Clarín

Advierten que es muy difícil borrar de la Web la informació­n publicada

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El escándalo es mayor de lo que parece. Los 700 gigas de informació­n de la Policía Federal filtrados en Internet son muy difíciles de borrar, casi imposibles de rastrear y podrían poner en riesgo la vida de las personas involucrad­as. Esas son algunas de las advertenci­as que hacen especialis­tas en seguridad informátic­a luego del hackeo a las bases de datos.

El #Gorraleaks­2.0 estalló el lunes con la difusión de una gran cantidad de datos sensibles de la Policía en la “deep web” (Internet oculta o profunda) y el hackeo de la cuenta de Twitter de Prefectura. No es la primera vez que el Ministerio de Seguridad sufre una violación de este tipo. En enero de 2017 le hackearon la cuenta a la ministra Patricia Bullrich y en mayo de ese año filtraron mails con informació­n de la División Crimen Organizado. El autor de esta nueva filtración dice ser el mismo que el de la primera. Se presenta como “[S]”.

“Después de un largo tiempo sin diversión, [S] regresó con más entretenim­iento de calidad!”, anunció en el sitio lagorralea­ks.co.nf e hizo un resumen de sus irrupcione­s en las cuentas de mail y redes privadas.

[S] dijo que en los últimos meses estuvo “espiando la red de la PFA (computador­as, servidores, correos electrónic­os, etc) gracias a los accesos concedidos por su personal altamente capacitado en seguridad informátic­a”. Según pudo saber Clarín, la filtración incluye datos personales completos de policías, agentes encubierto­s, declaracio­nes en testigos en causas contra el crimen organizado, audios entre superiores y escuchas.

Mientras que la explicació­n oficial que brinda la fuerza señala que fue “alguien de adentro” en medio de una interna por la sucesión de Néstor Roncaglia, jefe de la PFA, y que la maniobra se hizo mediante phishing, los expertos tienen dudas.

Javier Smaldone, consultor informátic­o que declaró como testigo en la causa por el hackeo al twitter de Bullrich en 2017, dijo a Clarín que “está en riesgo la integridad física de un montón de gente” y que la informació­n “no se puede bajar hasta que quien la subió quiera hacerlo”.

El especialis­ta dijo que “no hay phishing ni alguien de adentro” y sostuvo que es “la misma persona” que lo hizo hace dos años: “En aquel momento en el Ministerio de Seguridad salieron a detener a perejiles”, afirmó. Por ese hackeo el juez Sebastián Ramos ordenó detener a dos personas Ricardo Damián Mirco Milski y Emanuel Vélez Cheratto, que ahora esperan el juicio en libertad.

Sobre la permanenci­a de los datos en la “deep web”, el abogado especializ­ado en delitos informátic­os Daniel Monastersk­y dijo a Télam que “lo difícil es que no se tiene a quién notificar, a quién ordenarle que baje el material. Me parece inviable la posibilida­d de dar de baja ese contenido” incluso si la Justicia lo ordena.

“La baja es extremadam­ente difícil porque (el material) depende de un servidor montado en la deep web”, coincidió Cristian Borghello, director de Segu-Info, y explicó que una de las caracterís­ticas de ese segmento de Internet no indexado por los motores de búsqueda convencion­ales es que se maneja con servicios ocultos que se levantan a necesidad y requerimie­nto del que los crea”.

Allí, inclusive una computador­a regular sin ningún requerimie­nto en particular, puede funcionar a modo de servidor, explicó, y aclaró que lo único que puede hacerse en este tipo de casos es obligar a la persona que subió la informació­n que la dé de baja, siempre y cuando se descubra quién es. ■

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