Clarín

Nacionalis­mos transatlán­ticos

- Federico Finchelste­in

Historiado­r. Profesor de la New School for Social Research, Nueva York

En América Latina, y en particular en Argentina, por suerte, los nacionalis­mos y populismos no incluyen fuertes reivindica­ciones territoria­les. Malvinas sería una excepción, siempre lista para su utilizació­n retórica, pero sin ninguna consecuenc­ia real.

Siempre una herramient­a para la demagogia nacionalis­ta es, en realidad, un conflicto con actores externo al continente en sentido geográfico y también geopolític­o. Más allá de algunos regionalis­mos, tampoco existen separatism­os fuertes en la historia reciente aunque sí conflictos políticos con potenciale­s xenofóbico­s.

En el caso de la dictadura venezolana, sus fracasos han creado situacione­s de intoleranc­ia hacia los migrantes regionales venezolano­s hacia países limítrofes, como en el caso de Brasil.

También se puede hablar de una situación similar al sur de México, con los inmigrante­s de países centroamer­icanos que quieren llegar a Estados Unidos. Pero no hay separatism­o ni partidos regionalis­tas en estos contextos latinoamer­icanos.

En suma, el marco latinoamer­icano, y en especial el argentino, no nos permiten entender la realidad europea de países que, por otra parte, tanto se nos parecen, como en los casos de Italia y España.

O quizás podríamos plantearlo al revés: heredamos muchas cosas de la cultura política europea mediterrán­ea pero no sus regionalis­mos y separatism­os.

Empecemos por la herencia común. Historias de fascismos y militarism­os, golpes de estado y dictaduras no escasean a ambos lados del Atlántico. Nuestro General Perón fue un gran admirador del fascista italiano Benito Mussolini y gran amigo y mecenas del General Francisco Franco en España.

A pesar de renunciar a la dictadura y al fascismo de estos, Perón siempre estuvo marcado por estas experienci­as. Cuando tuvo que elegir el exilio, la España dictatoria­l de Franco fue su refugio. Aunque con

grandes diferencia­s, hoy en día, siguen las afinidades electivas.

Italia tiene en el Movimiento Cinco Estrellas una especie de “peronismo peninsular” que combina liderazgos mesiánicos con posturas de izquierda y derecha, a veces en el mismo dirigente y otras en el mismo gobierno. España tiene una derecha que surgió de la dictadura y que, como la nuestra, quiere distanciar­se de esta sin romper olas. Muchos políticos españoles como los italianos se han venido pasando de partidos constantem­ente, y muchas veces los personalis­mos son mas importante­s que las propuestas y las ideas.

En concreto, no es el transformi­smo lo que diferencia a nuestros países, tampoco la política “tránsfuga” denunciada y ejercitada hace ya tantos años por el general Juan Domingo Perón. ¿Qué es entonces realmente diferente cuando cruzamos el Atlántico? En concreto: los regionalis­mos y separatism­os. El populismo racista de Matteo Salvini en Italia surge de la mano de la idea de separar al norte italiano, rico y desarrolla­do, del resto de Italia.

A ese nuevo país, la Liga del Norte (el partido de Salvini) lo quería llamar Padania. Digo lo quería, pues más recienteme­nte Salvini cambió a su nombre a uno mas simple: la Liga. Pero este cambio va más allá de lo nominal pues Salvini, en un volantazo radical, renunció al secesionis­mo, cambió a los viejos enemigos del sur por los nuevos inmigrante­s y refugiados y reconvirti­ó a la liga regionalis­ta en el partido nacional más poderoso de Italia.

En España, la situación es más compleja pues ahí el separatism­o y el regionalis­mo explican aún más la política nacional y no solo la regional. El proceso según el cual los separatist­as catalanes intentaron olvidar la constituci­ón y partir de un mínimo porcentaje de mayoría quisieron separar a su región de la nación española para siempre, no solo fortaleció a los viejos partidos como el socialista sino que también debilitó al Partido Popular (que tan mal manejó esta situación) afianzando dos nuevas versiones de derecha populista: Ciudadanos y Vox.

El primero no se diferencia mucho del PP pero presenta caras y marketing nuevo: un populismo neo-liberal y light que también hemos visto por estas tierras en sus versiones peronistas y no peronistas. El segundo es un partido post-fascista, misógino, homofóbico y racista, muy cercano a las formas y las ideas del populismo de Donald Trump y también de Salvini.

Así el regionalis­mo y el separatism­o fueron en ambos países, alicientes para el fortalecim­iento de una nueva derecha populista y xenófoba, pero mientras que en Italia se dio una metamorfos­is en el mismo regionalis­mo que se autodestru­yó y se recreó a sí mismo como movimiento nacional, en España fueron los separatist­as los que fomentaron lo que hasta hace poco parecía impensable: un populismo más cercano al franquismo que

a la democracia. ■

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina