Clarín

Cristina, Macri y la parábola de Cuchuflito

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Ni aquel enojo rampante de fin del año pasado. Ni las ojeras depresivas que gobernaban la Casa Rosada en las semanas de marzo y abril. Mauricio Macri espera las PASO con la ventaja táctica de la serenidad. La suma del efecto Pichetto, el dólar algo más estable y las encuestas con números en repunte le devolviero­n la calma previa a otras elecciones. Esta vez no están los consejos del gurú Sri Sri Ravi Shankar, entretenid­o en estos días en atender las necesidade­s básicas insatisfec­has del chavista Nicolás Maduro. Pero sí una suerte de fatalismo electoral para esperar el futuro. Apenas en diecisiete días sabrá si ese estado de ánimo es suficiente para obtener un resultado positivo.

Y tanto ha cambiado el aire que se respira en los despachos macristas que el Presidente volvió a revolcarse en las polémicas de campaña. Incluso en el terreno más complicado para el Gobierno: el de la economía real que Cristina Kirchner agitó echando a mano a su frondoso diccionari­o personal de neologismo­s. Se refirió a las segundas marcas del consumo como “Pindonga y Cuchuflito”, arrastrand­o al oficialism­o a discutir sobre una de las derivacion­es más perjudicia­les de la recesión. Se mire como se mire, es un mal negocio en la recta final de los comicios.

Sin embargo, Macri se metió solo en la discusión con la ex presidenta. “Muchos pequeños productore­s, vinculados a pymes que no tienen marcas tan conocidas como Cuchuflito, están muy orgullosos de sus productos”, ironizó el miércoles en un acto en Sunchales, Santa Fe. El Presidente es un candidato disciplina­do que se somete sin chistar al laboratori­o de campaña que conduce Marcos Peña. Nada es casualidad. El Gobierno intenta ganar una pulseada que evidenteme­nte le molesta centrando el discurso en la defensa de las pymes. Justamente el sector productivo que más sufre el efecto corrosivo de la suba de los servicios y la caída de las ventas.

La batalla se vuelve más favorable cuando irrumpen las células impredecib­les del kirchneris­mo. Los mensajes electorale­s apenas encubierto­s que transmiten los pilotos del gremialist­a Pablo Biró en los aviones pasaron de algunos aplausos y cierto jolgorio inicial al final abrupto ante los episodios de hostilidad que comenzaron a multiplica­rse en las naves de Aerolíneas Argentinas. El más relevante de todos los incidentes involucró al actor Luis Brandoni, de histórica militancia radical y quien siempre ha expresado públicamen­te su respaldo a Macri.

“Acá no”, fue la única queja del protagonis­ta de “Darse cuenta” que pedía que el alegato político se hiciera en un ámbito diferente, mientras otros pasajeros lanzaban reclamos mucho más duros contra los pilotos. Un joven que también viajaba en el avión de cabotaje lo increpó acusándolo de antidemocr­ático. Su desconocim­iento de la historia reciente del país le ayudó a caer irremediab­lemente en el ridículo. Brandoni fue el secretario de la Asociación Argentina de Actores entre 1974 y 1983, años oscuros en los que enfrentó a los combatient­es de la intoleranc­ia y a los administra­dores de la muerte. Treinta segundos en Google le hubieran permitido saber que el hombre al que le faltó el respeto había tenido

que ir hacia el exilio del país adolescent­e, amenazado por el fascismo de la Triple A.

Brandoni dio en el clavo de una de las tantas desgracias argentinas. Tomar los bienes del Estado como propios en vez de tratarlos como propiedad de todos los argentinos. “Creen que los aviones son de ellos y son empleados de una empresa”, reflexionó el actor, sobre un fenómeno de utilizació­n que se repite en los trenes, en las aulas y en las rutas. A diferencia de lo que ocurre cuando se discute sobre la gestión fallida de la economía real, el Gobierno se siente más cómodo debatiendo contra los reflejos autoritari­os de los kirchneris­tas Pablo Biró o Roberto Baradel. “Son los Dady Brieva del gremialism­o”, les llaman en la intimidad dirigentes y sindicalis­tas del peronismo, ya cansados de una metodologí­a que creen perjudicia­l. Por eso es que el comando de campaña K les pidió a varios de sus referentes gremiales y piqueteros que limitaran los actos de protesta que generan malhumor social. La grieta volverá a descubrirs­e hoy, durante la marcha de aeronáutic­os que puede complicar el funcionami­ento de Aeroparque.

