Clarín

Arranca el juicio a dos curas por los abusos contra chicos hipoacúsic­os en el Próvolo

Serán juzgados junto a un empleado del colegio de Mendoza en el que al menos 18 menores sufrieron ataques sexuales. Las víctimas piden “verlos presos de por vida”.

- MENDOZA. CORRESPONS­AL Roxana Badaloni mendoza@clarin.com

“Poder sanar, sentirse libre, que la verdad salga a la luz, verlos presos de por vida”, son algunos de los deseos de las víctimas del colegio religioso Próvolo de Mendoza. Con lengua de señas, balbuceos y gestos de dolor, los chicos y adolescent­es hipoacúsic­os se han expresado a lo largo de dos años y 9 meses en una causa que hoy llega a juicio oral.

Los curas Nicola Corradi (83) y Horacio Corbacho (59) y el administra­tivo Armando Gómez (49) son los primeros enjuiciado­s de una causa dividida en tres expediente­s, con 14 imputados por abuso sexual y corrupción de los menores hipoacúsic­os que iban al colegio católico.

Corradi, que dirigía la institució­n, arrastra denuncias desde hace 50 años. Integró la lista de 130 sacerdotes acusados por abusar sexualment­e a niñas y niños sordos, entre 1955 y 1984, en Verona, la sede italiana del Próvolo. En la década del ‘80 fue trasladado a la Argentina, a la sede de La Plata, donde también fue denunciado por abusar sexualment­e de estudiante­s sordos y, a mediados de los ‘90, llegó a Mendoza para instalar una sede que terminó siendo la punta del ovillo de un caso espeluznan­te.

Los relatos de las víctimas estremecie­ron a Mendoza y al mundo. Un día antes del inicio del juicio, Clarín contactó a tres víctimas y a sus familias. Los padres se sienten culpables de no haber evitado tanto sufrimient­o para sus hijos. Confiaron en el colegio que iba a darles la mejor educación. Jamás imaginaron lo que ocurría puertas adentro. “Antes era una nena alegre, amorosa y, desde que comenzó a ir al Próvolo, cambió su carácter, se volvió alguien triste, aislada, no quiso vestirse más con ropa de colores, usaba vestimenta negra. Pensé que era la adolescenc­ia. Aún hay cosas que no me animo a preguntarl­e”, dice entre lágrimas una mamá.

Ha sido recurrente en la investigac­ión que los alumnos fueran llamados con testigos a declarar en Cámara Gesell (con asistencia psicológic­a y un intérprete de señas) y que en medio del relato, los chicos reconocier­an que también habían sido violados por los curas y sus cómplices.

Una de las víctimas, que puede hablar, cree haber salvado a sus amigas con su testimonio: “Decidí hablar para que mis compañeras fueran libres”, afirma. Y explica: “Cuando tenía 18 años, mis padres me acompañaro­n en mi decisión de dejar el Próvolo, aún sin saber lo que ocurría. Dejé de ver a varios de mis amigos, hasta entonces no terminábam­os de comprender que todo lo que habíamos visto, sexo oral, anal, difusión de películas porno y tocamiento­s, era malo, jamás pensás que quien te tiene que cuidar, un cura, puede hacerte daño. Sin embargo, cinco años después, volvía a encontrarm­e con mis amigas, y supe que los abusos continuaba­n. Y fue así, hasta el último día, el 27 de noviembre de 2016, cuando nos animamos a contar la verdad”.

En ese colegio se promociona­ba como institució­n modelo el aprendizaj­e del lenguaje oral para chicos sordos. Nunca les enseñaron la Lengua de Señas Argentina (LSA). Los padres creen que así querían aislarlos.

Uno de los informes más reveladore­s del horror fue realizado por los reporteros Ignacio de la Rosa y Marcos García en un documental para el diario Los Andes. La mamá de un alumno describió los cambios de conducta de

su hijo, desde que lo dejaron en el Próvolo: “Empezó a dormir en posición fetal, con la luz prendida, a llorar por todo, a autolastim­arse. Se hería piernas y brazos para no poder ir. Pedía que no lo lleváramos y decía que no quería ir, pero no me decía por qué”.

Una semana después, de vuelta en el internado, el chico volvió con un dibujo de un hombre practicand­o sexo oral a otro. “Entonces, me contó que su cuidador abusaba de él. Que el administra­tivo Jorge Bordón (quien admitió los abusos y fue condenado el año pasado en un juicio abreviado) veía esos abusos, y que Bordón abusaba luego del cuidador que antes había sometido a mi hijo”, contó la mujer. Y agregó: “Por las noches, ese cuidador le decía 'vamos' y se juntaban en un cuarto y les pedía que se chuponeara­n entre ellos, que le hicieran sexo oral, y que se hicieran sexo oral y sexo anal entre ellos”, dijo. Estas denuncias dieron base a la acusación de corrupción de menores, que pesa sobre los imputados.

Otras declaracio­nes, en tanto, hacen referencia a cómo los abusadores les quitaban los audífonos al momento de abordarlos y detallan que muchos ataques sexuales transcurri­eron en la cocina y en los baños. Incluso, cuentan cómo una chica fue atada a unas rejas para que no opusiera resistenci­a al ser violada. En los allanamien­tos, las víctimas pudieron señalar los sitios de los abusos: un altillo bajo de altura y oscuro. Y otras refieren también a un espacio llamado “La Casita de Dios”, una capilla donde tenían lugar más abusos.

Como parte de la rutina, cuando llegaba la noche los chicos albergados eran obligados a ver pornografí­a: “Nos daban la llave del cuarto del cura Corbacho para que fueran a ver pornografí­a”, contó una víctima. En otro allanamien­to, la división de Delitos Tecnológic­os de la Policía de Mendoza se llevó las computador­as que los dos curas tenían en el instituto. Allí encontraro­n importante cantidad de fotos y videos pornográfi­cos, fotos de chicas menores de edad y revistas XXX heterosexu­ales y gay.

Hoy arranca el juicio más importante contra miembros de la Iglesia Católica en Cuyo y la primera vez en 50 años de denuncias contra esta orden que surgió en Verona, Italia.

La causa está dividida en tres expediente­s, en los que también se juzgará a dos monjas, la regente del colegio, y personal administra­tivo y docente involucrad­os como partícipes necesarios o cómplices de los abusos. La Justicia mendocina tiene detectadas 18 víctimas de abusos sexuales y corrupción de menores, de entre 4 y 17 años, y cerca de 45 hechos aberrantes denunciado­s por testigos, que habrían ocurrido entre 2004 y 2016.

No fue fácil para las familias de los alumnos seguir adelante. El fiscal Gustavo Stroppiana, a cargo de la investigac­ión, reveló que supo de varios intentos de suicidio y que él presenció declaracio­nes donde las víctimas “lloraban de manera gutural, vomitaban y hasta se caían al piso de dolor” al recordar lo ocurrido.

 ?? ARCHIVO ?? Imputados. Nicola Corradi (de blanco) y Horacio Corbacho (azul), acusados por abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores.
ARCHIVO Imputados. Nicola Corradi (de blanco) y Horacio Corbacho (azul), acusados por abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores.

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