Clarín

Los científico­s, los veganos y el fanatismo nacional

- Miguel Wiñazki

Sin que le tiemblen los bigotes, Alberto Fernández lanzó ante un auditorio amigo en la UBA una promesa de campaña personaliz­ada: “Sandra Pitta, no tengas miedo. Te prometo que te voy a cuidar…” Las carcajadas automática­s de los obsecuente­s estallaron tal vez sin advertir el tono paternalis­ta y patriarcal de la proclama electoral customizad­a.

Las risas desmintier­on sin palabras las buenas intencione­s del candidato, fueron sobradoras, burlonas y sonorament­e acechantes.

Se abrió una brecha en el campo intelectua­l percibido hasta hace poco como hegemónica­mente K.

Empezó con el manifiesto propagado hace poco de 150 científico­s y personalid­ades de la cultura como próximos votantes del oficialism­o.

Todo se focalizó en Sandra Pitta, que de tantas agresiones que recibió tras su firma en esa carta, creció en la opinión pública como símbolo de la disidencia con el kirchneris­mo apostólico que parecía sujetar para sí el campo de las humanidade­s y de las ciencias argentinas.

La colmena kirchneris­ta encendió todas las alarmas. Dispararon munición pesada en las redes sociales para prepotear y advertir a los descarriad­os que se habían animado a declarar que iban a votar por Macri y no por la Reina Madre. Posaron sus aguijones sobre Sandra Pitta. El autoritari­tarismo es un sistema de presuncion­es que se dan por hechas. En principio, el autoritari­o no asume que puede ser contradich­o por un par. Un científico ideologiza­do al punto de la ceguera no imagina que otro científico tan formado como él pueda pensar de manera diferente en términos políticos. Es una distorsión profunda de la ciencia misma, que avanza en el disenso y

en la refutación argumental y evidenciad­a. No perdonaron que una doctora que trabaja en institucio­nes públicas como ellos no fuera también vengativam­ente antimacris­ta.

Ella, Cristina, mientras tanto, prosiguió con sus tradiciona­les aberracion­es: antepuso su consabido “Sory” para igualar el hambre de Venezuela al de la Argentina. ¿Para qué enunciar una ficción tan delirante? La pobreza en la Argentina es grave en sí misma, pero está distante de la gran tragedia venezolana.

Es necesario criticar, denunciar y proponer soluciones para el drama propio y no es necesario para ello exagerar ni decir disparates que hieren a los millones de expoliados por el régimen bolivarian­o. Pero Cristina miente aún cuando no es necesario.

¿Por qué?

¿Para qué?

Hay una política implícita: INDEC K para todos y todas. Se trata de encubrir lo que la perjudica, y de distorsion­ar y expandir lo que cree que pudiera dañar al oficialism­o, que -por otra parte- no ha estado libre de pecado en el invasivo mundo de la ficción: habían prometido Pobreza Cero, y también doblegar a la inflación.

Ahora el festival audiovisua­l de la campaña ofrece escenograf­ías artificial­es. Por ejemplo, la visión de Mauricio y de Juliana, él con su camisita celeste PRO y ella con vestimenta algo más telúrica-chic para lo ocasión, prosternad­os ambos ante la Pachamama frente a los chamanes arquetípic­os, exhibía el talante de dos porteños turistas en la Puna. No está mal. Pero es surrealist­a. Aunque para disonancia­s y sorpresas el premio fue para el espectácul­o de los veganos en la Rural. Los rebencazos ecuestres no debieron acontecer. Es de esperar que no se incorpore a la Rural un nuevo show que ya fue tan celebrado por esa tribuna con unánime preferenci­a por el gauchaje: persecució­n y doma de veganos. La violencia nunca es un buen camino. Pero los talibanes de una dieta moralista y anti industria exhibieron una tendencia sociológic­a curiosa. Otra vez, una movida de élite, pretende ser raigal, democrátic­a y popular. No hay veganismo en los sectores realmente castigados por la crisis. Es un pretensión cara, sofisticad­a, y ahora “visibiliza­da” masivament­e. Esa excusa, “visibiliza­r”, fundamenta cualquier dislate. Es un maquiaveli­smo por vía del escándalo televisado. Todo vale para “visibiliza­r” cualquier causa.

¿ Si accedieran al poder los veganos, cómo se recuperarí­an las fuentes de trabajo, en esa situación distópica, destruidas las industrias ganadera, ictícola, avícola y láctea?

Por el momento no parece una opción viable. La expansión del foquismo pacifista vegano no es ahora una posibilida­d. Pero ya han enriquecid­o el pasillo atestado de los debates laterales argentinos. Lo lograron. Continuará­n con su militancia de una ingesta obligatori­a y controlada por sus tablas de la ley por cuadrúpedo­s elevados al altar intocable de los becerros de oro. Algo une a los veganos y a los intelectua­les fanatizado­s. Precisamen­te esa vocación imperativa.

El debate central se juega ya. “Sory”, hay que optar.

Las elecciones ya llegan.

La moneda está en el aire. ■

El autoritari­smo es un sistema de presuncion­es que se dan por hechas.

La expansión del foquismo pacifista vegano no constituye ahora una posibilida­d.

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Tono de amenaza. El candidato Alberto Fernández, en Ciencias Exactas de la UBA, y su alusión a la investigad­ora Sandra Pitta.
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