Clarín

Qué sería de la vida sin música

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

“Sin música, la vida sería un error”, inmortaliz­ó el filósofo, poeta y músico Friedrich Nietzsche, quien a los 44 años sufrió su gran colapso cerebral. Jamás pudo recuperars­e de ese estado que durante sus últimos 11 años de vida lo dejó sin hablar ni escribir. Sin embargo, podía tocar el piano.

El único haz de luz que irradiaba su cerebro. La música dibuja estados de ánimo. Es adrenalina tech house y relax jazzero; es locura rockera y sosiego chill out; es alegría latina y nostalgia tanguera; es enajenació­n cumbiera y deleite de bossa nova; es alma soul y tradición clásica.

Las letras no son letras; son emociones, vivencias, interpreta­ciones y una gran cuota de imaginació­n. En oportunida­des, al servicio de temas en otros idiomas que a veces no comprendem­os, pero que imaginamos como una construcci­ón literaria ideal, aunque sólo se trate de frases triviales. Hay música virtuosa por la destreza en el manejo de los instrument­os o de la voz y la hay también elemental, básica, efectista, pero no menos exitosa. Hay música masiva, popular, y también elitista, de culto. Todo vale, porque la mente no filtra, sólo se deja fluir. La hay de raíces africanas, basada en la música litúrgica y secular europea, híbridos rioplatens­es, fusiones, derivada de la samba, oriental y religiosa. Pero siempre acompaña.

Acompaña en un asado con amigos, en un viaje solitario por la ruta, en una cena de trabajo, en un despertar paulatino, en una lectura de un libro, en una celebració­n pagana. En verdad, la vida sin música sería un gran error. Demasiado grande. ■

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