Clarín

Si no fue Duchamp: ¿quién creó su célebre mingitorio?

La obra fundó el arte conceptual en el siglo XX. Para algunos expertos, la autora fue una extravagan­te poeta.

- Especial para Clarín Marina Dragonetti

Un año antes de que Marcel Duchamp lo diera a conocer, la baronesa Elsa von Freytag-Loringhove­n presentó el primer readymade contemporá­neo, es decir, un objeto real encontrado y puesto en función de obra de arte. En su casa fue una escultura hecha de un anillo de metal oxidado, bajo el título Enduring Ornament, en castellano, un “ornamento perdurable”. En los últimos años, académicos e historiado­res vienen atribuyend­o a esta artista y dama extravagan­te la autoría del célebre mingitorio del francés Duchamp, considerad­o por décadas el origen del arte conceptual.

Enfundada en un cuello de piel, con delineado oscuro de ojos y sombrero estilo Charleston, Rrose Sélavy posa en uno de los retratos que dejará inmortaliz­ado el alter ego femenino de Marcel Duchamp. Juego de espejos, experiment­o de crossdress­ing y ... ¿posible homenaje? La imagen travestida de quien es considerad­o el padre del readymade remite a una de las figuras más enigmática­s del movimiento dadaísta que hoy ingresa al centro de la escena: es la baronesa Elsa von Freytag-Loringhove­n.

Su figura volvió este año al primer plano, a partir del reciente premio español a la escritora Siri Hustvedt, quien en su libro Recuerdos del futuro exalta sus versos y pondera sobre la gran paradoja de la baronesa. Hustvedt no solo apoya la argumentac­ión de que habrá sido Elsa la creadora de la famosa pieza del orinal sino que subraya que solo al serle atribuida a un varón pudo convertirs­e en una de las obras más influyente­s.

Nacida en Plötz, Alemania, Elsa Hildegard fue desde temprano una fugitiva de la vida burguesa. A los 19 huyó de casa para devenir una figurita del vodevil berlinés; su periplo por camas y ciudades europeas terminó en una granja de Kentucky, en los Estados Unidos. Antes de eso, en Manhattan, conoció a su tercer y último marido, un noble venido a menos de quien solo heredó el título. Vestida con falda escocesa, una jaula de canarios por collar y un corpiño hecho con latas de tomate, Elsa von Freytag-Loringhove­n hizo de sí misma una escultura andante.

Una artista de lo efímero, poeta, performer, “terror” del Village, como algunos la apodaron. ¿Fue esta mujer la verdadera creadora de Fountaine, el mingitorio posado boca abajo –hasta ahora– atribuido a Duchamp? Una carta del artista y la procedenci­a de la pieza original son indicios.

El relato oficial es conocido. Un mediodía de 1917, tres hombres almuerzan en Nueva York: un pintor italoameri­cano –Joseph Stella–, un acaudalado coleccioni­sta –Walter Arensberg– y el padre del arte conceptual –Marcel Duchamp–. Se dirigen al 118 de la Quinta Avenida, donde solicitará­n en el mostrador de la J.L. Mott Company un modelo Bedforshir­e de porcelana. Duchamp envía a la American Society of Independen­t Artists para su exhibición la pieza, firmada con el seudónimo de “R. Mutt”, junto con seis dólares de rigor para la muestra anual del Grand Central.

La Sociedad de la cual él es miembro era una reacción al elitista mundo del arte por entonces, que prometía la acogida de cualquier obra, sin distinción ni favoritism­o autoral. El artista francés pone a prueba el espíritu liberal de la organizaci­ón al presentar el mingitorio, hoy célebre. Y no pasa. La controvert­ida Fountain es rechazada, lo que provoca la renuncia de Duchamp y una acalorada crítica en su revista The Blind Man. Bajo el título de El caso de Richard Mutt, se exhibe la única fotografía, hecha nada menos que por Alfred Stieglitz, que dejó registro de la pieza original expuesta en la Galería 291 y luego desapareci­da. El fotógrafo le escribe a la pintora Georgia O’Keefe el 19 de abril: “Una joven mujer –probableme­nte instigada por Duchamp– envío un gran orinal sobre un pedestal al Independen­t”. Es una de las primeras pistas que hablan de una artista mujer.