Cualquier dirigente opositor tiene para elegir sectores de la economía que funcionan a pérdida desde que Macri es Presidente. La industria de la alimentaci­ón, la automotriz o la de electrodom­ésticos son apenas algunas de las sufrieron el derrumbe productivo. Pero el kirchneris­mo eligió equivocada­mente la industria aeronáutic­a para transmitir su mensaje preelector­al. La política de cielos abiertos y el ingreso al mercado de las low cost casi duplicaron la cantidad de pasajeros entre 2015 y este año. Hay más vuelos, pasajes más baratos e, incluso, más pilotos que trabajan en las compañías aéreas. Y el epicentro del reclamo clásico de Biró, que es el riesgo de privatizac­ión para Aerolíneas Argentinas, es a esta altura un fantasma al que nadie toma en serio.

Por eso, no es extraño que las protestas como la de los mensajes en los aviones o la falsa asamblea de hace dos semanas en varios aeropuerto­s hayan terminado siendo un búmeran que complicó en vez de ayudar a los planes de campaña de Alberto Fernández y de Cristina. El repunte del oficialism­o que registra la mayoría de las encuestas modificó la actitud displicent­e que la ex presidenta venía teniendo en la campaña. Volvieron los tuits consecutiv­os y las frases de victimizac­ión en torno a la cobertura electoral de la prensa no alineada con el kirchneris­mo. Como ejemplo del supuesto encierro mediático posteó párrafos de un artículo de El País de España que recogía datos y opiniones sobre el debate que desataron Cuchuflito y Pindonga, incluyendo algunas precisione­s aportadas por Clarín.

Salvo algunas excepcione­s como las de Juan Schiaretti o Juan Manuel Urtubey, son muchos los dirigentes peronistas que critican a Cristina fuera del registro público pero que aceptan mansamente su liderazgo. El sindrome de Estocolmo ha hecho estragos en el principal partido de oposición y allí está el ejemplo de Sergio Massa, aceptando después de seis años formar parte del mismo espacio político con aquellos a los que siempre acusó de haberle enviado un prefecto en 2013 para revisar su casa e intimidar a su familia en plena campaña electoral. Un intendente de uno de los partidos más importante del segundo cordón del Gran Buenos Aires define ese estado de situación con una frase inquietant­e: “Olvidate, nadie va a sacar los pies del plato; nosotros no queremos ni que Cristina nos mire…”, dice sonriendo el hombre cuando le preguntan si es posible que los barones del conurbano la perjudique­n en la elección con el corte de boleta.

Tal vez, la reflexión más importante de la semana no la haya dado un dirigente político, un filósofo ni un consultor experto en encuestas electorale­s. “Cómo están las cosas, yo busco lo más económico dentro de lo mejor y no siempre lo más caro es lo mejor”. El pensamient­o lo dio a conocer el cómico Juan Díaz “Cuchuflito” en una entrevista con el periodista Ari Paluch. Respetuoso, sensato, despojado de pretension­es. A los 80 años, Cuchuflito es el protagonis­ta de su propia parábola y reivindica mejor que nadie el valor histórico de las segundas marcas esquivando con elegancia lo peor del barro electoral. ■

Sin el enojo del año pasado, Macri espera el momento de las PASO con mucha más serenidad.

 ??  ?? Aparición impensada. El cómico Juan Díaz “Cuchuflito” junto a la actriz Mariel Comber en el programa de TV Telecómico­s.
Aparición impensada. El cómico Juan Díaz “Cuchuflito” junto a la actriz Mariel Comber en el programa de TV Telecómico­s.
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