Advierten por los usos ocultos de las apps gratuitas que alteran fotos
EL FUROR POR FACEAPP
En las últimas semanas se popularizó en todo el mundo una aplicación para celulares que permitía “envejecer” los rostros de cualquier persona. Los famosos la convirtieron en tendencia y millones de usuarios la descargaron, muchos de ellos en Argentina. Ante ese fenómeno, especialistas en seguridad digital señalan que con ese tipo de programas se están creando enormes bases de datos con rostros, que luego se venden y se utilizan para entrenar sistemas de inteligencia artificial. Afirman que de esa manera distintas empresas pueden predecir decisiones de consumo de la gente.
Ocurrió en pocas horas y hace dos semanas. A algunos les crecieron canas, otros perdieron pelo, algunos más tuvieron los dientes amarillentos, deteriorados, y todos se arrugaron. En apenas un rato los grupos de WhatsApp - esa caja de resonancia de la tendencia virtual que toque vivir cada día- se llenaron de fotos que pretendían ser, también, un viaje en el tiempo. Los amigos, los compañeros de trabajo, los padres, los mismísimos dueños de cada celular, todos envejecidos.
La aplicación FaceApp, a través del uso de inteligencia artificial, hizo que cientos de miles de personas se asomaran al paso de los años: alcanzaba con sacarse una selfie para que el sistema la procesara y la devolviera "bajo los efectos de la vejez". Un envejecimiento estándar que hizo que 12,7 millones de personas descargaran la aplicación en sólo una semana y que se multiplicaran los comentarios del tipo "estás igual a tu mamá", "sos igual a tu viejo" o "pierdo todo el comedor".
Primero en las redes y después en los medios de comunicación, vimos envejecer a Lionel Messi, a Lali Espósito, a Marcelo Tinelli, y hasta a John Lennon, a quien alguien decidió pasarlo por el filtro de FaceApp y salvarlo por un rato de los balazos de Mark Chapman. Días después, y aunque con menos repercusión que FaceApp, se popularizó AI Portraits, una app desarrollada por el MIT que también usa reconocimiento facial e inteligencia artificial para hacer que las selfies se vean como obras de pintores como Rembrandt, Van Gogh o Caravaggio.
En cuanto a FaceApp, tal vez su truco más seductor no haya sido la velocidad con la que procesaba y permitía compartir la imagen, ni haber sido gratuita, sino que la propuesta de asomarse a la vejez vino con la garantía que tienen los pasajes de ida y vuelta: muy divertido el viaje hasta el deterioro del cuerpo -y eso que en la foto no se ve el deterioro de la mente que traen los años-, pero enseguida la cámara devuelve la imagen actual de cada usuario. Casi como dijera: "Ya tocará estar así, pero tranquilos que todavía no".
En el apuro por subirse a la ola que había que barrenar durante esas 48 horas para no quedarse afuera, es probable que los términos y condiciones de la aplicación hayan sido aceptados sin una lectura muy profunda. No se trata de una excepción: "Los términos de uso de aplicaciones o suscripciones están entre el material más avalado y menos leído de la Humanidad", dice Beatriz Busaniche, titular de la fundación Vía Libre, una organización que se dedica a la defensa de derechos y libertades en entornos tecnológicos. Y suma: "Este tipo de aplicaciones sirven para entrenar sistemas de Inteligencia Artificial, y ante estos casos se repite ese viejo dicho que sostiene que cuando un servicio es gratis es porque vos sos el producto. Somos el conejillo de entrenamiento de no sabemos quién, y entramos en una transacción que no podemos controlar".
"Las tecnologías de reconocimiento facial están en gran avance en el mundo. Dentro de las tecnologías de machine learning, es decir, de aprendizaje automatizado, las de reconocimiento facial son las que avanzan más fácilmente. Pero son tecnologías que cometen un porcentaje muy alto de errores en su toma de decisiones: ese margen de error puede alcanzar hasta un 90%", describe Natalia Zuazo, autora del libro Los dueños de Internet y directora de Salto, una agencia de comunicación tecnopolítica. "Hay aplicaciones como FaceApp que, a la vez que se viralizan, están
Con estas apps, nos volvemos el conejillo de entrenamiento de no sabemos quién”. Beatriz Busaniche
Presidenta de la Fundación Vía Libre
entrenando sus capacidades de re
conocimiento facial. ¿Por qué se vuelven populares? Supongo que porque hay algo del ego que se pone en juego cuando se trata de nuestro rostro", describe.
Julio López es tecnólogo y sostiene: "Lo que no pagás con tarjeta de crédito lo estás pagando con datos. La pregunta que hay que hacerse siempre es si conviene o no: ¿me conviene usar Google y que me dé todo, mail, antivirus, aplicaciones, todo gratis a cambio de saber quién soy?
Si la cuenta te cierra, adelante. Y si no, siempre hay una alternativa paga. En el caso de FaceApp hubo una especie de paranoia porque los desarrolladores son rusos y se desató algo así como una Guerra Fría digital. Pero todo el mundo ya compartió sus datos en Twitter, Facebook, Google".
"Nos serena pensar que, como otras aplicaciones ya tienen nuestros datos, no hay ninguna complicación en dárselos a una más. Pero supongamos que los datos ya los tienen Instagram y Facebook, y ahora se suma una base más: esos datos se cruzan, y las bases de datos cruzadas son las que más valen.
En algún momento, con el cruzamiento de datos, se determinó que los padres solteros que compraban pañales en Estados Unidos también compraban su pack de latitas de cerveza. Entonces con ese dato empezaron a hacer promociones combinadas. ¿Qué van a hacer con FaceApp? Tal vez delimitar el segmento al que le tienen que vender una crema anti
age, por ejemplo", explica Zuazo. "Nuestro rostro es un dato personalísimo que puede ser usado en cuestiones de género, de edad, étnicas. Con nuestros datos biométricos pueden discriminarnos por nuestra pertenencia a determinado grupo. Sabemos que hay un peligro, pero todavía es un peligro muy abstracto, ante el que no hemos tomado la suficiente conciencia,
y mientras tanto nuestros datos y la tecnología entrenada se venden a regímenes democráticos y autoritarios, y a empresas", suma Busaniche. "El Gobierno de la Ciudad, por ejemplo, presenta como un elemento de promoción fantástico su sistema de reconocimiento facial, que es algo fuertemente invasivo y con un número altísimo de falsos positivos, que a nivel global alcanzan el 80 o 90% de los casos", sostiene la titular de Vía Libre.
"El algoritmo nos va a alcanzar igual, pero que nuestros datos biométricos estén más en nuestras manos es una manera de que no sea tan inexorable", afirma Zuazo. Para eso, los consejos de la experta son "no bajarse cualquier app sin pensar qué beneficio se obtiene de eso, mentir un poco en los datos que se dan, y respetar el cuerpo del otro, preguntarle si puedo publicar su foto". Para Busaniche, "la vulneración de la privacidad no es un problema técnico e individual, sino político, por eso la defensa de esa privacidad debe ser colectiva". Algunas pinceladas de lo que conviene recordar la próxima vez que el pulgar esté cerca de la parte de la pantalla que dice "Aceptar y continuar". ■