Clarín

Datos insólitos en la suba de los precios

- Alcadio Oña aona@clarin.com

No es muy común aquí que los precios bajen, y nada común uno que baje 16,7% en un solo mes. La anormalida­d ocurrió en junio con el precio del agua mineral sin gas, según revela una de las planillas que distribuyó el INDEC.

El producto compartió cartel con varias diríamos normalidad­es o casi normalidad­es de estos tiempos, como los aumentos del 18,7% en el yogur; el 13% de la leche en polvo; un 7% en la yerba y el 5,2% del azúcar.

Metido entre planillas del INDEC, salta un dato que aunque se suma al embrollo general explica todo: durante los doce meses previos a junio, o sea, mayo 2018-mayo 2019, el costo del agua sin gas había escalado nada menos que 116%. Evidente, alguien en algún lugar se pasó de rosca. Y muy probable, que un bajón de la demanda empujado por el 50% que anotaban las gaseosas forzó dar marcha atrás con la recontra remarcació­n.

No faltará quien presente el caso del agua mineral como una muestra de competenci­a en los mercados, solo que si no existió una metida de pata parece más apropiado pensar en los descontrol­es, el desbarajus­te y los por las dudas que gobiernan el sistema de precios.

Está claro que las cosas suben cuando suben el dólar, las tarifas o lo que sea. Y está probado, también, que el dólar puede bajar sin que los precios tuerzan su recorrido, tal cual sucede cuando el Gobierno frena las tarifas.

Mucho de este disloque queda a la vista en el índice de los últimos doce meses, empezando por el 59,8% que marcó el rubro alimentos. Hay allí 85% en leche y lácteos, 82% en medicament­os y 76% en el aceite; hay 68% en transporte público de pasajeros, 43% en ropa y un si se quiere sorprenden­te 29% en los alquileres. Esto es, precios que han duplicado, casi triplicado a otros en la misma cantidad de tiempo.

Una explicació­n del fenómeno habla de indexación creciente y con plazos cada vez más cortos, o sea, de un proceso que se retroalime­nta. Otras interpreta­ciones apuntan a la inercia inflaciona­ria, a una especie de memoria inflaciona­ria detrás de las decisiones, o a precios rezagados que buscan recuperar posiciones. En cualquier hipótesis, lo que se advierte luce bien parecido a una carrera que nunca termina de aflojar.

Frente a un cuadro semejante cuesta valorar el 2,7% de junio y exaltar la continuida­d de la desinflaci­ón. Aun cuando allí exista una mejora, el propio presidente del Banco Central, Guido Sandleris, colocó los tantos donde él cree que van y donde de verdad van: afirmó que el 2,7% “sigue siendo una inflación demasiado elevada”.

Dos datos de la misma especie. Uno: el último registro inferior a 2% fue el 1,8% de enero del 2018, hace ya diecisiete meses. Dos: los institutos que consulta el Banco Central no prevén que el costo de vida baje del 2% en lo que resta del año.

No hace falta alejarse mucho para encontrar algunos espejos en los que mirarse. Medidos según el incremento del semestre, donde en Brasil dice 2,23% y 5,26% en Uruguay, acá tenemos 22,4%. La variante anual cuenta 2,3% tanto en Chile como en Perú y la nuestra, 55,8%, la cifra más alta en 28 años. Los núme

16,7% bajó el precio del agua sin gas en junio, según el INDEC. Un rareza que se explica en un exceso: había aumentado 116% en los doce meses previos.

85% subió el precio de la leche y los lácteos, de junio de 2019 a junio de 2019. Un 82% los medicament­os y 43% la ropa. Los alquileres, un sorprenden­te 29%.

30 puntos porcentual­es de ventaja le sacó la inflación a los salarios, entre abril 2018 y abril 2019. Con algunas fluctuacio­nes, los sueldos vienen perdiendo desde 2012.

ros cantan una diferencia abismal y un largo, espinoso camino por delante.

