El Papa apoyó a los curas en medio de las denuncias por abuso sexual
Alertó por el “dolor” que eso les causa. También admitió que muchos casos reales fueron “silenciados”.
Francisco se dirigió a los sacerdotes de todo el mundo y en un texto de 5 mil palabras habló del “dolor” que muchos de ellos sienten al ser “atacados y acusados de crímenes que no cometieron”. Y admitió que “escuchamos más claramente el grito, a menudo obligado al silencio, de víctimas de abusos por parte de ministros condenados”. Hoy arranca en Mendoza el juicio a dos curas y un empleado por las violaciones que sufrieron chicos hipoacúsicos en el Instituto Próvolo. Los abusados fueron al menos 18 de entre 4 y 17 años, desde 2004 hasta 2016.
El papa Francisco aseguró ayer que combatir los abusos sexuales en la Iglesia "no es una tarea fácil" pero "requiere del esfuerzo de todos". También habló de los sacerdotes que se sienten atacados y acusados por supuestos delitos que no competieron. Lo escribió en una carta dirigida a los sacerdotes de todo el mundo al recordar los 160 años de la muerte del Cura de Ars, San Juan Maria Vianney, patrono de los párrocos.
La misiva, titulada "A mis hermanos presbíteros", da aliento a los que, "sin hacer ruido", dejan todo para comprometerse con sus comunidades; los que trabajan en la "trinchera" y "para que el pueblo de Dios sea cuidado y acompañado".
"Me dirijo a ustedes que, muchas veces de modo inadvertido y sacrificado, en el cansancio, la enfermadad y la desolación, asumen la misión como un servicio a Dios y a su pueblo y escriben las páginas más bellas de la vida sacerdotal", escribió. Pero el texto sumó una nota de "dolor" y una mirada al escándalo de los abusos.
"En los últimos tiempos hemos podido escuchar más claramente el grito, a menudo silencioso y obligado al silencio, de nuestros hermanos, víctimas de abusos de poder, de conciencia y sexuales por parte de ministros ordenados", observó Francisco.
Detalló que la Iglesia está "fuertemente comprometida en la realización de las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de manera que la cultura del abuso no logre hallar espacio para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse"
"No es una tarea fácil y, en el corto plazo, requiere el compromiso de todos", afirmó Francisco. Y agregó que "si en el pasado la omisión pudo transformarse en una forma de respuesta, hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y la solidaridad con las víctimas se transformen en nuestro modo de hacer historia y nos ayuden a estar más atentos frente a todos los sufrimientos humanos".
Sin embargo, explicó que, "sin ignorar el daño causado", sería "injusto no reconocer que muchos sacerdotes de manera constante e íntegra ofrecen todo aquello que son y lo que tienen por el bien de los demás". Se trata, dijo, los "que hacen de su vida una obra de misericordia en regiones o situaciones a menudo inhóspitas, lejanas o abandonadas, aún a riesgo de su propia vida".
Francisco reconoció el "dolor" de los sacerdotes que "se sienten atacados y acusados de crímenes que no cometieron". Y dijo que han compartido con él "su indignación por lo sucedido y su frustración de que, a pesar de su arduo trabajo, tienen que enfrentar el daño, la sospecha y la incertidumbre a la que ha dado lugar, dudas, miedos y desaliento que sienten más de unos pocos".
El Papa les agradeció "por su valiente y constante ejemplo" y escribió que los "tiempos de la purificación eclesial que estamos viviendo nos harán más felices y simples y en un futuro no muy lejano serán muy fructíferos".
Otras palabras clave de la extensa carta, son "gratitud", "coraje" y "alabanza". En el Angelus, Francisco también recordó al Cura de Ars y explicó que quiso escribirles a los religiosos "para alentarlos a la fidelidad a la misión que Dios les encomendó". Exhortó a que "el testimonio de este párroco humilde ayude a redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio ministerial en la sociedad". ■
Hoy escuchamos más claramente el grito, a menudo obligado al silencio, de víctimas de abusos de poder y sexuales por parte de ministros ordenados”.
Sin ignorar el daño causado, sería injusto no reconocer que muchos sacerdotes ofrecen todo lo que son y lo que tienen por el bien de los demás”.
Se sienten atacados y acusados de crímenes que no cometieron. Les frustra que, pese a su arduo trabajo, deben enfrentar el daño y las sospechas”.