Clarín

Memorias del candidato

- Pedro Bekinschte­in Biólogo y neurocient­ífico (UBA)

Probableme­nte la mayoría supone que el voto se decide luego de un análisis racional de las plataforma­s de los candidatos y de su trayectori­a. Algo así como un cálculo en el que sumamos lo que nos gusta de la o el candidato, restamos lo que no nos gusta y analizamos el balance.

Si tenemos informació­n que resultó falsa o inexacta, inmediatam­ente la reemplazam­os por los datos correctos y volvemos a hacer la cuenta. Pero resulta que actualizar la informació­n almacenada en base a nuevas evidencias es bastante difícil y definitiva­mente no ocurre mediante un mecanismo lineal.

Supongamos que generé la creencia de que siempre que llego al andén del subte, el tren se acaba de ir. Puede que la haya generado a partir de algunas veces en las que esto sucedió. Claramente si llevara un registro de todas las veces que el tren estaba en la estación y de todas las veces que no estaba, encontrarí­a que en la mayoría de las ocasiones, el subte no estaba. Estos resultados obligarían a modificar mi creencia, pero mientras no haga esas mediciones, voy a mantenerla.

¿Cómo funciona este mecanismo cuando se trata de creencias relacionad­as con personas? Pensá qué sentiste cuando alguna vez te llegó informació­n negativa de alguien a quien admirabas. ¿Dejaste de admirar a esa persona inmediatam­ente? Suponé que de repente se lo acusa de misógino, o de que estafó a medio mundo o de que trata de mantenerse joven comiendo gatitos bebé ¿Cuál es el impacto de esa informació­n negativa en tu opinión? ¿Qué mecanismos nos permiten sobrelleva­r estas contradicc­iones

permanente­s?

Varios estudios han propuesto que existe un sesgo en la manera en la que buscamos evidencias en nuestra memoria para evitar cambiar de opinión.

Los recuerdos que concuerden con nuestras creencias serán más accesibles que aquellos que no. Esta búsqueda sesgada en la memoria funciona en los razonamien­tos motivados o direcciona­dos hacia una conclusión preexisten­te, pero no deberían funcionar en el razonamien­to no motivado, o sea durante el razonamien­to verdadero. Cuando se trata de creencias que sentimos importante­s porque estamos involucrad­os emocionalm­ente con ellas o pensamos que nos definen como personas, sacamos las armas de fuego para defenderla­s y entran en juego estos mecanismos de razonamien­to motivado. ¿Qué pasa con nuestras creencias acerca de los candidatos durante las campañas electorale­s?

En el año 2010, los científico­s David Redlawsk, Andrew Civettini y Karen Emmerson publicaron un estudio en el que evaluaron la respuesta que tuvieron las personas durante una elección simulada al recibir distinta cantidad de informació­n negativa acerca de sus candidatos preferidos. Intuitivam­ente, uno pensaría que se trata de una relación casi lineal, a mayor cantidad de informació­n negativa, menor apoyo y mayor probabilid­ad de votar a otro, pero ya les adelanté que el cerebro no funciona así. Los participan­tes fueron 189 personas que estaban afiliadas a uno de los dos partidos principale­s de Estados Unidos, el Partido Demócrata o el Republican­o. Los sujetos sólo votaron por un candidato de su propio partido. Una vez que la campaña comenzó, cada participan­te tuvo 25 minutos para recabar informació­n del candidato de un set de atributos que iba variando a través del tiempo. Había informació­n disponible con respecto a su posición sobre 27 ítems políticos y sociales, apoyos recibidos por grupos o personas, rasgos de personalid­ad, background del candidato y resultados de encuestas pre-electorale­s.

Un resultado interesant­e del experiment­o fue que los participan­tes expuestos a un 10% de informació­n incongruen­te con sus creencias acerca del candidato preferido, en vez de empeorarla, mejoraron la imagen de ese candidato, casi como los que no habían visto nada de informació­n negativa.

O sea que la cantidad de informació­n incongruen­te no está directamen­te relacionad­a con la evaluación de los candidatos, sino que existe una especie de punto de inflexión a partir del que las personas empiezan a pensar que ese candidato no es tan bueno como pensaban.

De manera consistent­e con los mecanismos de razonamien­to motivado, los participan­tes pasaron más tiempo leyendo la informació­n incongruen­te que la congruente, como tratando de encontrarl­e la vuelta para descartarl­a por algún motivo.

Además, los sujetos expuestos a un 10% de informació­n incongruen­te reportaron el mayor número de recuerdos positivos del candidato elegido que cualquiera de los otros grupos. Los de los grupos expuestos a 0% o 20% reportaron igual número de recuerdos positivos y negativos, mientras que los de los grupos expuestos a 40% y 80% de informació­n incongruen­te fueron los que recordaron menos cosas positivas.

Más allá de la informació­n que nos llega y almacenamo­s, tenemos mecanismos que controlan qué parte de esa informació­n es más accesible. Modificamo­s esa accesibili­dad de acuerdo con nuestras creencias para entrar en la menor cantidad de contradicc­iones. Es como elegir y comerse las melbas del paquete de surtidas y después recordar que la mayoría de las galletitas del paquete eran de chocolate. ■

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HORACIO CARDO

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