Clarín

Y un día apareció Susana (o Celeste Cid)

En el nuevo episodio se destaca claramente la irrupción en la trama de la diva, que fue su pareja más mediática.

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

Y en el séptimo capítulo de Monzón, la biopic sobre el ex boxeador que se emitió ayer (a las 22 por Space), llegó el momento más esperado: en la piel de Celeste Cid, aparece Susana Giménez. Celeste interpreta dos versiones: la Susana morocha tirando a rojiza de los ‘70, y la rubia que con los años dejó de ser una simple “modelo y actriz” para convertirs­e en súper estrella. La joven Susana, fresca, pícara, con ganas de llevarse el mundo por delante, y la adulta, mucho más curtida, mucho más afianzada en su rol de diva. Un dos por uno riguroso, con matices, sin tics.

El episodio, de alta calidad técnica, empieza con la “declaració­n” del Cartonero Báez, en este caso, Sáinz, frente al fiscal Gustavo Parisi (Diego Cremonesi). Según el ciruja, Monzón asesinó a Alicia Muñiz. “Se encendiero­n las luces del primer piso de la casa”, cuenta Sáinz, en referencia a la mansión de la calle Pedro Zanni 1567, en Mar del Plata. “Monzón le metió dos cachetazos a la señora, uno-dos, como contra Benvenuti... Después la llevó en el aire como a un perrito... A la señora se le aflojaron los brazos y se cayó al suelo. Monzón se puso como loco... Entonces se la cargó al hombro como si fuera una bolsa de papas y...”.

-¿Y qué? -le pregunta el fiscal. -Y la tiró por el balcón.

Con experienci­a en estos casos, el abogado Roberto De Luca (Gustavo Garzón) intuye que el testimonio de Sáinz va a perjudicar a Monzón. “El cartonero tiene que tener alguna pata flaca”, especula. “Hay que averiguar si es alcohólico, sidoso, jugador, pedófilo, burrero o hincha de Racing”. En busca de ayuda, De Luca se encuentra con la Susana rubia, ex pareja de Monzón y que en ese año, 1988, lidera las mediciones de audiencia con su programa en Canal 9.

El “intermedia­rio” entre De Luca y la Susana rubia es El Flaco (Yayo Guridi), o sea, Alberto Olmedo. “Encantado de conocerla. Siempre la admiré”, le dice un De Luca cholulo a la Susana. “Gracias. No tengo mucho tiempo... Me están llamando de todos lados para que hable...”, responde ella.

“Hay una gran presión mediática. Y todos están hablando en contra de Monzón”, sigue el abogado.

“Sí, pero yo no puedo hablar a favor de Carlos. Y lo digo con todo el amor que le tengo... Para mí, él fue un gran amor. Quizás, el más fuerte e intenso que tuve. Pero acá murió una mujer”, se planta la Susana rubia. Un gesto de sororidad mucho antes de que se conociera esa palabra. Al mismo tiempo, la ficción dirigida por Jesús Braceras continúa desgranand­o la carrera deportiva de Monzón.

Con excelentes imágenes de archivo, arriba o abajo del ring, con el campeón apenas vestido con su pantalón de boxeador o con su camperita de “Fernet Branca”, se ve la seguidilla de defensas del título ante Nino Benvenuti, Emile Griffith, Denny Moyer...

Después del triunfo frente a Mantequill­a Nápoles en París, el 9 de febrero de 1974 (la décima defensa), Monzón (Mauricio Paniagua) participa de una fiesta organizada por el actor Alain Delon. Una tormenta de glamour. Hay mujeres, excesos, tríos...

El santafesin­o la pasa “pipí cucú” (el mismo campeón fue el autor de esta frase cuando en un evento en Francia quiso agradecer y, en lugar de “merci beaucoup”, dijo “pipí cucú”). Pero no todo es jolgorio. ■

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Rubia debilidad. Celeste Cid, como Susana en su “fase modelo rubia”.

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