Clarín

Por un rato fue el estreno perfecto, con gol y ovación

Jugó 76 minutos, convirtió de cabeza y mostró categoría y capacidad de liderazgo. No alcanzó.

- Oscar Barnade obarnade@clarin.com

Daniele De Rossi debutó con la fe de los ganadores y los soñadores. Un estreno ideal, parecía. Escuchó la primera ovación cuando la voz del estadio anunció su nombre y apellido, un ratito antes del comienzo del partido. Después, en esa sensación única para un jugador, el gol. Festejando con los brazos en alto mirando a la popular plagada de hinchas de Boca, tirando besos, sintiendo en vivo y en directo el calor del pueblo boquense. Lo abrazaron sus compañeros, le hicieron montonera, regresó a su lugar en la cancha, se persignó, miró un segundo al cielo y siguió jugando. Iban apenas 27 minutos y, de cabeza, ya había convertido.

Pasaron 18 años de su primer encuentro en la Roma. Trece del título obtenido en el Mundial de Alemania. Luego de 732 partidos como profesiona­l, 615 con Roma y 117 con la Azzurra. Otros 79 días de su último encuentro oficial ante el Parma. Apenas 18 días de su cumpleaños número 36 y 19 días de su llegada a la Argentina. Daniele De Rossi tuvo un estreno atípico en el siglo XXI para la carrera que desarrolló en Europa. Pasional como buen italiano, cumplió un sueño. Debutó con la camiseta de uno de los clubes más emblemátic­os del mundo: Boca. Y con gol incluido.

Fue de menor a mayor su presencia en la cancha. Retrasado, por delante de la línea de cuatro, buscó ser salida prolija. La primera pelota la tocó a los 20 segundos, cuando ganó una pelota dividida y le hizo un pase bastante fuerte a Zárate. Mostró todos los tips que tiene un jugador con liderazgo: pidió un lateral, aplaudió a Wanchope Abila cuando falló en la definición, ordenó en el retroceso, fue marcando los tiempos del equipo, le protestó airadament­e el árbitro.

Dos veces intentó con un pelotazo largo buscando sorprender, pero después priorizó el toque corto, seguro, preciso, tanto hacia la derecha como a la izquierda. Fue su segundo lanzamient­o el que provocó los primeros aplausos y la posterior jugada de gol. Salió el pase para Zárate que no pudo controlar bien, el balón se fue hacia el medio, le ganó un rival con pierna fuerte y buen movimiento del cuerpo y tocó rápido para un compañero.

No pasó un minuto de ese intento que llegó el tiro de esquina a favor. El Tano ya se había animado antes a ir a cabecear, primero un tiro libre y luego un córner. Allí se trenzó a puro agarrón con Brian Benítez, con quien tuvo un duelo particular todo el partido. Pero en ese minuto 27, ganó. Metió el testazo que venció a Limousin.

Un rato después del grito de gol fue amonestado por una fuerte falta a José Méndez. Sobre el final de la etapa, con amarilla y al límite, se la jugó y le hizo un impecable quite de atrás a Benítez. A lo Boca, como si en menos de 45 minutos hubiese asimilado la genética boquense. Una lluvia de aplausos al grito de “Tano, tano” fue la recompensa.

No varió su juego en la parte final, pero no lució tanto porque tampoco estuvo fino Boca. Se lo notó un poco más cansado, consecuenc­ia de los más de dos meses de inactivida­d, más allá de la puesta a punto que hizo desde que llegó. Gustavo Alfaro decidió que merecía una nueva ovación por su gran debut, y se fue reemplazad­o a los 31 minutos. Y el “Olé, olé, tano, tano”, se escuchó fuerte otra vez. Alzó los brazos, agradeció y se sentó en el banco de suplentes. Feliz. Con el sueño cumplido. Ni se imaginaba lo que vendría después. ■

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MARCELO CARROLL Todo parecía perfecto. De Rossi convirtió en el primer tiempo y lo abrazaron todos.

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