Clarín

La campaña electoral y el voto de Lola

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

Más que mi charla habitual con mi perra beagle, esta vez tuve que acudir en tu ayuda, Lola: te has escondido bajo la mesa, tu blanca cola entre las patas y esa mirada huidiza y esquiva que delata en vos el miedo, Lola. Total, que lo que viste no fue ningún fantasma, sino tres o cuatro avisos de la campaña electoral. No gimas, perrita. Vamos a votar pronto y lo que ves se supone que es la forma ideal que tienen los candidatos de ganarse a la gente. No, Lola, no están enfermos. Son así. Tristes, caídos, sin gracia, sin idea de la estética, del color, de la pasión: con menos gracia que un clavo en la pared y con la misma profundida­d.

No, vos no votás. Sólo tenés que bancarte esos spots soporífero­s que estarían bien para vender arroz, o laxante, pero no para conquistar votos. Todos hablan mal del otro, nadie tiene una propuesta clara, un eslogan por el que pararías las orejas… Pero, nadie te hace mover la cola pese a que sos propensa al cachondeo. Alguien les bajó a los tipos una receta que aconseja mencionar pobreza, juventud, mujer y seguridad, y nadie se aparta del manual ni con un revólver en el pecho. Esa gente sin ideas, Lola, dice que le sobran ideas para enderezar el rumbo de este barco escorado. No, perrita, eso no se llama aburrimien­to, se llama decadencia. Es muy difícil de curar. No siempre fue así, hubo una época en que los avisos electorale­s echaban chispas, brillaban en la noche, competían con el sol. Pero a aquellos barcos se los llevó la tempestad y somos lo que quedó.

Decime, si vos pudieras votar, ¿por quién lo harías? Pero, ¡perrita insolente! Esta noche te vas a la cucha sin postre. Y dejá de reírte.

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