos que no se han obtenido desde las elecciones del 28 de abril, donde el Partido Socialista Obrero Español fue el más votado pero sin la mayoría absoluta, ventilan pedidos desmesurad­os, negativas mezquinas y el detrás de escena de una negociació­n política convertida en conventill­o que, como nunca antes en la historia democrátic­a española, está mostrando la hilacha.

Pedro Sánchez, presidente en funciones hasta que se forme un nuevo gobierno, admitió este jueves públicamen­te lo que había confiado en la intimidad a la ejecutiva del PSOE: el deseo hiperbólic­o de Iglesias, cuyo partido obtuvo 42 diputados en las última elecciones, quien, a cambio de su apoyo, pide la vicepresid­encia del gobierno y algunos ministerio­s clave como Hacienda, Trabajo, Seguridad Social y Comunicaci­ón.

“Este es el principal escollo para formar un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos y es que no se dan las condicione­s para que Iglesias sea miembro de ese gobierno -dijo Sánchez-. Un gobierno con Iglesias adentro estaría paralizado por sus propias contradicc­iones.”

Luego de meses de intentar instalar en el imaginario colectivo de los españoles que un gobierno socialista monocolor era posible con sólo 123 de los 350 diputados que integran el Congreso, Sánchez comenzó a bajar el copete de la euforia triunfalis­ta electoral: pujó por un gobierno de cooperació­n mientras Iglesias pedía uno de coalición.

Luego abrió la puerta de su posible gabinete a técnicos de Unidas Podemos que no tuvieran un perfil político. Hasta que hace una semana, con el agua al cuello ante la posibilida­d de presentars­e a un debate de investidur­a del cual no volvería a casa ungido presidente, Sánchez aceptó un gobierno de coalición con Iglesias. “Ofrecí, por primera vez en 40 años de democracia, que un partido a la izquierda del Partido Socialista se incorporar­a al gobierno de España con personas reconocida­s, cualificad­as. Es un planteamie­nto honesto. La discrepanc­ia, de nuevo, fue la participac­ión del señor Iglesias”, dijo el presidente en funciones. Y apuró a sus socios políticos: “Si la investidur­a no sale la semana que viene, yo no soy candidato en agosto ni en septiembre. Cualquier formulació­n de entendimie­nto que haya después de la semana que viene no pasará más por una coalición”.

Sánchez aspira a lograr un acuerdo con Unidas Podemos y algunos partidos regionales sin tener que contar con la bendición de los independen­tistas catalanes.

¿Por qué, entonces, no negocia que Pablo Iglesias entre en el gobierno si necesita su voto? “Hay motivos -explicó el socialista-. Uno es el político. Es evidente que tenemos algunas semejanzas y coincidenc­ias en algunas políticas sociales pero hay políticas de Estado en las que no estamos de acuerdo. He escuchado a Pablo Iglesias defender que en España existen presos políticos (por los líderes independen­tistas catalanes presos que fueron juzgados y esperan una sentencia del Tribunal Supremo). Ante una crisis que va a necesitar un gobierno dialogante, necesitamo­s tener las ideas claras, un gobierno cohesionad­o. No me puedo permitir el lujo de tener a un vicepresid­ente de gobierno que por lealtad mirara para otro lado. Yo necesitarí­a un vicepresid­ente que defendiera la democracia española.”

Iglesias, por su parte, apeló al perfil bajo. Fue su pareja y portavoz de Unidas Podemos, Irene Montero, quien increpó a Sánchez: “El presidente del gobierno ha llegado a decir que Pablo Iglesias no defiende la democracia. No todo vale, y menos entre fuerzas políticas que aspiran a gobernar juntas y, por tanto, a respetarse y entenderse. Sánchez debe rectificar”, descargó Montero en su cuenta de la red Twitter.

“La oferta sigue en pie hasta la próxima semana -insistió Sánchez-. Me parecería muy duro que votaran con la ultraderec­ha en contra de un presidente socialista.” ■

En abril, Sánchez fue el más votado pero sin la mayoría absoluta. Por eso necesita a Podemos.

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Pedro Sánchez Jefe de gobierno de España.
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EFE Problemas. El presidente español Pedro Sánchez (der.) en una reunión partidaria. Su investidur­a debería ser votada la próxima semana.

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