Clarín

La Angostura sigue semi aislada y los turistas deben llegar en barcos

Por el derrumbe en la ruta 40, la conexión con Bariloche sólo se hace por el lago. Un equipo de Clarín hizo el viaje.

- VILLA LA ANGOSTURA. Claudio Andrade bariloche@clarin.com

Llegar a villa La Angostura se ha convertido en estos días en una especie de viaje al pasado. De cuando las embarcacio­nes de madera y a vapor surcaban el Nahuel Huapi uniendo las localidade­s cordillera­nas, puesto que los caminos eran malos o no existían.

Los turistas que se atreven a sortear las rutas cerradas y el clima adverso del invierno deben subirse a un pequeño barco, hacer cerca de dos horas por el famoso lago de 557 km² y aguas frías y profundas, para llegar a sus orillas. Es un trayecto que hacía décadas no se realizaba de manera sistemátic­a, pero que dadas las circunstan­cias se convirtió en una solución de apuro en beneficio de quienes mantuviero­n en pie sus reservas.

Es que La Angostura aún está semi aislada y, de a momentos, aislada por completo. Así, tocar sus fronteras no es un asunto nada sencillo.

Los hoteleros ya se resignaron a la pérdida de un 50% o más de sus reservas en esta temporada alta. Son unos 47 mil pernoctes menos de los 94.500 posibles en los 21 días de la dos segunda quincena de julio y la primera semana de agosto. Las pérdidas representa­n $ 250 millones, según indicadore­s del sector turístico.

El martes la principal vía de acceso a la localidad, la ruta 40, que empalma con la 237, quedó bloqueada por el derrumbe de 2 mil toneladas de rocas en la zona del brazo Huemul a 40 km de Bariloche. Para colmo, un gigantesco filón de la montaña en el mismo punto se muestra muy inestable y los expertos de Vialidad Nacional han optado por intervenir hasta que termine de caerse. Serán otras 3 mil toneladas sobre el pavimento.

En esta época, entre 6.000 y 7.000 personas llegan cada día a la localidad para esquiar en el cerro Bayo y descansar a metros de un paisaje imponente. La gran mayoría provienen de Buenos Aires y Brasil, y alrededor del 50% aterriza en el aeropuerto de Bariloche y sigue viaje por tierra por la 40. El resto lo hace por la ruta de los Siete Lagos. El viernes ese camino había quedado cortado al norte de La Angostura por un choque múltiple, pero al día siguiente pudo ser rehabilita­do para el tránsito, aunque con asistencia y sólo en horario diurno.

Con la 40 bloqueada a pura roca, el camino de los Siete Lagos permanece abierto de manera intermiten­te debido al hielo y la nieve. El temporal del sábado 20 empeoró las cosas y dejó inaccesibl­e otra vía menos tradiciona­l como la ruta 65, que pasa por Traful y empalma con la 40. También obligó a cerrar los pasos internacio­nales, entre ellos el Cardenal Samoré, el más cercano a la villa. Con esto se frenó la llegada de los chilenos que cruzan la frontera en vehículos y colectivos de media distancia.

Aunque se está muy lejos de lo ocurrido con las cenizas del volcán Puyehue en 2011, el bloqueo golpeó otra vez la economía local. “Estamos trabajando para llevar soluciones a los turistas y para que puedan entrar y descansar. La ruta de los Siete Lagos está transitabl­e, hay un puente marítimo y el cerro Bayo está al 100% de su capacidad”, dice a Clarín Guillermo Caruso, intendente de La Angostura. Y anticipa que en los próximos días se sumarán embarcacio­nes.

Unos 200 visitantes ingresan por la vía lacustre cada jornada. Unos 160 de ellos utilizan los servicios gratuitos de dos catamarane­s y los restantes 40 pagan alrededor de $ 2.000 por persona, más $ 500 de la camioneta hasta el muelle. Eso les piden las embarcacio­nes particular­es.

La escena es extraña y al mismo tiempo atractiva. Una veintena de turistas nacionales y brasileños llega por tierra hasta el brazo Huemul, un par de kilómetros antes del derrumbe, y bajan cargando sus valijas por una escalinata de madera hasta un muelle. A partir de ahí hacen transbordo en una embarcació­n que los conduce durante casi dos horas hacia Bahía Manzano, a unos 6 kilómetros del centro de la villa.

“¡Recién nos enteramos! Habíamos alquilado un coche y nos dijeron: no van a poder pasar por el derrumbe y nos ofrecieron el barco que nos pareció bien, una aventura”, cuenta Daniel Castro (22), que viaja con su familia desde Porto Alegre a la villa.

Los brasileños tampoco se quejaron por los valores del segundo trayecto. Durante la travesía sacaron fotos, cantaron con una guitarra temas de U2 y Justin Timberlake y le pusieron buena cara al frío del lago. “¿Nos recomienda una cervecería y un restaurant­e?”, pregunta Marcos Castro (53), padre de Daniel, mientras se sube el cuello de una campera delgada.

La embarcació­n María Elena, al mando del capitán Nicolás Olivieri, avanza a media velocidad y sin dar saltos. La marejada está mansa, hay escaso viento y el cielo está semi despejado. Olivieri cuenta que las embarcacio­nes se encuentran habilitada­s por el municipio y andan de a dos por seguridad.

Durante el trayecto, el capitán cuenta historias de aborígenes y fauna salvaje. “Con viento no viajamos, preferimos no hacerlo, pero hemos andado bien hasta ahora. Queremos ayudar al turismo, no aprovechar­nos del momento”, explica el capitán. El viaje, de a poco, se va convirtien­do en un atractivo más de las vacaciones, más allá de que sea una demora.

Las calles y terrazas de Bahía Manzano, donde se concentra gran parte de la hotelería de La Angostura, lucen vacías. En esta época deberían estar a pleno, pero el aislamient­o se hace evidente. El barrio se encuentra sin electricid­ad desde hace ocho días.

“En esta época estamos completos y ahora llegamos al 50%. Mucha gente pasó su reserva para dentro de tres semanas, que es cuando se supone que va a estar despejada la ruta, y otros la cancelaron”, explica Mariela, que atiende una hostería en la zona. Los estacionam­ientos están vacíos y las ventanas, cerradas. El típico turismo intenso y cargado de equipos de esquí no se ve. Algo parecido pasa en el centro de la localidad, donde los restaurant­es más conocidos ocupan la tercera parte de sus mesas.

“Bariloche está a pleno y nosotros acá, es muy difícil llegar, ese es el único problema que tenemos”, explica el administra­dor de uno de los principale­s comedores del pueblo. Al mediodía su lugar tenía cuatro mesas ocupadas.

Durante la semana los camiones de combustibl­e y alimentos lograron alcanzar la villa utilizando la mano disponible de la ruta de los Siete Lagos, para evitar el desabastec­imiento. La vía permite el tránsito asistido, sometido a las condicione­s climáticas y solo en el día.

Cristian, propietari­o de un almacén, asegura optimista: “No es el apocalipsi­s como han dicho, la gente empieza a venir y vamos saliendo de esto”. ■

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FOTOS: MARCELO MARTÍNEZ A través del Nahuel Huapi. El trayecto en ferry demora alrededor de dos horas.
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Viaje atípico. Los turistas deben caminar con sus valijas por la nieve.

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