“Tengo rulos, ¿y qué?”: hartos del bullying, los cuidan para lucirlos
Tendencia. El método que difunden en las redes implica usar poco o nada de shampoo, secarse con una remera para combatir el frizz y exaltar el volumen.
El tema puede parecer irrelevante: argentinos con rulos que reivindican un método de cuidado capilar -“el método”, le dicen-, surgido hace dos décadas en Inglaterra. Su objetivo, dar forma y volver más atractivo un tipo de cabello que –seamos honestos- fue siempre menospreciado por su desorden de origen. Pero, en lo que podría parecer un mero comentario de estética o moda, desbordan historias de discriminación y bullying, con arengas como “¡¿Qué hacés, Bob Patiño?!” o “¡Eeeh… Valderrama!” Empoderados luego de años intentando guiar el caos hacia la prolijidad canónica del lacio, un día se rebelaron contra la planchita y las cremas alisadoras. Y hoy llevan sus rulos al viento, como símbolo de confianza y autoaceptación.
¿Un adelanto del “método” que se transmite en comunidades online? Primero, requiere dominar una lengua paralela llena de neologismos como co-wash, low-poo o plopping. Además, secarse la cabeza con una remera, usar funda de almohada de satén y, lo más perturbador, abandonar parcial o totalmente el uso de shampoo. Los argumentos son científicos. Ellos cumplen la guía a rajatabla, aunque saben que los tildarán de sucios.
“El problema es que encima somos pocos. No es común para mí encontrar gente con rulos como los míos. Mirás al de al lado y siempre resulta que tiene pelo lacio”, señala Carla Jassin, una instagramer “rulosa” y diseñadora de ropa transitando sus treintas.
Pero, ¿son pocos, realmente? Más o menos el 80% de la población argentina proviene de etnias europeas. A la vez, sólo el 15% de los caucásicos del Viejo Continente tiene “rulos cerrados”, según el informe “Worldwide diversity of hair curliness: a new method of assessment”, del National Institutes of Health de los Estados Unidos. El 45% posee el cabello lacio y el 40%, ondulado.
Por pocos que sean y por solos que se sientan, parece que el vínculo de los rulosos con su pelo es intenso, pasional, enorme. Por años quisieron ocultarlos, aplastarlos. Ahora salen a lucirlos...
¡Átame! Ornella Bacigaluppi tiene 29 años y hace 2 vino a Buenos Aires desde Misiones. Se recibió de nutricionista a fuerza de presión materna, para evitar que se zambullera en la peluquería, oficio en el que se había formado al terminar el secundario. “Creo que estudié peluquería porque odiaba mi pelo”, evalúa. Ahora atiende turnos en su casa de Chacarita. ¿Su especialidad? Rulos. “Mi mamá tiene cabello lacio y no sabía cómo tratar el mío. Así que yo andaba por la vida con el pelo inflado o atado. En la adolescencia, con el cambio hormonal, se me hizo un rulo muy chiquito que no supe manejar. Sólo lo usaba suelto cuando estaba mojado y lo ataba en una colita. Parecía una nube”, compara.
Ornella y los entrevistados que vendrán coincidieron en “aquellos días nefastos”: darle el ok al peluquero para que pruebe “entresacar” pelo, un tipo de corte con una tijera especial que literalmente “poda” mechas de las capas menos visibles; o consolidar una traumática relación de amor-odio con la planchita, en todo el pelo, en las puntas, sólo el flequillo... De todos los malos recuerdos, Ornella elige: “Una vez mis amigos me hicieron una canción… decían que lavaban la olla con mi virulana”.
Clarín juntó a Ornella con Carla Jassim, quien da consejos en Instagram como @PuraMelena: “Siempre tuve mucho rulo y mi mamá me dejaba el pelo suelto. Hoy se lo agradezco: ella los quiso y fue fundamental. Suele pasar que tu propia familia te meta la idea de que estás desarreglada. Mi mamá me los quiso exacerbar”. “Los”, en el discurso de Carla, son sus rulos.
