El nombre del CCK aparece otra vez en el centro de una polémica
En el subte pusieron carteles que lo llaman Bicentenario “por error”. Hay 2 proyectos de ley para modificarlo.
El conflicto estaba en suspenso y la extensión de un subte lo reactivó. Fue en los andenes de la línea E, en la cartelería sobre los hitos urbanos de la Ciudad. Durante casi dos meses, en las nuevas estaciones Correo Central, Catalinas y Retiro, lo que en los carteles debió aparecer como Centro Cultural Kirchner se sustituyó por Centro Cultural Bicentenario. Un nombre viejo -se usó en el proyecto original para rebautizar al ex Palacio de Correos-, pero no el real.
¿Un error o una provocación en época de elecciones? Desde el Gobierno porteño hablan de error, uno que iba a saldarse la semana próxima con el reemplazo de la señalética pero que se apuró y empezó el jueves.
El cambio de denominación salió de “Ciudad Legible”, el área que traduce el espacio público porteño y sus medios de movilidad en un sistema gráfico. En los subtes está a cargo de los “esquemas topológicos”. Son diseños que muestran el recorrido de la línea, con sus estaciones y la combinación con otros transportes. También, informan sobre los lugares de interés. Ahí, aparecieron los nombres alterados.
El nombre del centro cultural genera controversia hace rato. Ya en los primeros meses de la gestión de Mauricio Macri, el titular del Sistema Federal de Medios, Hernán Lombardi, manifestó en forma pública su deseo de rebautizarlo. Un eventual renombramiento tiene que pasar por el Congreso. El espacio está entre la ley porteña y la nacional. La Ley 83/1998 de la Ciudad regula las condiciones que se tienen que cumplir para cambiar o imponer denominaciones a espacios públicos. Y en su artículo 5 establece que “en ningún caso deberán designarse calles o lugares públicos con nombres de personas antes de haber transcurrido diez años de su muerte”.
Pero si bien el Centro Cultural Kirchner está en Capital, delimitado por Alem, Sarmiento, Corrientes y Bouchard , el edificio es de propiedad nacional. Por esto, lo regula una ley sancionada no en la Legislatura porteña sino en el Congreso.
En 2012 el bloque del Frente para la Victoria logró aprobar la Ley 26.794 que reemplazó con el nombre de “Presidente Dr. Néstor Carlos Kirchner” a la denominación original, Centro Cultural del Bicentenario. Hoy el nombre no está en la plaza ubicada en la entrada principal -la llamaron del Correo-, ni en la estación nueva de la E -la bautizaron Correo Central- ni en los carteles que guían a los peatones: dicen Correo Central. Sí se lee tallado en piedra en lo alto del edificio. Y esa misma nomenclatura figura en algunos carteles que guían hacia la salida en la estación de subte. Desde el oficialismo lo llaman “CCK” a secas.
Desde los primeros meses de 2016 se empezó a hablar de la intención de renombrar el lugar. Y de cinco los proyectos girados al Congreso, dos quedan vigentes. Ninguno fue tratado en comisión. Uno es del cordobés macrista Javier Pretto, quien pide tres cosas. Que se establezca un mínimo de 20 años entre la muerte de una persona y la inclusión de su nombre en calles, monumentos y espacios públicos. Que no se puedan usar nombres de autoridades que hayan ejercido una función ilegítima. Y que se modifique la Ley 26.794 y el edificio se llame “Centro Cultural Bicentenario de la Independencia”. El otro proyecto lleva la firma del radical salteño Miguel Nanni. Solo pide el cambio de denominación. Al igual que Pretto, propone “Centro Cultural del Bicentenario de la Independencia”.
Puertas adentro del centro cultural, el impulso por modificar el nombre se mantiene. “En un primer momento propusimos un plazo mínimo de 20 años para cambiarlo para dar tiempo a la reflexión de la sociedad. Entonces intentamos construir una mayoría en el Parlamento para que votara la modificación pero no se alcanzó”, dice Lombardi a Clarín. “Lo que sí hicimos -continúa- fue sumar a las placas instaladas por Cristina Fernández, que llevan su nombre y los de (Julio) De Vido y (José) López, un atril que explica que fueron colocadas por la ex presidenta en mayo de 2015. Así no las sacamos sino que les sumamos contexto para que sirvan como testimonios de una época y alimenten la comprensión crítica”.
Ese no fue el único cambio. La semana pasada Lombardi rebautizó la sala sinfónica del CCK, “La Ballena Azul”, como “Auditorio Nacional”. ¿Maneras de “deskirchnerizar” el centro cultural? Quizás. “Otra microcirugía optó por colgar en la cara sur del edificio una máxima de Borges en neón celeste: ‘Nadie es la patria, pero todos lo somos’. La noción de una patria personal y a la vez colectiva, en primera persona del plural, se opone a la patria como causa rectora de un pensamiento nacional”, reflexionó al respecto la periodista de Clarín y escritora Matilde Sánchez. Y mientras los nombres se silencian, se vacían de contenido, se superponen o manipulan por cuestiones políticas, la historia recuerda que esto ya ocurrió. Rosas y Perón son los ejemplos más obvios. Es que las palabras construyen el mundo y los poderosos quieren su porción en esa nomenclatura que otorga sentido. Y mejor si pueden dejar su nombre para la posteridad, tallado en piedra. ■