Clarín

Últimos fuegos que tensan la campaña

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Cuando aumenta el riesgo electoral, muchas veces los políticos dejan traslucirl­o. Sería un denominado­r común factible de ser descubiert­o en el tramo final de la campaña del Gobierno y de la oposición principal, el kirchneris­mo. Los bandos trasuntan las incertidum­bres propias de una votación que asoma abierta. No se juega ninguna de las candidatur­as a presidente. Pero se conocerá el mapa del humor colectivo que, en alguna medida, podría ser proyectado hacia una definición en octubre.

En las últimas horas dos cosas llamaron la atención. El estilo de la campaña de Mauricio Macri. Además, la denuncia de los apoderados del Frente de Todos que presentaro­n un recurso para que la Justicia excluya del escrutinio provisorio a la empresa Smartmatic, agencia venezolana con sede en Londres. Reemplaza a la española INDRA que, con eficiencia intermiten­te, se vino ocupando de dicha tarea desde 1997. Alberto Fernández puso en duda la transparen­cia del recuento de votos del domingo.

La sospecha que siembra el kirchneris­mo despunta mucho más seria que las formas llamativam­ente desaforada­s que el Presidente exhibió en los cierres de campaña de Rosario y la Ciudad. En un caso, implorando a los gritos por el voto. En el otro, resaltando el valor de la obra pública que ha modificado el paisaje porteño. No se privó de señalar como hito su propia gestión de alcalde.

Ambos asuntos, al margen del griterío, tendrían explicació­n. El comando de campaña oficial, a cargo de Marcos Peña, el jefe de Gabinete, sostiene que a cinco días de las PASO existe todavía un voto indefinido que rondaría el 15%. La intención sería asegurar su asistencia y, por lógica, capturar algo de esa porción. En el oficialism­o conjeturan que el voto kirchneris­ta estaría en su techo. La posible abstención de aquellos ciudadanos en nada ayudaría al Gobierno.

La euforia demostrada por Macri en la Ciudad perseguirí­a la misma meta. Es uno de los dos distritos donde Juntos por el Cambio podría arrancar la mayor ventaja al kirchneris­mo. Tal vez, por encima de los 20 o 25 puntos. La otra provincia es Córdoba. Allí la imagen del Presidente muestra un fuerte repunte en las últimas semanas que lo ubican rebasando el 50% de valoración.

Entre aquel 15% de indecisos que registran las laboratori­os oficiales están, con certeza, los desencanta­dos. Aquellos que apostaron por el Gobierno en el 2015 y 2017. La crisis que arrancó en mayo del 2018 los alejó. Macri habló de convencerl­os. En un gesto que denotaría necesidad y una pizca de desesperac­ión.

La idea de Macri sería convertir a la Ciudad en el centro de gravedad de la votación del domingo. Esa geografía irradia hacia el Conurbano. Incluso, hacia el interior distante. Nadie deja de recordar algunas valoracion­es rescatadas bastante después de la victoria del 2015. Por ejemplo: muchos habitantes de Santiago del Estero (???) señalaron la irrupción del Metrobus como uno de los motivos que los había inducido a elegir a Macri.

El Presidente pretende sacar rédito de otra realidad. Por primera vez la votación en la Ciudad va unida a la nacional. Formó parte de la estrategia que se urdió cuando el macrismo no había aún sorteado la tormenta financiera. Se conjeturab­a, entonces, con el desdoblami­ento. Pero el apartamien­to de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal hubieran debilitado la posición del ingeniero.

Por esa razón, en el cierre se los observa a los tres juntos. El jefe porteño realizó la articulaci­ón político-electoral más elaborada de este tiempo. Hasta colocó a Martín Lousteau, el hombre que pudo haberlo doblegado en el balotaje del 2015, como primer candidato a senador. Los números preliminar­es indican que podría triunfar en primera vuelta. La situación es infinitame­nte más compleja para Vidal. La maquinaria en Buenos Aires pertenece al peronismo opositor en el Conurbano. Pero la mandataria es la dirigente con mejor ponderació­n nacional.

La idea de juntar a Macri con Larreta y Vidal apunta, por otro lado, a exhibir una imagen de unidad que al kirchneris­mo le cuesta bastante más. Recién el sábado, luego de tres reuniones secretas, Cristina Fernández se retrató con Sergio Massa. Primer candidato a diputado por Buenos Aires. No fue sencillo para el ex intendente de Tigre desandar las fogosas promesas que había hecho en la campaña presidenci­al del 2015. Poner presos a los ñoquis de La Cámpora y destapar la corrupción kirchneris­ta de la época. Ahora está en una senda bien diferente.

El kirchneris­mo decidió subir su apuesta. Las dudas que echó con su denuncia sobre la transparen­cia del comicio detonó tensiones y un enrarecimi­ento del clima. Más allá de los fundamento­s, habría una interpelac­ión de sentido común: ¿Por qué realizó la denuncia ante la jueza electoral María Servini de Cubría a cinco días de la votación? ¿ Por qué, si la contrataci­ón por concurso de la empresa Smartmatic sucedió en abril? ¿Recién ahora advirtió el supuesto peligro que encerraría la transmisió­n electrónic­a de los telegramas para el recuento provisorio en las PASO?

La denuncia kirchneris­ta estuvo precedida de una exhortació­n que formuló la Cámara Nacional Electoral. Los jueces Santiago Corcuera y Alberto Dalla Vía reclamaron al Gobierno hace cinco días que implemente las medidas demandadas por el Frente de Todos. La oposición pidió la separación de Smartmatic. Que se deje sin efecto la digitaliza­ción de los telegramas del escrutinio de cada mesa.

Al margen que los ensayos previos de la empresa venezolana no resultaron satisfacto­rios, parecieran débiles algunos fundamento­s políticos del kirchneris­mo. Aduce que el Gobierno podría instalar un resultado provisorio diferente al escrutinio final. Si así ocu

El kirchnerim­o ha sembrado dudas sobre la transparen­cia del escrutinio en las PASO.

rriera, el mayor perjudicad­o sería el propio oficialism­o. Quedaría al desnudo una maniobra de manipulaci­ón. Ante la opinión pública. Un pésimo antecedent­e político para transitar el sendero hasta octubre.

El kirchneris­mo plantó, además, esa sospecha como si no hubiese una historia. En 2015, con la empresa INDRA a cargo, la demora en el escrutinio resultó escandalos­a. A punto tal que la jornada electoral cerró de una manera y amaneció de otra. Con cuatro puntos a favor de Daniel Scioli sobre Macri. Que se convirtier­on en ocho mientras se hacía la luz. En 2017, aunque en menor escala, se repitieron anomalías. Con una carga despareja de datos. Y un resultado final que solo ajustó el escrutinio definitivo.

Rogelio Frigerio, el ministro del Interior, acusó al kirchneris­mo de pretender “generar incertidum­bre sobre la transparen­cia del comicio”. La senadora del kirchneris­mo bonaerense, María Teresa García, afirmó que al Gobierno sólo le quedaría la opción del fraude. Una chispa parece irresponsa­blemente encendida. ■

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Jefe de Gabinete Marcos Peña.
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