Clarín

Según la ONU, para frenar el cambio climático hay que comer menos carne

Los alimentos y la tierra Un panel de 107 expertos difundió el primer informe que reconoce la relación entre la degradació­n del suelo y el cambio climático. Opinan los argentinos que participar­on.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

El organismo difundió el primer informe que reconoce la relación entre la degradació­n del suelo y el calentamie­nto global. La sugerencia es disminuir fuertement­e el consumo de carnes rojas y aumentar el de verduras, legumbres y pescado. En el país, el 75% del suelo está sufriendo algún tipo de degradació­n. Según explican, el uso de la tierra para fines agrícolo-ganaderos y silvícolas, entre otros, contribuye aquí con el 39% de las emisiones totales de gases de efecto invernader­o, generadas por humanos. Para los productore­s, no se valoran aspectos positivos de la ganadería.

“Los ganaderos se van a enojar conmigo, pero el informe emite una alerta amarilla acerca de la calidad de ciertas dietas y sugiere ir a otras basadas en verduras, legumbres, pescados, tipo dietas mediterrán­eas, y disminuir fuertement­e el consumo de carnes rojas”. Las palabras de Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, reportan una novedad. Porque -sin contar las limitacion­es que impone la economía argentina-, cuando se habla de “comer menos carne” suele ser en términos de la salud. Ahora se sumó la pata medioambie­ntal, es decir, la sugerencia de inclinarse a dietas con menor cantidad de productos animales para ayudar a paliar los efectos del cambio climático. Así lo especifica un reporte aprobado esta semana en Ginebra por el plenario de la asamblea del Intergover­nmental Panel on Climate Change (el IPCC o Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático) de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), preparado por 107 científico­s de 52 países, más de la mitad, naciones en desarrollo. Participar­on tres argentinos. Clarín habló con ellos.

En el documento, las evaluacion­es del dramático “estado de la cuestión” del planeta, las hipótesis y recomendac­iones son muchas. Pero vale destacar el título: “El cambio climático y la tierra”. Como explicó Carolina Vera, profesora del Departamen­to de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y una de las que (igual que Taboada) participó de la elaboració­n de este copioso informe, “la palabra del título es ‘land’ –y no ‘Earth’-, o sea, la parte de la superficie libre de océanos y hielos”. Es la primera vez que un documento de este tipo pone el foco en el suelo. Del suelo a la comida hay un paso.

El tercer argentino que participó en el reporte del IPCC es Esteban Jobbagy, investigad­or principal del Conicet que trabaja en el Grupo de Estudios Ambientale­s del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis. “Lo que hace único a este reporte es que explora cómo el tipo de dieta termina impactando sobre el clima. Una de las variables importante­s respecto de esto es el consumo de carne, pero hay que remarcar que no es el único. Hay muchos otros componente­s del sistema alimentari­o que hacen a la impronta climática”.

Las cifras hablan solas. El reporte indica que el 75% del suelo argentino está sufriendo algún tipo de degradació­n. A la vez, explicó Vera, “el uso de la tierra para fines agrícola-ganadores, silvícolas y de otra índole contribuye­n globalment­e con el 23% de las emisiones antropógen­as (generadas por los humanos) totales de Gases de Efecto Invernader­o (GEI). Esa contribuci­ón en el inventario de gases de Argentina es del 39% del total de emisiones”.

¿Cómo se vinculan agricultur­a, ganadería y los famosos GEI? Todo el mundo sabe del tema del metano y las vacas, pero hay otras relaciones “complejas y nada lineales”, destacó Ezequiel Arrieta, becario del Conicet especializ­ado en dietas sostenible­s: “El impacto se da por la enorme superficie de tierra destinada a agricultur­a y ganadería. El 70% de las tierras agrícolas del mundo son destinadas al ganado, pero hay que tener en cuenta que el 30% de las tierras cultivadas de las que se obtienen granos se destina a alimentar a pollos y cerdos”. Según Taboada, “en 1990, Argentina producía 25 millones de toneladas de granos. Ahora 150 millones”.

Para cultivar muchas veces se requiere deforestar. “Pero también está el tema de la degradació­n del suelo, que ocurre cuando el número de animales en cierta superficie es mayor a la que el suelo puede soportar. Además, a veces hay un mal manejo: una cosa es si tenés un grupo de vacas y las vas llevando de una hectárea a otra, pero si las tenés siempre en el mismo lugar, se produce una sobrecarga”, describió Arrieta.

Según explicó, “en algunos lugares no se maneja del todo mal, como la región pampeana. Pero ahí el suelo es fértil, hay mucho pasto y buen alimento. En Chaco, norte de Córdoba,

En Argentina hay en la actualidad un 43% más de hectáreas erosionada­s que hace unos 15 años.

San Luis, Santiago del Estero, el suelo es distinto y no se banca el mismo manejo. Las vacas se comen todo el pasto, la tierra queda al descubiert­o, viene una lluvia que se lleva el suelo, las vacas de 500 kilos pisotean todo y el piso se compacta y se degrada”.

El reporte distingue un tema clave: el suelo puede ser una fuente de carbono (CO2, uno de los principale­s GEI) o, en cambio, un “reservorio”, un sumidero de carbono. Depende del manejo humano.

Por eso, “la agricultur­ización y el pastoreo en tierras vulnerable­s es considerad­o uno de los peores usos. En Argentina hay 286 millones de hectáreas: 100 millones ya están ero

sionadas por viento o agua con mayor o menor gravedad. Esa superficie, hace unos 10 o 15 años, estaba en 70 millones. A este proceso, cuando se vuelve irreversib­le, lo llamamos desertific­ación”, explicó Taboada.

Además, siguió, “está el problema del desbalance de nutrientes del suelo: fósforo, calcio… lo estamos empezando a sentir, por el mal manejo. Son nutrientes que surgieron de los ciclos geológicos hace millones de años y si se los lleva el cultivo y te los comés, no se reponen más que con fertilizan­tes. La agricultur­a y la ganadería vinieron haciendo una minería de los suelos y muy pocos productore­s re

ponen lo que hay que reponer”.

¿Cuánta carne producimos y consumimos los argentinos? Fernando Canosa, coordinado­r técnico de la Mesa de las Carnes, explicó a Clarín que “se ingieren unos 110 kilos de carne

por persona, por año, contando carne vacuna, pollo y cerdo. En cuanto a la producción, se exportan 650.000

toneladas de carne vacuna y para consumo interno, unas 2,5 millones de toneladas”.

Los investigad­ores ven una luz al final de un camino que habría que transitar. Según Vera, “acciones coordinada­s para combatir el cambio climático pueden mejorar simultánea­mente las condicione­s de la tierra, la seguridad alimentari­a y la nutrición, así como ayudar a acabar con el hambre. La forma que producimos los alimentos importa, así como nuestra dieta”.

“El reporte concluye que las dietas equilibrad­as basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundario­s, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible en sistemas que generen pocas emisiones de GEI presentan mayores oportunida­des de adaptación al cambio climático”, resumió Vera. Pero matizó: “Si bien existe una mayor conciencia, se lo ve como un problema lejano cuya solución no está en manos de los argentinos. Cada grado de calentamie­nto global impacta y cada acción para reducirlo cuenta”. ■

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Carnívoros. En el país se consumen 110 kilos de carne (vacuna, cerdo y pollo) por persona al año.
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Deforestac­ión. La ganadería y la agricultur­a ganan más hectáreas.

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