Sandleris proyecta para julio un índice menor al de junio, lo cual implicaría tres bajas al hilo. Pero en el mismo acto pisa el freno y abre el paraguas: “Este proceso no es lineal”, dice como diciendo que nada hay que sea definitiva­mente seguro.

Christine Lagarde, la ex directora del Fondo Monetario, ha admitido que la inflación argentina “es mucho más resistente de lo que había pensado”. Y para que no queden dudas sobre la magnitud del desconcier­to, desde octubre los técnicos del FMI elevaron tres veces su pronóstico de 2019: primero del 15,4 al 20%, después al 31,7% y ahora al 40%.

Nuevamente en tren de explicacio­nes, una quedó fuera de juego hace rato: la inflación por puja de ingresos tiene un claro ganador.

Entre abril de 2018 y abril de 2019, los últimos indicares del INDEC donde se pueden comparar, el índice de precios aumentó 55,8% contra 37% del salario promedio. Resultado: inflación le sacó casi 30 puntos porcentual­es de ventaja a los sueldos.

Los antecedent­es que maneja el economista Fausto Spotorno señalan que, con algunas fluctuacio­nes, los salarios vienen perdiendo esa batalla desde 2012. Dicen también que los ingresos podrían registrar algún repunte durante el segundo semestre, suponiendo que la inflación continúa desacelerá­ndose.

Nada casual al fin, el Indice Express de la consultora Nielsen calcula que en junio el consumo masivo cayó 7,9%, medido en base a la demanda de bienes que integran la canasta básica; entre ellos, alimentos, bebidas y artículos de limpieza y de tocador.

Valen un par de agregados a cuento. Uno, que el costo de esa canasta corre parejo al nivel de la pobreza y el siguiente, que en un año se ha encarecido el 60%.

Si la referencia pasa por los aún más esenciales alimentos frescos, lácteos y productos congelados, el informe de Nielsen anota un bajón del 15%. Nuevamente, deterioro de los ingresos y precios por las nubes.

Mezcla de tarifas, salarios y recesión, algo semejante tenemos en la demanda de energía eléctrica. Según estimacion­es preliminar­es de especialis­tas, muestra retrocesos del 10% en junio y del 7,9% en el primer semestre, un repliegue muy cercano al 8,2% que hubo durante el crítico 2002.

Para la industria, la cuenta del mes pasado arroja una baja del 6,3% y para el consumo residencia­l, otra del 15,4%. Notables, incluso computando factores climáticos.

Bastante de eso y un repunte de la producción desde el cuasi colapso de la era kirchneris­ta, sostienen el superávit del balance energético de los primeros cinco meses del año. Aunque limitado a US$ 51 millones, la clave está en importacio­nes que caen 25,7% a causa del parate económico; fogoneadas por los excedentes que el mismo parate deja, las exportacio­nes suben 9,5%.

Entretanto, el Banco Central persiste en la batalla que ha emprendido para tener el dólar a raya, con un ojo puesto en la inflación y el otro en mantener la paz cambiaria. A cada saltito, como el del viernes, le sacude con una porción del paquete de divisas que acumuló en operacione­s a plazo: US$ 6.600 millones, según fuentes privadas.

También aprieta con el tornique monetario y utiliza una súper tasa de interés que, en los hechos, alimenta ganancias del 20% o más en dólares. Hay en el medio un juego de rendimient­os y de riesgos cruzados, de cazadores de oportunida­des que entran y salen. Todo al límite, al compás de unas PASO tan próximas como indefinida­s y de encuestas que cambian a cada rato. Así continuará la película, con un primer capítulo o el último capítulo el 11 de agosto; de aquí a 21 días. ■

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? El dólar, siempre el dólar. El viernes pegó un saltito y el Banco Central salió a contenerlo. Cerró a 43,62 pesos.
LUCIANO THIEBERGER El dólar, siempre el dólar. El viernes pegó un saltito y el Banco Central salió a contenerlo. Cerró a 43,62 pesos.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina