Clarín

El cómic que ya es leyenda

Héctor Oesterheld, su creador, nació hace un siglo. Fue asesinado durante la dictadura.

- Especial para Clarín Daniela Pasik

“El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”, escribió Héctor Oesterheld en el prólogo de la primera edición en libro de la historieta argentina más emblemátic­a, su obra cumbre y una de las mejores piezas de ciencia ficción de habla hispana, que sigue dialogando con el presente desde hace más de 60 años.

Hoy se cumple un siglo del nacimiento del autor. El Eternauta apareció por primera vez el 4 de septiembre de 1957, ilustrada por Francisco Solano López. La dupla ya había trabajado junta en Uma Uma y Bull Rockett para la revista Misterix, de editorial Abril, y Joe Zonda y Rolo Montes, el marciano adoptivo, para Frontera y Hora Cero. Comenzó siendo un cuento corto, de apenas 70 cuadros. Luego se transformó en una historia más larga que sigue siendo uno de los productos culturales importante­s de la Argentina. Y un ícono.

El plan inicial de Oesterheld era ser geólogo. Mientras estudiaba publicó su primera historia y su hasta entonces hobby fue ganando terreno. Argentina tenía por esas décadas una vibrante actividad como productora de historieta­s para toda América Latina y numerosas publicacio­nes semanales. Además de El Eternauta escribió cuentos infantiles, relatos y guiones de otras historieta­s que son parte importante del género local, como Sargento Kirk, Ernie Pike, Sherlock Time y Mort Cinder. Pero la que sobrevive brillante a lo largo de todo este tiempo es El Eternauta, que desde el principio fue un éxito.

El guionista trabajaba en su casa, y se cuenta que siempre estaba repleta de amigos, parientes, conocidos, vecinos, que intentaban tener primicias de las aventuras de Juan Salvo. Porque El Eternauta se publicaba en fascículos de a tres páginas cada vez y mantuvo al público en vilo durante cien semanas, entre 1957 y 1959, en la revista Hora Cero, que dirigía y editaba Oesterheld.

Aquella primera experienci­a de lectura fue diferente a la de las generacion­es posteriore­s, que accedieron a la primera y segunda parte completa, en libros. La historia, en su origen, se iba dosificand­o en cada entrega, así que había un suspenso en los últimos cuadros, que dejaban siempre al

público expectante.

El Eternauta fue una historieta muy novedosa en su tiempo. Ante todo porque sucedía en la Argentina, en una Buenos Aires de ciencia ficción. Algunos de los escenarios son el estadio de River, las Barrancas de Belgrano, Plaza Italia o el Congreso.

Pero la empatía que despierta la historia es mucho más que geográfica. “Es un clásico desde su nacimiento: podés sentir que habla de la dictadura, pero también de estos tiempos”, dice Fernanda Nicolini, autora junto a Alicia Beltrami de Los Oesterheld, primer libro que cuenta la biografía del guionista y su familia, aniquilada por la dictadura que secuestró y asesinó también a sus cuatro hijas, Estela, Diana, Beatriz y Marina, dos de ellas embarazada­s.

Hijo de un alemán y una española, Héctor Germán Oesterheld Puyol ya era un joven guionista de historieta­s cuando una madrugada, mientras trabajaba en su escritorio, sintió que delante de él crujía una silla vacía. Se corporiza un hombre: es un viajero

de la eternidad, el eternauta. Le cuenta su historia, que empieza otra noche como esa, cuando él, Juan Salvo, estaba jugando al truco en su casa con cuatro amigos y los sorprende una nevada fosforesce­nte, mortal. Ese es el preludio de una invasión extraterre­stre, que pone en peligro al planeta y que terminará obligándol­o a tomar acción y, finalmente, a vagar a través del tiempo para reencontra­r a su familia.

Por su historia trágica, y su militancia en Montoneros en los 70, la figura de Oesterheld se fue fusionando de manera sutil con la de su protagonis­ta. La familia puso el cuerpo, salieron a luchar. Elsa Sánchez, viuda del autor, fue la que en realidad después terminó como Juan Salvo. Abuela de Plaza de Mayo, buscó a su familia por toda su eternidad, hasta el 22 de junio de 2015, cuando murió a los 90 años. Tanto Oesterheld, muerto en cautiverio en 1978, como sus cuatro hijas –Estela, Beatriz, Marina y Diana (dos, embarazada­s), y tres de sus maridos– fueron asesinados.

En la historia, los copos de la nevada matan a la gente al tocarla. Por eso Juan Salvo, El Eternauta, lleva un traje casero aislante, mezcla de buzo y tripulante de una nave espacial. Esa imagen, la del hombre protegido detrás de un visor de snorkel, de mirada triste y con la escopeta al hombro, siempre en movimiento, se volvió un ícono. Se convirtió en remera, grafitti, póster, pero también un símbolo. “Me fascinaba la idea de una familia que quedaba sola en el mundo, rodeada de muerte y de un enemigo ignorado e inalcanzab­le. Pensé en mí mismo, en mi familia, aislados en nuestro chalet y comencé a plantearme preguntas”, contó alguna vez el autor sobre el origen de la historia. Hubo una segunda versión de El

Eternauta dibujada por Alberto Breccia, que publicó la revista Gente en 1969. En ese momento, tal vez, quedó más claro el subtexto de la historia, ya que acompañaba la realidad política de un modo en el que casi no quedaba lugar para la metáfora. El único modo de salvarse es la lucha colectiva. Eso dice la historia. La del país o la de la historieta. La revista suspendió la publicació­n. En 1978, ediciones Record pidió para publicar una segunda parte de la historieta, que otra vez fue dibujada por Solano López. Sin embargo, la terminó otro guionista, ya que en medio de la producción la dictadura de Videla secuestró y asesinó a Oesterheld; de sus días en cautiverio quedan algunos desgarrado­res testimonio­s.

El Eternauta es, además de una historia de aventuras atrapante, un sím

bolo político que se resignific­a constantem­ente. Reapareció durante la

crisis de 2001, cuando distintas organizaci­ones de izquierda lo pintaban en las paredes junto a la palabra “resiste”. En 2010 otra vez salió a las calles y remeras cuando la juventud peronista lo convirtió en el “Néstornaut­a”, con la imagen de Kirchner en el traje de Juan Salvo, pero sin su rifle.

“El sentido ideológico, y para algunos profético, de El Eternauta es retrospect­ivo: Héctor Oesterheld muchas veces dijo que primero lo pensó como una aventura de ciencia ficción, una suerte de grupo de amigos que, a lo Robinson Crusoe, quedaban aislados. Por su maestría para refle

jar la esencia de los seres humanos, la historia se carga o vacía de contenido de acuerdo a cómo circule, cómo se la lea, cómo se la cite y para qué. Y eso es, precisamen­te, lo que pasa con cualquier clásico. Eso lo vuelve inmortal”, reflexiona Nicolini.

Juan Salvo, el viajero, llega a 1959 desde fines del siglo XXI. La historia que le cuenta a Germán es la de una invasión extraterre­stre, pero habla de la resistenci­a. Todo eso iba a ocurrir dentro de poco tiempo. En la historieta, pero también en la Argentina, en la vida real, década a década, adversidad tras adversidad.

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 ??  ?? Dos imágenes. Héctor Oesterheld, en una foto de la década de 1940. A su lado, el mítico personaje: la historieta tuvo su primera etapa entre 1957 y 1959 en la revista “Hora Cero”.
Dos imágenes. Héctor Oesterheld, en una foto de la década de 1940. A su lado, el mítico personaje: la historieta tuvo su primera etapa entre 1957 y 1959 en la revista “Hora Cero”.
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 ??  ?? Antes del horror. La familia, en la comunión de Estela y Diana en la capilla del colegio San Martín.
Antes del horror. La familia, en la comunión de Estela y Diana en la capilla del colegio San Martín.
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Una reedición de la primera etapa de la historieta, que contaba con dibujos de Francisco Solano López.
De colección. Una reedición de la primera etapa de la historieta, que contaba con dibujos de Francisco Solano López.
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En la cancha de River. Se narraban luchas en escenarios porteños.

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