Clarín

Pensar en todo lo que vale ser libre

- nahuelgall­otta@gmail.com Nahuel Gallotta

Un miércoles de julio, a las once de la noche, hubo a mi derecha un hombre que no paraba de reírse; que era carcajada pura. “¡Ay, no lo puedo creer!”, gritaba a cada rato, cuando la felicidad le permitía hablar. De tanto reírse sentí que iba a llorar. Estaba inquieto: bajaba el vidrio para que el viento le pegara en la cara, encendía cigarrillo­s, le daba tragos a una cerveza y pedía que subiera el volumen de la radio del auto para cantar en voz alta. Carlos tiene 30 años y es una de mis fuentes. Acababa de salir de la cárcel después de tres años y me había pedido que lo buscara por la puerta de la Unidad. Y ahí estuve.

Así, es el día a día de los periodista­s de Policiales. Esa misma noche lo invité a comer unas pizzas, le regalé unos pesos y lo dejé en lo de una mujer. Sin hacer preguntas. Al despedirlo volví a subir el volumen de la música. La ciudad estaba desierta y yo no cantaba. Mi mente estaba puesta en una sola palabra que me había quedado dando vueltas: libertad. Mientras conducía no podía parar de pensar en lo que vale ser libre, y en que no lo valoramos. En que soy libre todos los días, todas las horas, todos los segundos. En todas mis decisiones. Arriba del auto, entendí: si soy libre, no me puedo bajonear. Si soy libre, no me importa caerme porque puedo levantarme. Si soy libre, puedo encontrar a la persona que me haga olvidar a la persona que no puedo olvidar. Y que, si soy libre, tengo que ir por el trabajo que no tengo y quiero tener. Por los hijos que aún no tuve, por los países que todavía no conozco, por las palabras que puedo decir y no digo. Ser libre es buscar el progreso; es ser rico. Es poder hacer cosas para lograr todo lo que quiero. ■

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