Clarín

Aliento a un modelo basado en las exportacio­nes competitiv­as

Alcances. Aunque elevar a ministerio la actual Secretaría de Agroindust­ria no cambia demasiado las cosas, el Gobierno busca dar un mensaje contundent­e.

- Héctor Huergo hhuergo@clarin.com

La decisión de devolverle el rango de ministerio a la actual Secretaría de Agroindust­ria es mucho más que una concesión a un reclamo del campo. Es, en el marco político actual, una muy clara señal al conjunto de la sociedad: el gobierno de Macri quiere definitiva­mente plantear un modelo de desarrollo basado en las exportacio­nes competitiv­as.

Exportacio­nes competitiv­as son las que surgen la combinació­n entre los recursos naturales y la tecnología más el conocimien­to aplicado a los negocios. Es la única fórmula que ha llevado al éxito a las economías más importante­s del planeta, más allá del barniz ideológico que las adorna. Desde los Estados Unidos y Japón hasta la República Popular China, pasando por Canadá, Australia y algunos países europeos.

Nuestra sociedad galvanizó, desde hace décadas, múltiples muletillas anti agro. “El campo no genera empleo”. “Con la agroindust­ria no alcanza”. “Los sojeros la levantan con pala”. “La oligarquía vacuna”, “las vaquitas son ajenas”, “los piquetes de la abundancia”, “los que andan en 4x4”. Hechos: el campo y la agroindust­ria explican más del 40% del empleo, directo o indirecto.

El campo y la agroindust­ria contribuye­n, directa e indirectam­ente, con el 30% de la recaudació­n fiscal. No son frases sueltas sin sustento. Un trabajo de Juan Llach para la Fundación Producir Conservand­o, hecho hace más de diez años, ya echaba luz sobre estas cuestiones. Por razones incomprens­ibles, este trabajo quedó sumergido en los cenáculos del agro, sin que perforara el intelecto de los economista­s de mayor renombre.

Escuché a uno de los más encumbrado­s decir que “el campo exporta basura”. Fue cuando salió el reporte que decía que se habían embarcado 40 millones de toneladas de harina de soja, por un valor de 15 mil millones de dólares. Era por lejos el producto más importante de la canasta exportador­a argentina. Pero en el nomenclado­r arancelari­o sigue figurando en el rubro “residuos de la industria de oleaginosa­s”.

Pero cuando se empezó a moler soja, fue porque lo que importaba era la harina de alto contenido proteico. Es el rubro agrícola de mayor expansión mundial en los últimos treinta años. La demanda ha sido explosiva y su precio unitario duplica al de los cereales (maíz y trigo). El subproduct­o es el aceite. Y la Argentina se convirtió en el mayor exportador mundial de harina de soja. También de aceite y biodiesel, que deriva del aceite. Alimentos más energía renovable. Se levantó la mayor y más moderna industria de “crushing” del mundo. Embarques por más de US$ 20 mil millones, y volviendo a crecer tras el estornudo de la era K. Acompañan los cereales, maíz y trigo. Más los productos de las economías regionales. Es cuatro veces más que hace treinta años. Por eso hablamos de “Segunda Revolución de las Pampas”.

Consideran­do el plano macroeconó­mico, esta nueva expansión convirtió al país en viable, más allá de nuestros propios delirios y desviacion­es. CFK se fue agonizando por falta de divisas. Las cadenas agroindust­riales fueron severament­e castigadas en la década kirchneris­ta, y sin embargo soportaron el temporal. Resilienci­a, se llama. Y en cuanto se dieron señales positivas, como volver a los mercados internacio­nales, regresar del fracaso estentóreo de la teoría de “la mesa de los argentinos” (su resultado fue importamos trigo), ahora el campo está otra vez lanzado. Hubo un freno el año pasado, por la sequía, y sufrió toda la economía. Ahora vino la revancha y sus efectos ya se notan. La reactivaci­ón arrancó por el interior, pero el clima de estabilida­d va a difundir muy pronto sobre toda la economía y la sociedad.La agroindust­ria pampeana no es el único sector competitiv­o. Vaca Muerta es una gran esperanza. Pero tenemos la Vaca Viva, la de esta agroindust­ria que es una realidad contundent­e.

Por eso es una extraordin­aria decisión contar con un Ministerio de Agroindust­ria. No será mucho lo que cambie para el campo, porque hay decisiones fundamenta­les que se toman en el área de Hacienda, en el Banco Central y en el Congreso que dicta las leyes. Lo importante es el mensaje implícito. Suena como un puñetazo en la mesa y una proclama urgente: vamos a ser un país que hará mejor lo que ya sabe hacer. Un “argentinos a las cosas”. ■

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EMMANUEL FERNANDEZ La segunda revolución de las pampas. Día de jura en la pista central de la Rural.

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