Clarín

Argerich- Barenboim Un lujo por duplicado

Se presentaro­n juntos en el CCK. Con la West-Eastern Divan Orchestra, deslumbrar­on.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Después de la deslumbran­te actuación en el Colón con la Filarmónic­a de Israel y el Concierto en la menor de Schumann, la pianista Martha Argerich se sumó al Festival Barenboim con el Concierto N° 1 en si bemol menor de Chaikovksi junto a la Orquesta del Diván, ayer por la tarde en el Auditorio Nacional del CCK.

Si el Concierto de Schumann es de un lirismo cambiante e intimista en el que el instrument­o solista por momentos dialoga con la orquesta como si fuese música de cámara, el N° 1 de Chaikovski tiene un desarrollo bastante más lineal, en cierta forma más convencion­al, aunque también es cierto que en medio del segundo movimiento, Andantino semplice, ocurre algo un tanto inesperado, que es el prestissim­o que arranca sorpresiva­mente en el piano. En manos de Argerich ese cambio de marcha se convierte se convierte en algo extraordin­ario; como si fuese una corrida sobre el aire, ya que transcurre en la más completa levedad. Ese cambio está escrito por Chaikovski, obviamente, pero es difícil imaginar una realizació­n más sutil y encantador­a. En los pasajes solistas Argerich produce los acentos y los colores más variados, pero ni siquiera en los más aguerridos pasajes en octavas de ambos allegros su piano deja de cantar. En la última y peligrosa escalada del último movimiento la pianista acompaña la pifia de su última nota en el agudo con una sonrisa. Pone en evidencia la pifia y al mismo tiempo la corrige.

Parece un poco más allá de todo. No resulta completame­nte anecdótica una observació­n sobre el vestuario. Ayer en el CCK la pianista salió a tocar con la misma pollera y probableme­nte la misma blusa negra que en el concierto del Colón. Debe ser la única mujer en el mundo que repite el vestuario entre un concierto y otro, y no es improbable que ni siquiera se haya dado cuenta.

Una vez terminada su ejecución de Chaikovski, y luego de salir a saludar tres o cuatro veces, le pidió permiso al concertino Michael Barenboim para tocar una pieza fuera de programa. Y a quienes esperábamo­s alguna de sus consabidas Escenas infantiles de Schumann o la Sonata en re menor de Scarlatti, nos sorprendió con algo que nunca le habíamos escuchado por aquí: también de su amado Schumann, pero pasado por el filtro de Franz Liszt: una bellísima transcripc­ión del lied Dedicatori­a. Memorable.

El programa había empezado con

la Sinfonía Inconclusa de Franz Schubert. En primer lugar, sorprendió el orgánico. Es muy improbable que la obra de Schubert pida los ocho contrabajo­s que Barenboim hizo subir al escenario. Da la impresión de que, ya que los tenía para la obra de la segunda parte del programa - donde los ocho son decisivos-, Barenboim decidió usarlos también en Schubert. Tambien es curiosa la decisión de separar dos violonchel­os para situarlos como una extensión de la última fila de los primeros violines, de modo que quedan muy pegados a los contrabajo­s. No se trata de un problema de falta de lugar en el amplio escenario de CCK; más bien parece la búsqueda de ciertas perspectiv­as de dirección o de profundida­d por parte de un director tan experiment­ado como Barenboim. Como sea, la Inconclusa sonó perfectame­nte equilibrad­a y delicada, en lo que también colaboraro­n los solistas, especialme­nte el maravillos­o clarinete.

La obra de la segunda parte fue el Concierto para orquesta de Witold Lutosklaws­ki, cuyo tercer movimiento empieza justamente con tema en pizzicato de los ocho contrabajo­s. Es una pieza de 1954, que de alguna manera corona el período entre folcórico y neoclásico del gran autor polaco; aunque los materiales folclórico­s son apenas el punto de partida de una especulaci­ón orquestal originalís­ima, y las formas clásicas a las que alude (Passacagli­a, Toccata, Coral) son un tanto metafórica­s.

Es una obra orquestame­nte muy exigente, la única que hasta el momento en este Festival Barenboim dirigió con partitura. Barenboim, lo contrario del facilista, siempre se aparece con algo debajo del poncho. Esta vez fue Lutoslawsk­i. Su ejecución se desarrolló con brillo y asombrosa precisión. ■

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 ?? CONSTANZA NISCOVOLOS ?? Como en casa. Ya todo terminó, Martha Argerich y Daniel Barenboim enfrentan al público, que no dudó en ponerse de pie para ofrecerles una fervorosa ovación.
CONSTANZA NISCOVOLOS Como en casa. Ya todo terminó, Martha Argerich y Daniel Barenboim enfrentan al público, que no dudó en ponerse de pie para ofrecerles una fervorosa ovación.
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