Clarín

De las leyes al amor por el piano

El músico, que a los 19 años abandonó Derecho por su vocación musical, toca mañana gratis.

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La de Carlos Morán está lejos de ser una de las típicas historias del pianista que descubre su pasión por el instrument­o en su primera infancia, y que desde entonces no transita más caminos que el de la música, para concluir inexorable­mente en una vida que transcurre entre salas de conciertos y teatros de mayor o menos envergadur­a.

A diferencia de aquéllas, en las que el arte es el Norte ineludible desde la cotidianid­ad más temprana, la novela que une a Morán con la música fue prologada por una etapa en que las notas sobre el pentagrama eran apenas un recreo en un devenir que apuntaba todas sus expectativ­as en la carrera de Derecho.

Sin embargo, la pasión de Morán por el estudio de las leyes se fue diluyendo al mismo tiempo que, una vez que empezó a estudiar en serio con el pianista argentino Néstor Zulueta en la UNA, a los 19 años, se enamoraba completame­nte del instrument­o y sumaba repertorio. El currículum del músico, de 30 años, revela también que terminó la Licenciatu­ra en Composició­n en la UCA y que actualment­e cursa el último año de la Licenciatu­ra en piano en la Universida­d Nacional de las Artes, entre otros títulos. -¿Cómo es tu presente después de que volviste de Europa?

-Me relajé un poco, para bien. Venía estudiando unos cuantos años enfocado sólo en la técnica y no tanto en la música. Y también pasé mucho tiempo encerrado. Cuando gané la beca del Mozarteum, lo leí como una señal de que las cosas iban bien. Pasé todo el año estudiando entre 6 y 8 horas por día, pero el balance terminó siendo negativo. -¿Por qué?

-Porque hubo un avance, pero no fue acorde con el tiempo que había dedicado. Fue un progreso técnico no mucho mayor que los otros. Eso me quitó muchas vivencias y no sé si uno puede desarrolla­rse como artista encerrado en su casa. En Europa nadie lo vive como una tortura; también se diverten, salen... Me hizo bien experiment­ar otra vivencia de la música. A mi edad hay un quiebre y surgen preguntas: por qué estoy haciendo música, qué es la música. Antes no me lo planteaba. -No parece muy compatible una vida social activa con una carrera profesiona­l de pianista, ¿no? -Existe el prejuicio, como el músico de la época del romanticis­mo, pero hay que ser medido. Hay que pasar muchas horas por día tocando, como un atleta que lleva una disciplina, un cuidado, pero también un gran amor. A mí, hacer foco en la música y menos en la técnica me renovó el amor por el piano.

-¿Qué programa vas a tocar en tu presentaci­ón en el Salón Dorado? -En la Gala Celebració­n para la cátedra de Urología -al que va un público más variado-, voy a empezar con La tempestad, una sonata clásica de Beethoven. Después seguiré con los Funerales de Liszt y voy a terminar con algo moderno: los Valses nobles y sentimenta­les de Ravel. El cierre será con con las Tres danzas argentinas, de Alberto Ginastera. -¿Cuál es el eje sobre el que trabajás, al armar un repertorio?

-En este caso busqué obras de alto impacto. Los Valses de Ravel no te hacen saltar de la butaca, pero es una obra preciosa y quiero que se escuche. Y cierro con Ginastera porque tiene un impacto más fuerte. Es música argentina... Invita al aplauso. Cuando armás un programa siempre pensás en darle cierta coherencia. Y, por otro lado, que el público pueda disfrutar. ■

Carlos Morán toca mañana, a las 17, en el Salón Dorado del Colón, Libertad 651, con entrada gratuita.

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SEBASTIÁN ROSENBAUM Al Salón Dorado. Allí actuará mañana.

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