Un escultor de la guitarra
El trabajo del talentoso músico reúne clásicos del tango con temas originales, tocados con elegancia y frescura.
“Punto de partida”, César Angeleri Cuarteto
Músicos: César Angeleri y Sebastián Henríquez (guitarras), Bruno Cavallaro (violín), Roberto tormo (contrabajo). Edita: Acqua Records El guitarrista César Angeleri propone desde Punto de partida una retrospectiva con la que hilvanó un trabajo basado en un sólido repertorio, al que le sumó cuatro composiciones originales que permiten reconocer a un músico talentoso, de técnica pulida y con una inteligente forma para desarrollar los arreglos, y que le dio al disco un tono conceptual.
Un puñado de tangos en los que Angeleri en cuarteto construye una declaración equilibrada sobre su manera de sentir el género, sin excesos de sentimentalismos y sin perder esa emocionalidad encerradas en las melodías. El grupo suena con estilo, aunque se permite en las composiciones de Angeleri entrever influencias off tango que en este caso enriquecen la propuesta general.
El guitarrista recorre, respetuoso, composiciones de Salgán, Piazzolla, Cobián y Gobbi a los que recrea con elegancia y frescura de ideas. Angeleri dialoga a lo largo de este trabajo especialmente con Cavallaro, violinista dúctil y de riqueza expresiva.
El disco comienza con La llamó silbando (Salgán, 1952), mientras que el violín frasea el motivo melódico. El arreglo introduce cambios que suavizan el clima original y desde el que edificarán un contrapunto de guitarras interrumpido por el fraseo del violín que se convierte en principal voz. Con Shusheta (Cobián, 1923) se mantiene ese clima de tango; el cuarteto tiene una sonoridad orgánica mientras desbroza cada arreglo con meticulosidad; las voces de violín y guitarra tienen la fuerza de un mensaje, y nuevamente Angeleri consigue -a través de los arreglos- darle ese particular enfoque, casi como su firma, para retomar la melodía.
Viene Ausencias, de Piazzolla, tema del disco Tanguedia de amor, de 1989; aquí el cuarteto logra ese clima nostálgico de la composición. Cavallaro recrea la melodía en un medio tiempo que parece amplificar esa ausencia, mientras Angeleri se recuesta en un acompañamiento que se convierte en una suave segunda voz que, tras un contraste inicial con el violín, se suma a una discreta despedida.
En Golondrinas (Gardel y Le Pera, 1934) la introducción del contrabajo le da un aire íntimo que va abriéndose a medida que guitarras y violín cantan la melodía. Mientras Cavallaro acentúa los matices, las guitarras interpretan la composición con un giro menos clásico y le dan un aire suavemente diferente, menos criolla, con acentos levemente urbanos con una inspirada coda.
En las composiciones del guitarrista se perciben sus influencias, como por ejemplo La redonda, una milonga ornamentada por la guitarra con una cadencia mixturada con el choro; en Desde Lima, un vals peruano de un melodismo familiar y contagioso, la voz solista de Angeleri descubre armonías ocultas creando un clima que contrasta con el espíritu inicial. Tres acordes, compuesto por Angeleri y Cristian Zárate, es una vidala de una belleza sombría, la guitarra describe un paisaje de claroscuros, diálogos con el violín y con contrabajo dentro de una atmósfera cambiante que se apaga suavemente. Milonganiza, con Daniel Maza en el bajo como invitado, es una estilizada milonga en la que el guitarrista aporta su calidad como solista junto con Maza, que contrapuntea un solo que muestra el lado brasileño de estos dos artistas.
El trabajo de Angeleri es de una pudorosa creatividad; un escultor de la guitarra que logra transmitir una mirada elegante sobre el tango con aportes cuidados, sin ánimo de avasallar el género. Un grupo versátil, un trabajo conceptual más allá de las composiciones, con una integración que hace que la música tenga movimiento, fluidez y espacio. ■