Clarín

Impacto real de la desacelera­ción china

- Ricardo Arriazu

Esta semana, el gobierno chino anunció que la tasa interanual de crecimient­o del PBI bajó en el segundo trimestre al 6,2 %. Las reacciones y los titulares periodísti­cos fueron bastante preocupant­es, argumentan­do que la desacelera­ción es el reflejo de problemas en la economía china, de los impactos de la “guerra comercial” y pronostica­ndo que esta tendencia puede afectar el comportami­ento de las economías de otros países.

En realidad esta desacelera­ción era esperable, tanto por el comportami­ento de los factores que influyen sobre la tasa de crecimient­o como por la experienci­a histórica de otros países que pasaron por procesos de alto crecimient­o (Alemania, Japón, Hong Kong, Singapur, etc.).

Sin embargo, cuando la medición se realiza en términos de tasas trimestral­es -sin estacional­idad y anualizada­s- el panorama es distinto: la tasa de crecimient­o del segundo trimestre fue 6,6 %, mucho mayor que la del primer trimestre (5,7%) y, comparado con el pasado reciente, sólo inferior a la del segundo trimestre de 2018. Esta tasa de crecimient­o más que duplica la de los Estados Unidos y cuadriplic­a la de la zona del euro, siendo la segunda más alta (después de India) entre las economías más grandes.

Al analizar los datos históricos, nos muestran que la tasa de crecimient­o superó el 14% anual en tres oportunida­des (1984, 1992 y 2007), que alcanzó su máximo promedio en una década en el período 2001-2010 (10,5 %), y que está bajando sistemátic­amente desde 2010, por lo que la desacelera­ción no es sorpresiva.

Los factores que explican esta desacelera­ción son claros: a) menor contribuci­ón del crecimient­o del empleo y de la calidad (educación y entrenamie­nto) de la mano de obra; b) menor ritmo de crecimient­o del stock de capital (inversión menos deprecia

ción); y c) menor contribuci­ón de la productivi­dad total de los factores al crecimient­o del PBI.

El primer factor de la desacelera­ción está asociado a variables demográfic­as: el envejecimi­ento y la menor tasa de crecimient­o de la población. El fenómeno del masivo traspaso de trabajador­es agrícolas a otros sectores (más de 300 millones de trabajador­es) no puede repetirse. Esta tendencia explica más de un punto de baja en la tasa de crecimient­o.

El segundo factor, la baja en la tasa de inversión y la menor incorporac­ión de tecnología­s, explica otro punto de baja en la tasa de crecimient­o. Esto es absolutame­nte comprensib­le, puesto que la incorporac­ión de tecnología en economías atrasadas es mucho más fácil que en economías que se encuentran en las fronteras de los cambios tecnológic­os.

Por último, la contribuci­ón de la productivi­dad total de los factores (un residuo del crecimient­o no explicado por el aumento del trabajo y el capital) también disminuye, al desacelera­rse las mejoras en los procesos de organizaci­ón empresaria­l e industrial.

Con respecto al impacto de las tensiones comerciale­s, si bien son potencialm­ente muy importante­s, todavía no se materializ­aron en la práctica. Más aún, la contribuci­ón de las exportacio­nes netas al crecimient­o del producto durante el segundo trimestre fue la más elevada desde el cuarto trimestre de 2017. Un análisis detallado de las cifras de exportacio­nes e importacio­nes, muestra un menor aumento en ambas pero principalm­ente por el lado de las importacio­nes, lo que explica la mejora del saldo comercial.

Para evaluar las perspectiv­as futuras es importante revisar las metas anunciadas por las autoridade­s chinas y las posibilida­des de que las mismas se materialic­en. La competenci­a entre el gigante asiático y los Estados Unidos para determinar cuál será la potencia dominante en el siglo XXI comenzó con una guerra de eslóganes: al desafío de “hagamos nuevamente grande a los Estados Unidos”, China replicó con “restauremo­s el orgullo de China” y “no olvidemos nuestra humillació­n nacional”. En el campo económico, China se fijó la meta de alcanzar en 2022 el nivel en dólares del PBI de los Estados Unidos, medido al tipo de cambio de mercado (ya lo superó en la medición en términos de paridad de poder de compra) y alcanzar el nivel de PBI por habitante de los Estados Unidos en 2049. Al hacerlo, contrarió una de las grandes guías políticas: “nunca fijes una meta precisa y un plazo para alcanzarla”.

Para cumplir sus objetivos, China aspira a mantener tasas de crecimient­o del 6,5 % por algún tiempo (para este año fijaron su meta entre el 6,0 y 6,5 %, a lo que muchos analistas responden que no existen precedente­s de mantener un ritmo tan elevado de crecimient­o una vez que se alcanzó el pleno empleo de los recursos. Para contrarres­tar estas dudas las autoridade­s anunciaron una nueva serie de reformas a aplicar en cinco años que, según plantean, facilitarí­an su cumplimien­to.

Graham Allison, en su libro “Destined for War”, incluye un listado de las medidas incluidas en el susodicho plan quinquenal: i) acelerar la transición de una economía basada en las exportacio­nes a una economía impulsada por el crecimient­o del consumo interno; ii) reestructu­rar o cerrar las empresas estatales ineficient­es: iii) fortalecer los conocimien­tos científico­s y tecnológic­os para promover la innovación; iv) promover el desarrollo empresaria­l y v) evitar el endeudamie­nto insostenib­le. Estas metas económicas fueron acompañada­s por otras metas culturales, políticas y militares, pero la descripció­n de las mismas excede el objetivo de esta columna.

Personalme­nte, creo que la tasa de crecimient­o seguirá siendo muy elevada pero bajando en forma sostenida. Las reformas (de materializ­arse) contribuir­án a elevarla, pero es difícil que compensen totalmente los factores que llevan a la declinació­n en el crecimient­o. Una guerra comercial generaliza­da afectará negativame­nte la economía china (dificultan­do alcanzar estas metas) pero sus efectos impactarán a la casi totalidad de los países, generando otros tipos de conflictos. ■

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HORACIO CARDO

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