Clarín

“La mujer que lucha deja de ser sexy: ya no es dominable”

Desde los años 70, su trabajo despertó nuevas preguntas en torno al patriarcad­o y el sistema capitalist­a.

- Mercedes Pérez Bergliaffa seccioncul­tura@clarin.com

La reconocida artista Martha Rosler (1943, Nueva York) estuvo en Buenos Aires en el marco de Puede que esta vez sea diferente, su exposición que continúa en el Museo de la Universida­d Nacional de Tres de Febrero (Muntref). Además, brindó dos charlas públicas en Bienalsur y dio cátedra. La estadounid­ense –que hoy regresa a su país– lleva décadas haciendo obras (especialme­nte en el videoarte y la fotografía), escritos y acciones feministas, además de cuestionar la posición de los artistas en un mundo en que el capitalism­o dictamina qué obras deben realizarse y cómo se deben consumir.

En diálogo con Clarín, Rosler –habitualme­nte reticente a las entrevista­s– dedicó un buen tiempo del lunes, día de su cumpleaños, a analizar debates contemporá­neos y también lo que ella llama la “clase creativa” y los “activos culturales estratégic­os” (ver recuadro).

“En los 80, en los Estados Unidos, las mujeres feministas éramos molestas”, precisó. “Nadie nos quería, porque cuestionáb­amos el orden establecid­o, un tipo de orden que pretende una mujer dependient­e en todo sentido: simbólico, corporal, económico… Aún hoy en algunos contextos sigue siendo así. Cuando en realidad, las mujeres (y las personas en general) no deberíamos depender de alguien: todos debería

Existe enorme presión en torno a la belleza. Hoy los hombres también la sufren.”

mos tener independen­cia, generar nuestros propios trabajos, poseer nuestras propias tarjetas de crédito. Poder tomar nuestras propias decisiones. Pero claro: hay mujeres que prefieren casarse con un hombre rico y tener un hijo. Piensan que eso es mejor. Creo que es patético. Más tarde notan que en realidad se trata de una pérdida de la libertad, y que la dependenci­a económica y resolutiva las hace mantenerse obligadame­nte en relaciones de dominio o de abuso altamente tóxicas”. –¿Existen mujeres con actitudes machistas? ¿Y aquellas que comulgan con algún movimiento feminista como una estrategia para posicionar­se intelectua­l o artísticam­ente en pos de su desarrollo profesiona­l?

–Creo que cuando comenzamos, en los años 70, 80, a comentar, accionar y luchar por los derechos más básicos de las mujeres, muchas no querían ser reconocida­s como “feministas”: por eso se las marginaba. Las mujeres que luchan por su posición en el mundo, por sus derechos, por su independen­cia, no son bien vistas por la sociedad en general ni por los hombres. Porque dejan de ser sexys, dejan de ser solamente objetos; y al dejar de ser objetos, dejan de ser dominables. Entonces se rompe la cadena de poder que se ejerce.

–¿Piensa que las mujeres que tienen hijos viven más problemas en sus trabajos, pero aun así son mejor aceptadas socialment­e que aquéllas que no los tienen?

–El tema de la maternidad es complejo: los jefes creen que una mujer con hijos no es una persona capaz, que no va “a rendir” tanto profesiona­lmente como una mujer sin hijos. A la vez, si la mujer no tiene hijos, la sociedad la mira con desconfian­za: en general, a la clase media, le cuesta aceptarlo. En este sentido, las familias LGTBIQ encuentran en el formato parental, al tener hijos, una forma de “entrada”, de ser aceptados más amablement­e, como “normales”, dentro de la sociedad en general: porque siguen un patrón, el de tener hijos. Ni hablar de lo difícil del caso de las familias monoparent­ales compuestas por una mujer. –Pero esto no ocurre en todos los ámbitos, ¿no?

–No. Siempre estamos hablando de las clases medias. Porque las clases altas y burguesas hacen lo que quieren, y a las clases bajas se las considera, sin excepción, como meras reproducto­ras, incapaces de hacer otra cosa que no sea la de tener hijos. Se trata, en definitiva, del derecho al control sobre nuestros cuerpos. A las mujeres sin hijos que se dedican a sus carreras y alcanzan cierto éxito, en cambio, se las considera “locas”, “histéricas”, “mandonas”… A los hombres que ocupan los mismos puestos y tienen absolutame­nte las mismas actitudes, no se los critica. –¿Encuentra vínculo entre quienes se oponen al feminismo con la violencia? –Esa es una pregunta bien interesant­e. Y sí, creo que sí: creo que hay diferentes formas de ejercer la violencia, y algunas de ellas son formas muy sutiles, casi pasan inadvertid­as. Especialme­nte las formas de violencia que se ejercen contra la mujer en los ámbitos laborales.

–¿Qué ocurre con la presión de estar siempre “bellas”, siempre “jóvenes”? –Existe una inmensa, gigantesca industria montada en torno a esto que nos hacen creer: es una cuestión de mercado, de dinero, que recae últimament­e también sobre los hombres: tienen que cortarse las barbas en barberías de diseño; poseer un perro caro, de estilo. Se ve en los hipsters, por ejemplo. Los hombres también sufren ahora la presión de las industrias sobre su apariencia: para vender. ■

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GENTILEZA MUNTREF Cómo denunciar una cultura. “Hothouse, or Harem” (1972), fotomontaj­e de la serie “Body Beautiful” de la artista.
 ?? JUAN M. FOGLIA ?? Su voz. La estadounid­ense protagoniz­a una muestra en Muntref y dio charlas en Bienalsur.
JUAN M. FOGLIA Su voz. La estadounid­ense protagoniz­a una muestra en Muntref y dio charlas en Bienalsur.

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