La llegada de Lagarde al Banco Central Europeo ya genera dudas y críticas
No es economista sino abogada. Sus críticos dicen que le costará superar la enorme figura de Draghi.
Christine Lagarde abandona el Fondo Monetario Internacional (FMI) para asumir el próximo 1 de noviembre como presidenta del Banco Central Europeo (BCE), el segundo mayor del planeta tras la Reserva Federal estadounidense. La entidad es la pieza clave en la estructura institucional de la Unión Europea como guardián del euro, de la estabilidad financiera del bloque y supervisor de su sector bancario.
Lagarde llegará a la “Torre del Euro” en Frankfurt para sustituir al italiano Mario Draghi, un hombre de una formación académica y experiencia profesional de envergadura y que deja el BCE después de convencer a quienes criticaron su nombramiento, que le ven ahora casi como el hombre que salvó al euro en lo peor de la crisis financiera.
Las conferencias de prensa del carismático Draghi, el primer jueves de cada mes, se escuchan como profecías. Sustituir a Draghi y a su prestigio será la primera tarea de Lagarde.
La francesa no tiene estudios de economía y nunca trabajó en un banco central. Pero viene de dirigir el Fondo y además fue ministra de Economía de Francia y a antes de Agricultura y de Comercio.
Jurista de formación y diplomada en Ciencias Políticas, creció en el mundo privado en una de las firmas de abogados más importantes de Estados Unidos y dio el salto a la política francesa, donde llegó a ocupar esa retahíla de cargos ministeriales en las épocas del presidente Nicolás Sarkozy. De ahí voló a Washington para dirigir el FMI sin que nunca quedaran muy ocultas sus ambiciones de apuntar a la presidencia de su país.
Lagarde tiene unas dotes de comunicadora que contrastan con la sequedad – algunas veces hasta el mal humor- de Draghi. Tiene fama de ser creadora de grandes equipos profesionales, de saber rodearse de los mejores y de escuchar.
En parte son esas características las que utilizó para mejorar o al menos ablandar la imagen del Fondo Monetario. En el lado del debe, se duda de sus conocimientos económicos y especialmente de política monetaria, pero todo podría ser una exageración. Los miembros del directorio del BCE, como el español Luis de Guindos y el francés Benoît Coeuré (que ahora perderá su silla), aplaudieron el nombramiento de Lagarde. Pero casualmente no destacaron su formación o sus conocimientos de política monetaria, sino aspectos como su capacidad de comunicadora, sus dotes diplomáticas o su conocimiento profundo de las instituciones de la Unión Europea. Varios eurodiputados del comité de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo (ante el que Lagarde deberá comparecer una vez al mes) confían a Clarín que esperarán a ver cómo arranca la francesa. La preocupación es si logrará convencer -como hizo Draghi- hasta al super tacañ de turno en el Bundesbank de poner en marcha medidas heterodoxas, como cobrarles a los bancos por guardarles el dinero y comprar deuda pública en los mercados financieros para controlar el riesgo país.
Lagarde contará como jefe economista con el recién nombrado Philip Lane, un economista irlandés de prestigio que dirigió el banco central de su país. Sustituye en el cargo a Peter Praet, un belga aún más discreto que Draghi y que, según los medios especializados, sería el origen de muchas de las decisiones del BCE en lo peor de la crisis y habría sido el hombre de confianza del italiano.
Draghi dejará a Lagarde, si las previsiones se cumplen, un BCE a toda máquina todavía comprando deuda pública y remando para hacer subir una inflación que no alcanza ni el 1,5% anual (los tratados europeos le marcan al BCE que se
Antes del FMI manejó tres ministerios en Francia, incluidos el de Economía y de Comercio
acerque lo máximo posible al 2%), una banca que nunca salió del todo de los problemas de la crisis y las tasas de interés posiblemente en territorio negativo.
Parte de las críticas a Lagarde pueden basarse en las rivalidades dentro del bloque por ese cargo. El alemán Jens Weidmann, un favorecedor de las políticas duras de ajuste, que trabajó ocho años en el Bundesbank, aspiraba a ser el relevo de Draghi y hasta había buscado conquistar el voto de Italia a cambio de un asiento en el Consejo del organismo. ■