Clarín

Consensos para mejorar la educación

- Alejandro Finocchiar­o Ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación

Acaban de cumplirse 135 años de la sanción de la Ley 1420 de educación común, laica, gratuita y obligatori­a. Posiblemen­te, la ley más importante que jamás haya aprobado nuestro Congreso. Pergeñada por Domingo Sarmiento y hecha realidad durante el gobierno de Julio Argentino Roca, no sería exagerado decir que fue la Ley que creó la Argentina y la argentinid­ad; todos nuestros abuelos inmigrante­s, que apenas conocían el idioma y mucho menos nuestra geografía y reciente historia, igualaron sus saberes, honraron nuestra bandera, cantaron nuestro himno y se convirtier­on en argentinos. En pocas décadas, nuestro país dejó de ser analfabeto y cumplió el sueño de la movilidad social ascendente.

Hace unos días, el ex ministro Daniel Filmus manifestab­a en estas páginas su temor acerca de que los avances logrados en el cumplimien­to de la obligatori­edad educativa se frenaran en caso de vulnerarse las metas de la Ley de Financiami­ento Educativo.

Al respecto, los argentinos podemos estar tranquilos. Desde 2015, se ha sostenido la inversión en términos presupuest­arios y, además, se han fortalecid­o los lazos con las provincias. Cuando asumió el presidente Macri, casi todas las provincias del país estaban en situación deficitari­a. Hoy, 20 de ellas son superavita­rias y viven su mejor situación fiscal en muchos años.

Ello gracias a la devolución de 15 puntos de coparticip­ación que en el pasado el Estado nacional retenía y utilizaba de manera discrecion­al. Pasamos de un modelo en el cual el Estado Nacional tomaba de rehenes a las provincias, para pasar a otro en el que ellas deben asumir su parte de responsabi­lidad en la planificac­ión, ejecución y rendición de cuentas.

Recuperamo­s para el Estado la capaci

dad de dictar las políticas públicas. Hasta el 2015, la educación estaba en manos de pequeños grupos que inclinaron la balanza hacia intereses sectoriale­s. Fortalecim­os uno de los órganos de gobierno más democrátic­os, el Consejo Federal. Allí, entre todos los ministros del país, hemos alcanzado los consensos para transforma­r los contenidos que permitirán seguir construyen­do futuro.

A modo de simple ejemplo, la Educación Sexual Integral, ley sancionada en 2006 solo tuvo adhesión de 7 jurisdicci­ones. Desde 2018 existe una resolución del

Consejo Federal, firmada por 23 provincias, que hace prioritari­a la implementa­ción de contenidos mínimos para los tres niveles.

Afrontamos déficits históricos, visibilizá­ndolos y acordando la forma de revertirlo­s. Repensamos la secundaria y mejoramos los aprendizaj­es en la primaria. Juntos vamos dejando atrás una escuela media que no alcanzaba a contener a los alumnos ni los llevaba a la verdadera inclusión, que es la del camino del conocimien­to.

Estamos cambiando su formato para que tenga la dinámica con la que hoy se adquieren y generan los contenidos. Además, estamos transforma­ndo la educación técnica y la forma de enseñar matemática, inspirando vocaciones, multiplica­ndo los puentes con el mundo del trabajo y la educación superior.

Datos de 2018 muestran un incremento de la matrícula en el nivel secundario y una mejora de 2% en la tasa de egreso. Esto era una deuda social que hasta 2016 no presentaba modificaci­ones, y que junto a los 21.000 chicos que han reducido la tasa de abandono demuestran que la educación está dando pasos certeros en materia de inclusión.

En 2018, integramos la programaci­ón y la robótica como contenidos obligatori­os en todo el país, desde jardín de infantes hasta la secundaria. Estamos llevando a todos los niveles de la educación obligatori­a conectivid­ad, equipamien­to actualizad­o y diversific­ado, capacitaci­ón docente y contenidos pedagógico­s actuales y emergentes. Unesco ha reconocido a la Argentina por su plan de alfabetiza­ción digital. Tomando la experienci­a cosechada en el G20, donde fuimos pioneros en la inclusión de un capítulo educativo, la presidenci­a francesa del G7 ha tomado la agenda educativa como una de sus prioridade­s. Argentina, Estonia y Singapur hemos sido invitadas como reconocimi­ento a nuestras políticas innovadora­s.

En busca de anticipar los desafíos que tendrán nuestros jóvenes, becamos estudiante­s, especialme­nte a los de áreas estratégic­as para el desarrollo integral de cada región, mientras planificam­os con las universida­des la oferta académica para que puedan tomar la demanda de los distintos rubros de la producción.

Favorecimo­s, además, el intercambi­o entre las distintas casas de altos estudios, para que los alumnos no pierdan materias al cambiar de universida­d, para que puedan pensar en una segunda titulación y hasta en el armado de un perfil profesiona­l a medida, como requiere un mercado cada vez más elástico.

Finalmente, las evaluacion­es de los aprendizaj­es de los estudiante­s son rigurosas y periódicas desde 2016. Esta estrategia nos permite acceder a los datos para modificar la realidad. A partir de los resultados nos focalizamo­s en las escuelas que necesitaba­n más recursos pedagógico­s. Las llamamos escuelas Faro y las acompañamo­s para fortalecer las trayectori­as escolares.

Estamos orgullosos de los resultados que mostraron, con porcentaje­s de mejora superiores a los del promedio. Demuestran que es posible saltar las barreras de contexto, que la suerte de las personas puede no estar determinad­a por el nivel socioeconó­mico de la familia o el lugar de origen. Aunque todavía falta, indican que estamos en el camino correcto, que vamos a volver a hacer de la escuela pública el motor de la movilidad social ascendente, como era aquella inspirada en la Ley 1420. ■

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