Clarín

Buscan mejorar la alimentaci­ón en las escuelas, pero sus kioscos aún son una amenaza

Más de 600 colegios públicos de la Ciudad incorporar­on desayunos saludables y actividade­s físicas en los recreos.

- Vanesa López vlopez@clarin.com

Emily va a ser tan fuerte como Popeye, aunque no tiene idea de quién es ese personaje. “Mis cuatro comidas favoritas tienen espinaca. Canelón, buñuelos, tarta, y una canasta chiquita que adentro tiene buñuelos”, comenta. Franco pone arriba del pupitre un tupper con uvas y una pera. “También me gustan el tomate cherry, tomate perita, manzana, banana, mandarina. Tomate perita es mi favorito. Algunas veces me lo traigo acá y otras veces, en mi casa”, dice.

Los dos son alumnos del 2° grado de la Escuela 9 DE 16 del barrio porteño de Villa Urquiza, donde Clarín pasó una mañana. Acá le declararon la guerra a la comida chatarra. “A la escuela no se pueden traer snacks ni gaseosas. Está institucio­nalizado, desde hace años. Solo toman agua o jugos naturales. Si alguno trae un paquete de papas fritas, a la salida se lo recuerdo a la mamá”, cuenta la maestra, Lucila Godin.

Entran al aula dos nutricioni­stas. Los chicos ya saben quiénes son y a qué vienen. “¿Cómo son nuestros juegos?”, preguntan ellas. “¡Saludables!”, gritan los pequeños. Reciben el material y empiezan las actividade­s. “Los chicos se entusiasma­n. A veces es más difícil que los padres se acostumbre­n a ponerles la manzana en la mochila”, dice la nutricioni­sta Nancy Leegstra. Los más grandes, de 6° y 7° grado, aprenden a criticar las publicidad­es y a leer los rótulos de los envases. “Trabajan desde el cuestionam­iento”, asegura la licenciada.

Suena el timbre. Un grupo de “recreólogo­s” los espera con actividade­s deportivas para los más grandes (handball, vóley, básquet, arco de fútbol inflable) y juegos para los menores (con sogas, elásticos, pelotas, e inflables). No se ve a nadie sentado con un celular o tablet.

Todo esto forma parte del programa “Mi escuela saludable” del gobierno porteño. Comenzó a implementa­rse en 2012 a partir de un dato alarmante: según la Primera Encuesta Alimentari­a y Nutriciona­l de la Ciudad (realizada en 2011), el 42% de los niños en edad escolar tiene sobrepeso y obesidad. Desde entonces y hasta diciembre de 2018 participar­on en el programa 571 escuelas estatales de nivel inicial y primario. Son el 65% de las que hay en la Ciudad. En marzo de 2019 se sumaron otros 50 colegios.

“La idea es que, de a poco, vayamos cubriendo todas las escuelas”, dice Cecilia Antún, directora del programa. En encuestas, el 84,4% de los docentes dijo que gracias a estas acciones los niños mejoraron sus hábitos nutriciona­les.

En 2013 se reglamentó la Ley 3.704 de alimentaci­ón saludable para las escuelas públicas y privadas de la Ciudad. Regula, entre otras cosas, lo que ofrecen los kioscos y comedores. “En base a eso, nosotros diseñamos la alimentaci­ón de los chicos”, explica Gonzalo Lazzarin Lima, director general de desarrollo saludable del Ministerio de Educación porteño.

El desayuno se da en forma universal en todas las escuelas. Algunos chicos reciben también almuerzo -en la gran mayoría de los casos en forma gratuita, a través de una beca- y otros además tienen merienda.

Para el almuerzo, hay 30 menús diferentes. Por ejemplo, en invierno, los lunes hay ternerita guisada, arroz con manteca y queso, y fruta. Los martes dan medallón de pescado, ensalada de zanahoria, tomate y huevo, y flan de vainilla. Los miércoles toca polenta con estofado de carne y fruta. “Es un menú aprobado por nutricioni­stas. El año pasado se reformuló. Yo creo que se podría seguir mejorando. Quizás habría que incorporar más frutas y verduras”, opina Antún, quien además de funcionari­a es nutricioni­sta.

Respecto a los kioscos, en las escuelas públicas hay pocos. Según Lazzarin Lima, hay 130 en todos los niveles educativos de la Ciudad y, de ellos, solo 17 están en primarias.

“Las escuelas privadas son otro mundo”, tira la pelota Antún. Opina que “la idea sería que no haya kioscos”, porque “la oferta es de productos altos en grasas y en azúcares”.

Según el estudio Sector privado y los derechos de niñas, niños y adolescent­es en la Argentina realizado por Unicef Argentina en 2018, casi un cuarto (24%) de las empresas que comerciali­zan alimentos altos en azúcar, sodio y calorías vende sus productos en kioscos escolares.

La ley 3.704 obliga a los kioscos a ofrecer alimentos saludables (como frutas, yogur, barras de cereal) y a que las porciones no superen las 200 calorías. Por lo tanto, las gaseosas, papas fritas y galletitas solo pueden venderse en paquetes chicos. Pero no siempre se cumple.

“Nosotros trabajamos con las directoras en tratar de que cumpla la ley. En algunos lugares se cumple y en otros no, porque en las escuelas públicas los kioscos muchas veces funcionan de manera ocasional e informal. Como venden pocos productos, es más difícil pedirles que tengan fruta”, concluye Antún. ■

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L. THIEBERGER Hábito. Un alumno del 2° grado de la Escuela 9 DE 16 de Villa Urquiza, con su vianda saludable.

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