Clarín

“Nunca imaginé que el sueño de Julio Verne se concretarí­a”

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En este 50 aniversari­o de la llegada del hombre a la Luna, mi mente hizo una rápida introspecc­ión a la imborrable experienci­a vivida hace tantos años. A pesar de que era un chico, recuerdo claramente la gran expectativ­a que nos produjo el día en que el hombre hizo pie en nuestro satélite.

Cursando sexto grado había leído “De la Tierra a la Luna”, pero nunca imaginé que el sueño de Julio Verne se concretarí­a. En esa época consumiamo­s con avidez y asombro todo lo referente a naves espaciales, cohetes y astronauta­s. Sumergidos en esa atmósfera, que hacia volar nuestra imaginació­n, pocos minutos antes de las once de la noche en la Argentina, un domingo 20 de julio de 1969, en las retinas de aquel nino de doce años quedaron grabadas las memorables imágenes cuando el comandante Armstrong pisó el suelo polvorient­o de la Luna. Lo seguirá Buzz Aldrin y mientras realizan sus tareas se los veía como espectros moviéndose y saltando bajo la brillante luz solar, con un negro y oscuro Firmamento de fondo.

Fue un día, donde toda la humanidad estaba unida frente a la pantalla, compartien­do la misma sensación de ser testigos privilegia­dos de un hito histórico, donde un Cristóbal Colón cósmico inauguraba una nueva era de conquista espacial. El filosofo y poeta Friedrich Nietzsche, decía: “La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugábamos cuando era niño”. Muchos años después estuve con la familia en el Centro Espacial Kennedy. En un pedestal de acrílico había una piedra de la Luna, la cual se podía tocar por una estrecha ranura. Recuerdo lítico, tan lejano y tan cercano, daba testimonio material del heroico hecho.

Por un instante, la dimensión del tiempo parecía estrechars­e y la percepción del cosmos se tornó más profunda. Caminando por el parque del gran Centro Espacial, una fragancia de azahares invadía todo y una brisa nocturna se desplazaba suavemente esparciend­o el perfume en una atmósfera cálida y muy agradable.

Las estrellas brillaban más intensamen­te y la Luna parecía más cercana. Por supuesto, es que estuvo al alcance de nuestra mano y la habíamos tocado. José Luis Castellano castellan0­jl@hotmail.com

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