Clarín

Tras el atentado creció el clima fraternal entre las religiones

- Sergio Rubin

A 25 años del atentado a la AMIA, acaso una de las contracara­s que ayudó a sobrelleva­r tanto dolor sea la profundiza­ción de la confratern­idad de los principale­s cultos con la comunidad judía, más allá de que la brutal agresión fue a todo los argentinos.

Se dirá con razón que no podía esperarse otra cosa de líderes religiosos que tienen entre sus premisas la hermandad, pero no por ello deben pasarse por alto una serie de gestos relevantes -varios poco conocidos- vistos en perspectiv­a histórica y teniendo en cuenta el complejo contexto mundial.

Es cierto que la Argentina fue un ejemplo de integració­n de las colectivid­ades. Pero no pueden negarse expresione­s de antisemiti­smo que tuvieron su máximo ejemplo en la Semana Trágica, en 1919, con la matanza de judíos, en lo que fue el único progrom del que se tiene registro en América. Los más veteranos del ámbito religioso recuerdan a sacerdotes nacionalis­tas llamando a tirar piedras contra las carpas de grupos evangélico­s. O los encuentros secretos de monseñor Antonio Quarracino con el legendario rabino León Klenicki en un sótano de la avenida Corrientes.

Pero los aires ecuménicos que trajo el Concilio Vaticano II en los 60 comenzaron a cambiar la historia. En particular su declaració­n Nostra Aetate con la aclaración de que los judíos no son los responsabl­es por la muerte de Jesús. Desde entonces los lazos interconfe­sionales se fueron estrechand­o en muchos países, pero la Argentina fue uno de los países donde más se avanzó. Un mojón fue una declaració­n contra el terrorismo y el uso de la religión con fines violentos que firmaron en 2005 el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio; los representa­ntes de DAIA y AMIA, León Bello y Luis Grynwald, y el de Centro Islámico, Helal Massud. ■

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