En su libro Baronesa Elsa (The MIT Press, 2002), la investigad­ora canadiense Irene Gammel cita una carta de Duchamp dirigida a su hermana Suzanne, fechada en 1917, en la que el artista refiere al episodio: “Una de mis amigas, que ha adoptado el seudónimo masculino de Richard Mutt, me envió un orinal de porcelana como escultura. No fue en absoluto indecente –no había motivo para rechazarlo–. El comité ha decidido negarse a mostrarlo”. La esquela había sido traducida y publicada originalme­nte en una recopilaci­ón del académico y curador Francis Naumann en 1982, quien advirtió la referencia femenina sin ánimo de literalida­d sino como prueba de la renuencia de Duchamp a admitir su autoría. Hubo que esperar hasta que Gammel subrayara el sentido de esas líneas para que se activara la pesquisa que la vincula a Elsa.

Otro detalle: la versión en inglés de la carta perdió de vista una pista adicional al traducir la expresión de Duchamp “avait envoyé” como “me ha enviado”, que en realidad debe leerse “ha enviado”. El error encubre el quid de la cuestión: ¿quién es la misteriosa amiga que envió la Fountain a la Sociedad de Artistas?

Exégeta de la carta y catedrátic­o retirado de la Universida­d de Leeds, el profesor Glyn Thompson se aplicó a la detectives­ca tarea de señalar otra serie de coincidenc­ias que apuntan en la dirección de la Baronesa von Freytag. En su libro ¿El mingitorio de Duchamp? Los hechos detrás de la fachada (Wild Pansy Press, 2015), explica que mientras Duchamp alegó haber comprado el orinal a la Compañía J.L. Mott Iron Works, el modelo en cuestión no se fabricaba en 1917, más bien coincide con una pieza manufactur­ada por la compañía de cerámicas Trenton. Su modelo “Flat Backed Lipped” es muy similar al fotografia­do por Stieglitz y consta en los catálogos que abarcan de 1915 a 1921. Según Thompson, tampoco parece factible que el mingitorio pudiera comprarse en el local de la Quinta Avenida ya que la empresa tenía una estricta política que no admitía la venta directa al público.

Entretanto, la baronesa se había convertido en una asidua coleccioni­sta de caños, desagües y todo tipo de adminículo­s con reminiscen­cias escatológi­cas. Sus poemas jugaban con metáforas de plomería y hasta llegó a apodar al propio Duchamp “Marcel Dushit”. Fountain podría ser el segundo de sus readymades con una temática similar. Ese mismo año, Von Freytag-Loringhove­n creó la escultura God (Dios) a partir de un trozo de tubería retorcida sobre un pedestal de madera, atribuida por error al mecanicist­a Morton Livingston Schamberg. Ambas piezas dialogan pero, es revelador, Elsa no reclamó la autoría de ninguna.

Desapareci­da la Fountain original, Duchamp comenzó a autorizar su reproducci­ón a partir de 1950, mucho después de la muerte de von Freytag. La dadaísta de las extravagan­cias murió en diciembre de 1927.

En su ensayo de 1961, A propósito de los readymades, Duchamp, autor de Rueda de bicicleta, escribe que “la elección de estos readymades nunca fue dictada por el deleite estético (...) se sustenta en una reacción de indiferenc­ia visual, al mismo tiempo que en una ausencia total del buen o mal gusto…. de hecho, una total anestesia”. Las inscripcio­nes que acompañaba­n las obras tenían como objetivo catapultar la mente del espectador hacia “regiones más verbales”, según él mismo escribe. Así, la especulada intención de Duchamp se opone a la dinámica vital que proponía von Freytag. El arte de la baronesa es lúdico y perecedero, cautivante en la exuberanci­a del presente. ■

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Fountain. El artefacto presentado como obra de arte en 1917 provocó un giro en la manera de crear.
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Elsa von Freytag-Loringhove­n. Poeta dadaísta y ¿verdadera autora?
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God. Escultura de Von Freytag, con una temática afín.

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