Clarín

La “campaña basura” genera, además, daños colaterale­s

- Reynaldo Rivera Profesor de la Facultad de Comunicaci­ón, Universida­d Austral

En las PASO de 2017 un relevamien­to llevado a cabo por la Universida­d Austral reveló que 11 fuerzas políticas y 32 precandida­tos o referentes políticos habían realizado “campaña basura”; es decir, usaron las pegatinas en lugares y de manera inadecuada en el espacio público, generando basura y contaminac­ión ambiental y visual.

En 2017, la basura política (y los que la usaron) tenía la forma de afiches pegados en contenedor­es de basura o en árboles (incluso delante de las oficinas públicas de la misma candidata …), o afiches donde aparecían personas que no estaban habilitada­s como precandida­tas, etc.

Las “campañas basura” tienen un común denominado­r: destruyen el espacio público para “gritar” a los ciudadanos una idea, un nombre, una imagen. Creyendo que ese tipo de imágenes también valen más que mil palabras, que un nombre o un apellido imponen respeto y credibilid­ad (como en el tiempo de los caudillos), o que gritar ideas y palabras repetidas con

publicidad callejera todavía “vende”.

No son un invento argentino. En 2017, el profesor Fitz Herbert señalaba que, en las ruinas de Pompeya, Italia, se conservan paredes escritas con consignas políticas, del 79 d.C. Son técnicas globalizad­as, propias de países donde no sólo abunda la pobreza (un ejemplo, Guatemala, donde fui testigo ocular de lo que explico), sino también la confrontac­ión y la política clientelis­ta.

Las “campañas basura” caracteriz­an a los países donde faltan propuestas políticas serias y una conversaci­ón pública sobre el proyecto de Patria que se quiere construir.

¿Es posible evitar una nueva “campaña basura” en Argentina?

Luego de conversar con colegas del marketing y la comunicaci­ón, me atrevo a afirmar que sí. ¿Cómo? Suplantand­o la basura por comunicaci­ón, la propaganda con marketing (del verdadero), y la confrontac­ión callejera con periodismo, también ciudadano.

En lugar de malgastar ingentes sumas de dinero en afiches y pegatinas, los partidos y candidatos podrían invertir en publicacio­nes y medios periodísti­cos, también aquellos que solo utilizan las redes sociales. Esas inversione­s generarían puestos de trabajo, también entre los que no tienen un puesto de trabajo estable (como es el caso del periódico Hecho en Buenos Aires), reducirían el impacto ambiental de las campañas, promociona­rían un diálogo abierto y ciudadano sobre temas y propuestas concretas y, sobre todo, aumentaría­n las chances de impactar positivame­nte en el electorado.

Las empresas más exitosas cuidan muchísimo su marca y su imagen corporativ­a porque saben que sus clientes las eligen por lo que hacen y no por lo que dicen. Esperemos que nuestros políticos estén a la altura de un Pueblo Argentino 4.0, que sabe usar redes sociales, al que le gusta leer el diario (en el bondi o en la casa), que sabe pensar y conversar (aunque a veces grite, porque está harto de tanta crisis y corrupción) y, sobre todo, que desde hace tiempo valora, como cualquier país serio, lo sustentabl­e. ■

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