Del bullying no zafó: “Te dicen ‘ Valderrama’, ‘virulana’ y cosas más feas que me marcaron un montón. Por suerte, no caí en el alisado, pero en un momento me quisieron rapar la parte de la nuca para bajar el volumen. Cuando descubrí ‘el método’ y este mundo de autoaceptación, me di cuenta de que me había afectado. No usaba el pelo suelto”.
En comunidad. Carla integra una comunidad cerrada enorme en Facebook, “Rulos Arg”, que tiene casi 120.000 miembros. Allí se arman debates sobre los detalles del “método” y se dan consejos de todo tipo. A cada quien, según el resultado que obtenga de la “prueba de porosidad” (el primerísimo primer paso del mítico “método”), le tocará una rutina de productos y lavado.
“Yo la prueba ya la hice”, contó Nahuel Albornoz. Cuando Clarín lo llamó a las 13.37 estaba por desayunar. Tiene 19 años y se identifica como “artista, tatuador y músico”. Vive en Córdoba capital. “En realidad, hasta los 14 tuve el pelo muy corto. Después me empecé a dejar crecer el afro y alrededor de los 15 me lo rapé a los costados. ¡ Parecía un hongo nuclear!”, se rió. ¿Si lo gastaban? “Obvio. No me dolía, pero es pesado encontrarte con cincuenta bol… que te dicen lo mismo: ‘Valderrama’, ‘Maradona’, ‘Mona Giménez’, ‘Bob Patiño’. Todo me llevó a odiar mi pelo”.
Quizás le tocaran un punto sensible... sus raíces: “El pelo me crece así, no sé. Me viene de mi abuelo y mi viejo. Pero ellos lo usaron siempre corto. Yo ahora estoy juntando información para empezar a darle forma. Dejé de usar shampoo y uso una remera para secármelo. Así se evita el frizz, dice el método. Está más lindo”.
Sin shampoo. Carla aplica la técnica del low-poo, o sea, usa shampoo cada tanto, siempre sin sulfatos. Ornella no usa. “Sólo co-wash, que viene de conditioner-wash, o sea, que desde hace un año me lavo con crema de enjuague”. Lo mismo hace Mili Allois, para la comunidad de rulosos, “@RulosCultura”. Trabaja de secretaria, estudia el profesorado de Artes Visuales y es peluquera. Tiene 25 años y fascina a sus casi 20.000 seguidores con los brillantes bucles que luce en distintos videos didácticos. Es de General Pico, La Pampa. “Ya van casi dos años sin shampoo”, dice.
Ornella apunta al problema de que “los peluqueros, en general, no saben tratar a gente con rulos. Apuntan a intentar bajar el volumen, como si fuera algo a solucionar. Pero el volumen es un privilegio del rulo y hay que lucirlo”.
Carla valora haber encontrado “toda esta gente, una comunidad online que está igual que vos. Se comparten tips y recetas caseras de geles. Y está el apoyo para abandonar los productos que arruinan los rulos. Se generan lazos fuertes con gente que ni conocés. Creo que pronto voy a armar un gran encuentro ‘cowashero’”.
El “método”. La deidad de esta nota, quien creó el método, es la estilista inglesa Lorraine Massey, quien impulsó “the curly girl method” en 2001, cuando publicó el libro “Curly Girl, The Hand Book”. Ahí plasmó el drama que ella misma había padecido. Y cómo había hallado un camino por la vía científica y la sistematización de una rutina salvadora.
La pregunta del millón es si la crema de enjuague limpia el pelo. Sí, asegura Ornella: “El acondicionador sin siliconas y con ingredientes hidratantes, como plantas, flores o frutas, remueve la suciedad mediante emulsión. El lavado pasa a ser mecánico, con masajes en el cuero cabelludo, y ya no con detergentes irritantes”.
¿ Por qué se “censura” la toalla ? Según Carla, “lo mejor es una remera o toalla de microfibra, que absorben menos agua y evitan el frizz”. Y conviene cambiar la funda de la almohada por una de satén. Pequeños esfuerzos para ver un gran cambio. ■
Te dicen ‘virulana’ y otras cosas que al final te afectan. Me di cuenta de que no usaba el pelo suelto” Carla Jassim
Hasta los 14 tuve el pelo corto y recién después me dejé el afro. Todo me llevaba a odiarlo” Nahuel Albornoz