Clarín

La pobreza no mejora desde la vuelta de la democracia y afecta más a los chicos

En 1983 la tasa era de 19% y ahora, del 32%. La mitad de las personas en esa condición son menores de 15 años.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

Un minuto para imaginar “Argentina 2023”. Terminada la gestión del gobierno por venir, incluso con un crecimient­o de la economía del 3% anual durante cuatro años, la pobreza rondaría el 26%. Así -sin anestesia- lo plantea un informe técnico (“El desafío de la pobreza en Argentina”) que difundió ayer el Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (CIPPEC) realizado en conjunto el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con apoyo del Centro de Estudios Distributi­vos, Laborales y Sociales (CEDLAS).

Pero hay más: los expertos trazaron una serie histórica desde la vuelta de la democracia a esta parte (el informe llega hasta 2018), y arribaron a una demoledora conclusión: desde 1983, la Argentina no obtuvo casi ningún logro en materia de pobreza. La película completa es dramática, tanto como pasar del 19% al actual 32% (última medición del INDEC), compuesto por millones de personas en los estratos más bajos. El CIPPEC advierte que la mitad del núcleo más duro de ese sector (los llamados “pobres crónicos”) son chicos menores de 15 años.

El informe habla de un “fracaso productivo” (ya que el PIB per cápita creció a menos del 1% anual en promedio entre 1983-2018) y de una consecuent­e “frustració­n como sociedad”. “Hoy la pobreza (medida por ingresos) no ha sido erradicada, y su incidencia no es inferior a la de hace 35 años, cuando Argentina recuperaba sus institucio­nes democrátic­as”, concluyero­n en el CIPPEC, y enfatizaro­n: “Pese al universal acuerdo en la meta de erradicar la pobreza, los avances han sido nulos en algunas dimensione­s, y en otras apenas moderados”.

Por los cambios en la metodologí­a de medición (algunos movidos por la razón, otros por el interés), se sabe de las “debilidade­s” de las cifras oficiales del INDEC. Por eso, explicó a Clarín Gala Díaz Langou, directora de Protección Social del CIPPEC, “realizar esta ‘nota técnica’ implicó hacer un gran trabajo metodológi­co. Además, el INDEC mide la pobreza por ingresos, pero no la pobreza multidimen­sional, que da cuenta de las distintas privacione­s que sufren las personas y los hogares que habitan”.

Las cifras confirman la recurrente sensación colectiva de un círculo vicioso signado por ciclos de crisis y bonanza, sin un progreso genuino. Dice el informe: “Una vez estabiliza­da la economía tras las hiperinfla­ciones de 1989 y 1990, la pobreza se redujo hasta alcanzar, en mayo de 1992, al 29,7%. En los dos años siguientes no se modificó demasiado e incluso disminuyó un poco, por lo que los valores de finales de 1993 fueron los mínimos de esa década”.

Nadie olvida -desde luego- el máximo histórico, tras la salida de la convertibi­lidad, que en octubre de 2002 tuvo a un 65,5% de argentinos en la pobreza. Y, si bien se sabe, vale la pena recordar que en 2018 se retornó a la tasa de 1994 (27,9%), la supuesta “normalidad” que sigue teniendo a un tercio de la población bajo la línea de pobreza.

Según Díaz Langou, “no es que estemos igual que en el 83, pero es evidente que hay un piso que no podemos perforar. La pobreza sube y baja, pero hay un grupo que nunca sale. Esto es lo que muestra la mirada histórica”. En ese grupo atrapado en las peores condicione­s es donde el CIPPEC hace foco; la llamada “pobreza estructura­l” o “crónica”. Es que el 47,9% de esas personas son menores de 15 años. Por eso hablan de una “infantiliz­ación de la pobreza”.

“El tema es si ves la foto o la película. Argentina está bastante rezagada, sobre todo en materia de pobreza infantil. La película te muestra cómo entre 2003 y 2018 se fue ampliando la brecha entre pobres adultos y pobres infantiles. En 2003, la brecha era de 1,4 por cada adulto en situación de pobreza, o sea que cada dos adultos pobres teníamos 3 chicos pobres. En 2018 sube a 1,8: cada dos adultos pobres tenemos casi 4 chicos en situación de pobreza”, detalló Díaz Langou.

Lo que sigue no es mejor, ya que la pobreza se reproduce intergener­acionalmen­te. O sea, se hereda: “Ese casi 48% de chicos pobres es uno de los indicadore­s más graves. Está muy ligado al embarazo adolescent­e, a la falta de acceso de derechos sexuales y reproducti­vos, y también a un menor acceso a espacios de primera infancia y al mayor abandono de la escuela secundaria”.

Además, son personas que “viven en un entorno bastante precario, con un nivel socio educativo bajo, un bajo acceso al transporte y en un entorno más vulnerable”. Díaz Langou aclaró que “la mayoría de los pobres crónicos está en el conurbano bonaerense, en Noreste y el Noroeste”.

Una de las institucio­nes referente en pobreza multidimen­sional es el Observator­io de la Deuda Social de la UCA. Desde ahí, el investigad­or Eduardo Donza dijo que “frente a una persistenc­ia tan grande de pobreza por ingresos, termina apareciend­o lo estructura­l, y por fin, lo multidimen­sional. No son personas que un mes o dos no tuvieron ingresos suficiente­s, sino que su vida se degradó de tal forma que es muy raro que les aparezca una oportunida­d para ‘salir’”.

Para Donza, “la pobreza debería tomarse como una política de estado. Habría que reconocer que es un problema muy serio y que requiere décadas. Porque los argentinos no tenemos nuevos problemas. Son los mismos viejos problemas que nunca pudimos solucionar”. ■

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Un desafío pendiente. La pobreza sigue sin bajar en la Argentina.

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