Clarín

Face App y el espejo del baño

- Juan Tejedor jtejedor@clarin.com

Primero los vi a todos en FaceApp: mis compañeros de redacción, los políticos, Messi, mis cuñados, los jugadores de Independie­nte, un bebé genérico, Mirtha Legrand, Del Caño. Entonces decidí hacer la prueba. Fui al baño, me peiné como siempre, encendí todas las luces, saqué las cosas (desodorant­e, quitaesmal­tes, un cacho de algodón, un jarabe viejo) de delante del espejo del botiquín, traté de poner cara de yo y me miré. Es verdad, funciona. Me parezco a mí, estoy unos 20 o 30 años más viejo pero sigo viéndome como quien soy. En el devenir repetitivo de los días - esa es la trampa- pareciera que somos siempre la persona que somos ahora. No creo que el asunto funcione así. Yo fui “Juan de chico”, “Juan de más grande” y ahora “Juan de más viejo”. Y entre todos esos está Juan, el de base, el de la foto para filtrar con la aplicación.

Con los famosos es más fácil de determinar. Está claro que el Maradona actual es la adultez mayor del Diego que nos hizo felices. O Paul McCartney: él, directamen­te es “el ex Beatle”, bien clarito. Empezamos a ser, en algún momento somos y después seguimos siendo. Con la gente común no salta a la vista, pero no tiene por qué ser distinto. ¿Me van a decir que yo, en toda la extensión de mi vida, soy este a quien las cejas quieren crecerle como toldos y le duelen las rodillas de vez en cuando, más que aquel que podía jugar dos horas al fútbol y un rato después salir de joda?

Para que el FaceApp del teléfono fuese mínimament­e certero, a uno deberían dolerle las articulaci­ones mientras mira su cara de viejo. En ese sentido, es mucho más preciso el del espejo de la puerta del botiquín. ■

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