Tras el atentado creció el clima fraternal entre las religiones
A 25 años del atentado a la AMIA, acaso una de las contracaras que ayudó a sobrellevar tanto dolor sea la profundización de la confraternidad de los principales cultos con la comunidad judía, más allá de que la brutal agresión fue a todo los argentinos.
Se dirá con razón que no podía esperarse otra cosa de líderes religiosos que tienen entre sus premisas la hermandad, pero no por ello deben pasarse por alto una serie de gestos relevantes -varios poco conocidos- vistos en perspectiva histórica y teniendo en cuenta el complejo contexto mundial.
Es cierto que la Argentina fue un ejemplo de integración de las colectividades. Pero no pueden negarse expresiones de antisemitismo que tuvieron su máximo ejemplo en la Semana Trágica, en 1919, con la matanza de judíos, en lo que fue el único progrom del que se tiene registro en América. Los más veteranos del ámbito religioso recuerdan a sacerdotes nacionalistas llamando a tirar piedras contra las carpas de grupos evangélicos. O los encuentros secretos de monseñor Antonio Quarracino con el legendario rabino León Klenicki en un sótano de la avenida Corrientes.
Pero los aires ecuménicos que trajo el Concilio Vaticano II en los 60 comenzaron a cambiar la historia. En particular su declaración Nostra Aetate con la aclaración de que los judíos no son los responsables por la muerte de Jesús. Desde entonces los lazos interconfesionales se fueron estrechando en muchos países, pero la Argentina fue uno de los países donde más se avanzó. Un mojón fue una declaración contra el terrorismo y el uso de la religión con fines violentos que firmaron en 2005 el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio; los representantes de DAIA y AMIA, León Bello y Luis Grynwald, y el de Centro Islámico, Helal Massud. ■