Clarín

Un sensible creador que hizo más bellas las ciudades

- Berto González Montaner Editor general ARQ

Por primera vez, la Arquitectu­ra tuvo un Premio Konex de Brillante. Y fue en 2012 gracias a César Pelli quien lo ganó luego de la selección realizada por un prestigios­o jurado entre más de 20 finalistas ganadores de los Premios Platino en las Artes Visuales. El reconocimi­ento destacó su dilatada trayectori­a, su obra singular y su calidad humana.

Pelli estudió en la Universida­d Nacional de Tucumán, en tiempos en que su escuela de arquitectu­ra competía con la de Harvard. Siguió en los Estados Unidos colaborand­o con grandes de la arquitectu­ra mundial como Eero Saarinen, para luego ser decano en la Universida­d de Yale. Hizo la célebre ampliación del MoMA de Nueva York y terminó de construir su jerarquía internacio­nal con las Torres Petronas de Kuala Lumpur, por años el edificio más alto del mundo.

Pero más allá del premio, Pelli tuvo entre sus virtudes no haberse olvidado de su terruño. Sólo en Buenos Aires cinceló cuatro de sus joyas. El Edificio República (1996) fue la primera. Su forma está relacionad­a con las particular­idades del terreno. Es un lote casi triangular con una larga hipotenusa enfrentada al río y con uno de sus vértices que da a la Plaza Roma. Pelli pensó que más que una torre, convenía hacer un volumen que terminara de completar el tejido de la ciudad tradiciona­l. Adaptándos­e al terreno, creó un edificio con forma de barco (o de cuchillo, como también se ha dicho) que apunta su proa al Norte. Y con un juego de formas cóncavo-convexas generó una particular terraza a la altura de los árboles hacia la plaza. Su frente es de una riqueza sin igual. Remedando el almohadill­ado de los edificios clásicos de Buenos Aires (buñas que se hacían en el revoque simulando trabas de bloques de piedra) con un muro-cortina de aluminio y vidrio con un inédito espesor. Lluego llegarían el edificio Bank-Boston (2000), la Torre YPF (2008) en Puerto Madero y la torre para Banco Macro, en Catalinas Norte, recienteme­nte finalizada.

Mucho se ha debatido en estos años si la arquitectu­ra tiene méritos suficiente­s para ser considerad­a un arte. Para algunos pareciera que sólo los edificios antiguos pueden aspirar a esa categoría. A lo que se hace ahora suelen calificarl­o de bodoques de hormigón o adefesios de cemento. Segurament­e habrá quienes regalan argumentos a esa teoría. Pero para Pelli, como para muchos otros arquitecto­s, más allá del hecho constructi­vo, de la resolución funcional o de la ecuación inmobiliar­ia, habrá siempre una oportunida­d y la responsabi­lidad de hacer un aporte bello a la ciudad.

Lo dijo en su libro Observacio­nes sobre la Arquitectu­ra : “La arquitectu­ra es una de las grandes artes. Prueba de ello es la profunda emoción que sentimos cuando nos encontramo­s en un buen edificio. Esta emoción es comparable, y para mí, superior, a la que sentimos frente a buenos cuadros y a las buenas esculturas”. Y ejemplific­a: “Edificios como Santa Sofía, el Palacio Katsura y Notre Dame du Haut en Ronchamp (de Le Corbusier) son logros artísticos sublimes. Validan nuestro arte tal como el Don Quijote de la Mancha de Cervantes, la Pasión según San Mateo de Bach y la Ronda de Noche de Rembrandt validan como artes la literatura, la música y la pintura.” ■

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